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reseña musical

Prokofiev por el pianista Daniel Hope

    Daniel Hope, será solista con la Real Filharmonía de Galicia en el Auditorio (21 horas), bajo la batuta de Tuomas Ollila-Hannikainen, del Concierto para violín nº 2, en sol m. Op. 63 de S. Prokofiev, antes de entregarnos a la tan mozartiana obertura de Los esclavos felices de J.C. Arriaga y a un autor por descubrir, J.W. Wilms, en su Sinfonía nº 6, en re m. Op. 58. Daniel Hope es un artista peculiar por su trayectoria en proyectos conceptuales como los realizados con K.M. Brandauer -Warxand Pieces y Mozart Unplugget-, las colaboraciones con artistas en órbitas distintas, el pianista Uri Caine o el vocalista B. McFerrin, el compromiso com Toru Takemitsu para el estreno de su concierto para violín Nostalgia o el del novel compositor J. Müller-Wieland por su concierto para violín Ballad of Ariel'.

    El Concierto nº 2, en sol m. de Prokofiev pasará a la historia por su estreno en Madrid con el violinista R. Soëtans y la Sinfónica de Madrid de Fernández Arbós, formación alabada en su momento por el propio A. Salazar; por haberse convertido en un órgano de cultura instrumental del que no se tenía noticia similar desde la fundación de la Sociedad de Conciertos. Con su criterio muy definido hizo comprender que no venía a meter paz, sino espada. Prokofiev encara la obra justo en el momento de la vuelta a su país, en el que las cosas no resultarán tan acomodaticias: por su lado estarán el intervencionismo y la censura del Comité Zdanov, por otro la primacía otorgada a Shostakovich y la línea que su criterio impondrá y para completar, en su condición de intérprete de piano, la preponderancia que marcarán la generación ascendente de los Gilels o Richter.

    El concierto segundo para violín muestra un impulso rítmico de propio cuño y destacando a un tiempo sus disonancias ubicadas de forma estratégica, ofreciendo un tonificante contraste con el talante lírico. Resulta ingenioso el uso de la percusión en el movimiento de conclusión. Por propia apreciación, el resultado de su acabado es consecuencia de su propia existencia errante del momento, entre la abundancia de giras.

    Un detalle es el ambiente español un tanto irónico y su autor quedaría satisfecho con el resultado final aunque sentiría la tentación de someterlo a revisión para agregar detalles. Tras el estreno madrileño de 1935 vendrá esa publicación retocada en 1937, cuya edición llevará a cabo G­utheil y que, tras esa vuelta a casa, conocerá una versión para violín y piano un año después.

    12 feb 2009 / 01:39
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