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La basura electrónica

    EN abril de 2018 escribía un artículo titulado Minería urbana versus minería convencional en el que planteaba el problema de los residuos electrónicos. En aquel momento se decía que en el mundo se generaban 40 millones de toneladas de este tipo de residuos y se hacía una estimación de que en el año 2020 se llegaría a los 50 millones.

    Pues bien, esta estimación se ha quedado muy corta. En 2019, según un informe de Naciones Unidas, se alcanzaron ya los 53,6 millones y se prevé ahora que en 2030 llegaremos a los 74 millones de toneladas. Los residuos electrónicos son los residuos domésticos que más rápido crecen en todo el mundo.

    Sin ninguna duda, la actual situación de pandemia que estamos viviendo incrementó considerablemente este problema, sobre todo en relación al consumo de dispositivos tecnológicos. Se ha producido
    un cambio rápido de nuestra forma de trabajo y de
    estilo de vida, que es aho-
    ra más dependientes de la tecnología.

    En encuestas realizadas, por ejemplo, en el Reino Unido, se calcula que una cuarta parte de la población comenzó a trabajar desde casa por primera vez, pero solo la tercera parte se llevó el equipo de su oficina. El resto se compró nuevos equipos. Además, durante el confinamiento también aumentó de forma considerable la demanda de dispositivos electrónicos para uso doméstico.

    Por otra parte, al estar cerradas las tiendas de distribución habituales, se compraron más online y no se realizó la entrega de los dispositivos desechados. Además, no debemos olvidar que la digitalización avanza rápido en todos los ámbitos.

    La recuperación de este tipo de residuos es imprescindible por múltiples razones. En primer lugar, porque los metales que contienen, los llamados elementos críticos tecnológicos, son poco abundantes en la naturaleza y es necesario reutilizarlos. En segundo lugar, porque son residuos que contienen elementos tóxicos que no deben pasar al ambiente, ya que podrían contaminar nuestras aguas, el aire y los alimentos que ingerimos.

    Y, en tercer lugar, porque aunque existen algunas dificultades en el proceso de recuperación de estos elementos estratégicos –en cuya disminución se trabaja con intensidad– su recuperación ya es rentable económicamente.

    La población está concienciada sobre la necesidad de reciclar el papel o los envases de plástico y de vidrio, pero tenemos que empezar a pensar lo mismo de los dispositivos electrónicos. Si ya no te sirve tu dispositivo, véndelo, dónalo, o llévalo a un punto limpio, pero por favor no lo tires a la basura.

    Se trata de un problema global que puede tener consecuencias muy graves desde el punto de vista ambiental, pero también económico y social. Ciudadanos, fabricantes, vendedores, científicos y gobiernos debemos trabajar conjuntamente para conseguir que este imparable aumento del uso de la tecnología sea más sostenible.

    04 mar 2021 / 01:00
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