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Ambas dispararon su censo en los años noventa, y aún atraen población // La localidad gallega recibió su nombre de un hidrotopónimo, y la yanqui de un empresario TEXTO M. Manteiga

Ames tiene su espejo en la ciudad estadounidense del mismo nombre en Iowa

Ames de A Maía sumaba el año pasado 32.104 habitantes distribuidos en sus ochenta kilómetros cuadrados. La ciudad estadounidense homónima, 66.427 en apenas 71,6 km. Ambas están emplazadas en el centro de sus territorios de referencia, Área de Compostela y el estado de Iowa, respectivamente. Y aunque son dos poblaciones que crecieron en distintos continentes separadas por todo un océano, quizá la mayor diferencia estriba en que la urbe norteamericana surgió en torno a un nudo ferroviario, propiciado por el empresario Oakes Ames, y el concello gallego evolucionó desde los asentamientos amaecos hasta convertir sus dos urbes en un polo de atracción para la población santiaguesa por el precio de la vivienda y las bondades del entorno natural.

Pero el mayor punto de coincidencia entre las dos localidades reside, precisamente, en su denominación, pese a que su origen es muy distinto: el Ames coruñés responde a un hidrotopónimo referido a un lugar muy húmedo, característico de entornos como el de A Maía que cruza el río Sar y está repleto de brañas. En cambio, su tocaya trasatlántica recuerda la figura del empresario, Oakes Ames, que nació en 1804 y fue congresista, además de uno de los valedores del ferrocarril que cruzaba el país de las barras y estrellas uniendo dos océanos.

Rastreando sus orígenes, por si su apellido podría tener conexión con el ayuntamiento limítrofe con la capital gallega, resulta que fue Oakes hijo de un herrero en una familia que hizo fortuna y fue muy influyente en Massachusetts, así como nieto del capitán John Ames, armero y patriota en la guerra de la independencia que, a su vez, descendía de Willian Ames, nacido en el viejo continente (en Gloucestershire, Reino Unido, 1622). Esta es una de las últimas pistas del árbol genealógico de los Ames, y al parecer podrían haber cambiado tal apelativo –ya sea por voluntad propia o un error administrativo asociado a los movimientos migratorios– del original Amyas (que deriva o bien del latín amare o de la ciudad gala de Amiens).

En cuanto al censo de la población a la que dio nombre esta saga británica, ha ido aumentando de forma espectacular, pero con unos orígenes mucho más humildes si se comparan con los del concello gallego. Así, en 1900 sumaba apenas 2.422 almas, mientras que en el occidente coruñés residían ya unas 7.000, rozando las 10.000 entre los años sesenta y setenta. Sin embargo, en esa década ya se habían alcanzado los 30.000 vecinos en la urbe de las barras y estrellas. En lo que sí parece existir una coincidencia –pero mucho más acentuada en el municipio que gobierna Blas García– es en el crecimiento del padrón a partir de los años noventa: frente a los 47.198 residentes contabilizados en la localidad que administra John Aila, el Ames enxebre lograba triplicar sus habitantes a lo largo de las mismas tres décadas, pero de la mano de un boom desaforado de la construcción, sobre todo en el entorno de O Milladoiro y Bertamiráns.

Curiosamente, en la capital maiana se han ido abandonando las explotaciones ganaderas que antaño se distribuían por sus parroquias y, por contra, ahora atraen empresas tecnológicas hasta su polígono de Novo Milladoiro, mientras que en la ciudad yanqui se ubica nada menos que el centro federal de referencia para las enfermedades animales (que, además, es el más grande de su país), así como la Universidad Estatal de Iowa, que nació en 1858, y hoy suma 36.000 estudiantes.

Estudiando el componente humano, ambas son tierras que siempre atrajeron a trabajadores de otras localidades, como el componente luso de aserradores que se asentó en el rural maiano en la primera mitad del siglo XX o los empleados en Santiago que siguen llegando. Tienen, además, a figuras de renombre ligadas o nacidas allí, como el jugador de rugby Joe Burrow, el de baloncesto Harrison Barnes o la escritora Sara Paretsky, mientras que el Concello de Ames cuenta con el as del squash Borja Golán, el cronista Maximino Viaño o la propia Rosalía de Castro, que vivió de niña en la Casa da Tarroeira.

Y otro de los patrimonios que atesoran los dos enclaves son los referidos a medios de comunicación, con un diario The Ames Tribune allá y EL CORREO GALLEGO aquí, con una página diaria de información local.

24 oct 2021 / 01:00
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