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El año y el daño electoral

    HAY un extraño momento de espera en los partidos políticos españoles antes de que empiece de verdad la refriega electoral. El año trae su complejidad, pero, de momento, mientras llegan las primeras nieves y sopla el temporal, los partidos tratan de rearmarse, de reagruparse, de aclararse, de modelarse. Buscan una posición aerodinámica para la inminente carrera, porque correr a favor de viento importa. Lo que no está evitando golpes de efecto, momentos crudos y difíciles, ya sea a cuento de leyes recientes o de protocolos médicos, todo ello, dicen, influido por el año electoral, y por el miedo al daño electoral. Pronto todo se remitirá a las campañas, pero de momento estamos en ese prólogo en el que se marcan territorios y se tensan los acuerdos. Las tensiones alimentan, claro, las fronteras entre partidos, aunque luego, llegado el caso, sea necesario volver a coaliciones y acuerdos.

    El recuerdo de las coaliciones se diluye en campaña, donde cada partido sólo quiere hablar de sí mismo y de gobernar en solitario. Es lógico presentarse así (salvo en algún caso), por más que las mayorías ya parezcan un asunto del pasado. Incluso Feijóo, que aterrizó en Madrid en un momento difícil para Sánchez, acuciado por los problemas energéticos y la economía lastrada por la guerra, insiste en la vereda de la moderación, de la que ha presumido siempre, por más que haya mantenido la dureza crítica y la dialéctica de hierro en los desencuentros del Senado. El asunto de Castilla y León le ha llevado de inmediato a retomar la agenda moderada, soñando quizás, con evitar a Vox en una futura coalición, o, al menos, esperando hacerse con todos los votos posibles de la derecha amplia, de la far right al centro mismo, ese lugar deshabitado. Borja Sémper ha sido bienvenido como síntoma de campaña: Feijóo sabe que las contradicciones que puedan nacer de los pactos puntuales con Vox, como parece el caso en Castilla y León, sólo favorecerán a Sánchez. Mañueco tiene una papeleta que se veía venir.

    Sánchez recupera su agenda internacional en Davos, algo que se le da bien. Lidera la critica a Putin, casi se diría, y pide sostener a Europa frente a la barbarie. Pero Kiev pide nuevo armamento y eso obliga a decisiones complejas, que están en marcha. Aunque la economía se ha suavizado, y los acuerdos con Europa han traído calma a la factura de la luz, Sánchez sabe que el golpe de la inflación es demasiado profundo, difícil de solucionar con cheques o con la rebaja del IVA. Hay críticas constantes desde la izquierda a los altos márgenes que algunos parecen mantener en los productos alimentarios.

    El relato de la defensa de los desfavorecidos será primordial en campaña, pero cuenta con numerosos narradores, cada uno con su argumento. No sólo están las diferencias de los coaligados, que se agudizarán cuando empiece la contienda política, como es natural, donde cada uno irá por libre y opinará ex novo, sino que falta por calcular qué va a suponer electoralmente la figura de Yolanda Díaz, aún impredecible en su totalidad: ‘The Guardian’ acaba de dedicar un largo artículo a la de Fene, dice que es “la política más popular del país”, y que su presencia “galvaniza” una izquierda quizás limitada por los equilibrios de los acuerdos de gobierno. Pero también se pregunta si, paradójicamente, Sumar podría favorecer, por la división que pudiera suponer con respecto a Podemos, y más si es percibida como una alternativa con posibilidades, a los partidos de derecha. Un complejo retablo electoral se presenta ante nosotros en lo más crudo del invierno.

    18 ene 2023 / 01:00
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