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Trabajadores del centro de día de Rois ayudaron a Manuel Figueiras a adentrarse en la playa de Broña, algo que hizo de niño siempre que pudo // El trabajo primero y la amputación de una pierna después, se lo impidieron veinte años TEXTO Suso Souto

Sueño cumplido: “No quería morir sin bañarme de nuevo en el mar”

Manuel Figueiras Martínez, natural de Brión, tiene 74 años y una tierna sonrisa que transmite bondad y simpatía. En el centro de día de Rois, al que acude, le llaman señor Conde. Pero nada tiene eso que ver con ningún título nobiliario. En realidad, Manuel es de carácter humilde, y trabajó mucho y duro durante toda su vida. Desde los doce años.

“Siempre fui albañil”, dice. Trabajó en Vigo, O Grove, Ribeira, Santiago, Barcelona y Suiza, país en el que estuvo durante dieciséis años. En ese largo camino encontró el amor: Prudencia. Tuvieron cuatro hijos, y son abuelos de siete nietos.

Manuel nunca olvidará los chapuzones que solía darse con bastante frecuencia en el mar cuando era niño. Se escapaba para buscarlo, algo que también hizo de adulto, cuando corría a bañarse en la playa más cercana allí donde se encontraba trabajando. Se tiraba al agua y allí se quedaba hasta que se tenía que marchar. Porque para él, el contacto con el agua del mar “no se puede comparar con nada”.

Pero el trabajo le fue alejando poco a poco de esos momentos. Y la vida le dio un duro golpe hace un par de años cuando le tuvieron que amputar la pierna derecha. “Yo quería seguir trabajando”, señala.

Hace unos días, María Vilas (trabajadora social del centro de día de Rois) paseaba con Manuel, en silla de ruedas, por el entorno de la playa de Broña, en Outes, durante una excursión, junto a otros usuarios.

La jornada prometía desde el inicio; hacía muy buen tiempo y encontraron sombra en el pinar para disfrutar del pic-nic al mediodía.

De repente, las lágrimas cubrieron el rostro de Manuel mientras se lamentaba de que hacía veinte años que no se podía sumergir en las aguas del mar. Verlo y no poderlo “tocar” le producía gran tristeza.

COMO UN CHIQUILLO. María y sus compañeros y compañeras del centro de día de Rois no dudaron ni un solo instante en ayudarle a cumplir su sueño: “No me quiero morir sin volver a bañarme en la playa”, les dijo. Dicho y hecho. En cuestión de minutos, Manuel ya estaba disfrutando de las aguas como un chiquillo.

“Hablamos con los socorristas y efectivos de Protección Civil que estaban en la playa, por si se necesitaba ayuda adicional; aunque no podíamos disponer de una silla anfibia, porque hay que solicitarla con antelación, cogimos a pulso su silla de ruedas, buscamos un lugar adecuado en la orilla y le metimos en el agua”, señala al respecto María Vilas.

APLAUSOS. El momento fue de lo más emocionante. Y no sólo para Manuel, que no dejaba de decir “no sé cómo agradecerlo; tenía miedo de morirme sin poder volver a bañarme en el mar y tocarlo. Gracias a todos”. También fue un momento emotivo para quienes le ayudaron a cumplir su sueño y para las numerosas personas que lo presenciaron, que de manera espontánea empezaron a aplaudir. Por supuesto, Manuel no se quería ir, y ya está pensando en cuándo podrá volver. “No era un capricho: era un deseo vital”, comenta al recordarlo.

UN PEQUEÑO GESTO. “A veces, con un pequeño gesto podemos hacer feliz a una persona, y vale la pena poner los medios que se precisen para hacerlo realidad”, comentan desde el mencionado centro de día, en el que María Vilas, Jessica Riveiro (educadora social), Vanesa Ferreiro (gerocultora) y Paula Insua (terapeuta ocupacional) sonríen orgullosas al lado del protagonista de esta historia, al que entre todos ayudaron a cumplir un sueño.

areadecompostela@elcorreogallego.es

06 oct 2021 / 01:00
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