Carnes y pescados de calidad tienen un destino en Pontevea

Con el aval de una gran experiencia en el sector de la hostelería la pareja formada por Manuel Carrillo y María Calviño decidió dar un paso al frente y asumir la gestión de O Lar de Manu, situado en el municipio de Teo, concretamente unos quinientos metros antes de entrar en Pontevea desde Santiago.

Pero por si no es suficiente poseer los conocimientos necesarios, este matrimonio decidió que la calidad es una norma obligatoria en su establecimiento. Y por poner un pequeño ejemplo, su proveedor de chorizos, tanto criollos como rojos, es la carnicería Failde, de la localidad lalinense de Prado, que se inauguró hace 120 años y mantiene la receta tradicional de siempre sin utilizar ningún tipo de aditivo.

Y es que la parrilla es el punto fuerte del local, no en vano el propio Manu decidió desplazarse a Madrid y durante una semana comió y cenó en el restaurante de origen donostiarra Illunbe, en donde el propietario, con más de 40 años de experiencia, le trasladó sus conocimientos y resolvió todas sus inquietudes.

Con una carne madurada un mínimo de 40 días, las brasas del Lar de Manu cocinan churrasco y chuletones de hasta tres tipos de vaca vieja: la Simmental, la frisona y el angus. La oferta se amplía con costilla, solomillo o entrecot y hasta con cortes de distinto tipo como el tomahawk ya que la carne se manipula en el propio restaurante. Y a mayores, siempre cuenta con alguna carne original que cambia cada poco tiempo para que el cliente pueda probar cosas nuevas como el wagyu, por citar alguna de las que ya se prepararon en su asador.

Además de la carne de ganado bovino, en la carta también se puede encontrar un pequeño apartado dedicado al cerdo con pluma o una costilla ibérica que está para sacarse el sombrero.

Con leña de carbón de encina de marabú también se prepara lubina, bacalao, sargo, dorada, palometa, rodaballo o rape y, sobre todo un sabroso pulpo elaborado con infinita paciencia para que esté en su mejor punto y unas almejas babosas de Carril a la brasa, rematadas con un aceite virgen extra y unas gotas de limón que antes ya de comerlas invitan a chuparse los dedos.

Pero la carta va más allá. Con un clarísimo carácter gallego, de sus fogones salen las empanadas de maíz de berberechos, zamburiñas o zorza, que son otra de las especialidades de la casa, y vinos o postres caseros que destacan por su sabor y presentación.

Y si la oferta culinaria no es suficiente motivo para visitar el local, hay que destacar sus instalaciones. Una casa rústica de piedra aloja entre sus paredes un comedor para más de un centenar de personas y un sótano en el que se encuentra una bodega digna de mención ya que cuenta con lo mejorcito en lo que se refiere a vinos gallegos con alguna que otra singularidad como espadeiros o caiños y una amplia gama de referencias de otros de fuera de Galicia, con especial atención a los riojas y los riberas del Duero y alguna curiosidad como el elaborado con la variedad de uva graciano.

La terraza del local, con capacidad para 50 personas, se encuentra delante de la fachada y está abrigada por un hórreo y decorada con un exquisito gusto ya que al colorido que le dan las flores hay que sumar las luminarias que hacen que una cena en sus mesas se convierta en toda una cita romántica o en una velada con amigos para no olvidar. Además dispone de un amplio aparcamiento con capacidad para 60 vehículos.

Y lo mejor de todo, la relación calidad precio es perfecta situándose el precio medio por comensal en aproximadamente 25 euros con el vino incluido. Como para no probar.