Opinión | Políticas de Babel

Sevilla se renueva tras la Feria

ESTE AÑO LA FERIA de Sevilla llegó más hermosa, engalanada y luminosa que nunca. Lo dice quien lleva visitándola más de veinte años. Y aunque la belleza y la alegría de esta bella cita siempre han sido innegables, en esta ocasión pude percibir un renovado aire de ilusión y regocijo, semejante al vivido en el Real tras esa terrible pandemia que paralizó la Feria en 2020 y 2021. La capital andaluza recibió su Feria con los brazos abiertos, también quizá debido a que el mal tiempo en Semana Santa había dejado a muchos con el corazón partido al no poder disfrutar plenamente ese otro gran evento sevillano. Pues bien, esta edición de la Feria de Abril (que duplica en ingresos a la Semana Santa) llegó para resarcirlos, con un tiempo espléndido y unas temperaturas no demasiado elevadas que nos permitieron disfrutar tanto del interior de las casetas, como de esos paseos por el recinto ferial que tanto gozan lugareños y foráneos. Tras el encendido de la Portada y los farolillos que iluminan las calles que llevan nombres de toreros ilustres, los saludos y el afecto se hicieron sentir con gran efusividad. “Feliz Feria”, nos decimos unos a otros en ese momento mágico de la noche del ‘pescaíto’, al tiempo que nos fundimos en calurosos abrazos. La gente brinda con el ‘rebujito’, el fino o el vino manzanilla en señal de esa alegría, amistad y esperanza que se renuevan con el deseo de que se extiendan durante todo el año y hasta el próximo abril.

Uno de los temas de debate este año fue el incremento de los precios (se habla de una subida de en torno al 15%). Y es que cada vez resulta más costoso sobrellevar económicamente una Feria tan esmerada y cuidada. En esta fiesta de la primavera cabemos todos, pero unos bolsillos sufren más que otros a la hora de disfrutarla, asumir los gastos anuales que demanda el mantenimiento logístico y administrativo de una caseta, asegurar un buen servicio de hostelería y ‘catering’, y contratar uno o más grupos musicales que animen la fiesta durante el día y la noche. Por eso la prensa dice que ésta ha sido la Feria más cara de la historia (un debate más mediático que social), pero que quizá se podía percibir en platos tan típicos como la tabla de jamón y queso, la ración de langostinos y gambas, las famosas tortillitas de camarones, las pavías de bacalao, el salmorejo, el solomillo al whisky, o la tortilla de patatas. Así, por ejemplo, el alquiler de un coche de caballos puede superar los 1.000 euros, y un paseo hasta el recinto desde el centro unos 100 euros; incluso desplazarse en taxi o VTC hasta allí varía entre 30 y 100 euros dependiendo del servicio o la hora del día.

Pero esto no es algo nuevo. Cada año los gastos se acumulan y multiplican; en esta ocasión algo más debido a la inflación y a la subida también de la electricidad y el transporte. De ahí que la Feria siempre haya tenido un puntito de elitista, no tanto por el carácter privado de la mayoría de las casetas, cuanto por el soporte financiero necesario para vivirla intensamente. Es más; la costumbre de abandonar la Feria para acudir a las playas de Huelva y Cádiz los últimos días fue siempre vista (también cuando la Feria se desarrollaba de lunes a domingo, y no de sábado a sábado como ahora), como una vía de escape cuando el dinero se quedaba corto para familias y visitantes. Esto explica, en parte, otro de los debates de esta edición: la posibilidad de dejarla como está, o acortarla a seis días al igual que antes. Sea como fuere, la Feria de Abril seguirá constituyendo uno de los emblemas festivos y de ocio más sobresalientes de España, una verdadera y hermosa fiesta de la primavera.