Crítica de 'El inocente': vivir, amar, actuar, fingir

Hace tiempo que Louis Garrel dejó de ser 'el hijo de Philippe Garrel'. Tener un padre con una impronta tan marcada en el cine francés independiente puede llegar a ser un problema cuando, además de actuar, pretendes también dirigir. Louis se ha alejado inteligentemente del estilo y temas de Philippe hasta construir, en muy pocos años, una obra muy personal que bascula entre la comedia y el drama. En ‘El inocente’, además, aporta una jugosa reflexión sobre el arte al que él pertenece, el de interpretar, el de fingir ser quien no se es, el de dar por sentado que estás diciendo una cosa cuando estás expresando otra.

Se basta de cuatro personajes y una trama atrevida para construir un relato que va de la severidad al juego lúdico con absoluta precisión. Una mujer madura que realiza cursos de actuación en una cárcel. El preso del que se enamora. El hijo de la mujer, baqueteado por la repentina boda de su madre con el condenado. Y una amiga del hijo, que era también la amiga íntima de la esposa de este, muerta en trágicas circunstancias sobre las que se pasa de puntillas. Hay varias secuencias en las que los actores interpretan a personajes que fingen estar interpretando y así, sin que parezca una reflexión sesuda, con un atraco algo rocambolesco como acicate de los acontecimientos, Garrel, Louis, nos habla muy bien de su propio trabajo y la relación que la actuación establece con la vida.