El declive de rectorales singulares
Ames, Rois y Muxía guardan testimonios de la pujanza de edificios religiosos // La de Touriñán tiene troneras y la de Trasmonte posee un escudo // Blogs de defensa del patrimonio advierten sobre su estado
Hubo un tiempo en el que las casas rectorales eran el santo y seña de la pujanza eclesiástica en las parroquias gallegas. Muchos de estos edificios, gran parte de ellos de casta noble, erguidos para servir de residencia al cura párroco y de gerencia de los predios de la Iglesia, han vivido épocas mejores. Hoy, testigos mudos de una época y de un tiempo, la gran mayoría languidecen cubiertos de hiedra, zarzas y maleza, abandonados a su suerte. La falta de vocaciones han llevado a despoblar estos singulares edificios, algunos de voluptuosa planta, otros más modestos. No hay relevo para los curas. Tampoco hay sacerdotes para atender a todas las parroquias y menos para poblar todas las rectorales abandonas que salpican el rural gallego. Blogs de defensa del patrimonio gallego, como Patrimonio Galego, advierten del estado de deterioro y ruina de gran parte de estas rectorales expandidas por Galicia. En lo que a Terras se refiere, la entidad destaca tres de estas edificaciones, incluidas en la lista roja de bienes patrimoniales en peligro. Todas ellas están fechadas entre los siglos XVI y XVIII.
Por su ubicación y singularidad destaca la casa rectoral de San Martiño de Touriñán, en Muxía. Situado en un conjunto de reminiscencia románico-esotérico particular de toda la zona de Costa da Morte, influencia quizá de los canteros vascos que procedían de la localidad asturiana de Transmiera, donde la iglesia es el principal elemento, la rectoral se encuentra completamente en ruinas. Se trata de un edificio sobrio, de piedra, carente de adornos en su práctica totalidad, con excepción de la puerta principal donde aún puede apreciarse en el dintel los grabados de un sol y una luna y otra imagen inapreciable.
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