Estrechan el cerco a los ladrones de restaurantes y una casa en Teo

No son ladrones de guante blanco, parecen sentir predilección por los chorizos y no le hacen ascos ni al bote de propinas. Se trata de algunas de las características que definen a una presunta pareja de cacos que, en las últimas dos semanas, han entrado como elefantes en cacharrería en al menos tres restaurantes del entorno de Os Verxeis y Cacheiras y en una vivienda de A Torre. Y si sus exiguos botines se miden en cientos de euros (proteínas aparte), el cabreo de los hosteleros por los destrozos es monumental.

“Parece que intentaron entrar por un telladiño, porque había tellas rotas, pero non o lograron”, apuntaba el dueño de uno de los restaurantes, que prefiere seguir en el anonimato. Finalmente, parece que se colaron por una estrecha ventana y, una vez dentro, revolvieron todo a conciencia, destrozando la registradora y tragaperras. Además, se hicieron con el bote de las propinas... y una ristra de chorizos. Calcula que el dinero robado apenas rondaba los 300 ó 400 euros, pero los daños suman bastante más.

GUANTES. “Non deixaron pegadas, polo que se supón que levaban luvas, pero algún debeu facerse dano, porque había restos de sangue”, aporta la misma fuente. En su caso, los hechos ocurrieron entre el miércoles y el jueves pasados, pero hay más casos de sucesos de esta índole en las últimas semanas.

Así, un restaurante de la Travesía de Cacheiras también fue asaltado por los amigos de lo ajeno, al igual que otro en el entorno de O Piro e, incluso, una vivienda de A Torre. Fuentes cercanas a la investigación consideran casi seguro que se trata de lugareños o de gente del entorno, quizá con algún problema de drogadicción. Asimismo, apuntan que existen varias “pistas firmes” que podrían propiciar su captura en un lapso de tiempo que podría no prolongase mucho.

Lo que sí parece totalmente descartado es que esta ola de entradas en inmuebles y sustracciones se deba a la actividad de profesionales, es decir, bandas del este de Europa. Además, parece que conocían la zona y los horarios de los dueños de los restaurantes, algo que tampoco se antoja demasiado difícil.