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De médicos, aplausos y camborios

Todas las mañanas nuestros sanitarios se dirigen a sus hospitales, como se dirigía Antonio Torres Heredia cuando iba a Sevilla a ver los toros: alegres pero acongojados.

Todas las tardes, a las ocho de la tarde, a las ocho en punto de la tarde, los españoles salen a sus balcones y aplauden a los sanitarios, reconociendo su esfuerzo y agradeciendo su valentía.

Los sanitarios han sido nuestro ejército contra el coronavirus. En el ejército de los sanitarios, como en todo ejército, hay soldados, oficiales y jefes y en la guerra contra el virus, como en todas las guerras, hay héroes y villanos.

Olvidémonos de los villanos, que en su conciencia llevarán su penitencia, y aplaudamos a los héroes de nuestro ejército.

A los héroes que tuvieron que soportar los bombardeos del covid-19 desde las trincheras de los ambulatorios y a los héroes que lucharon contra el virus en el territorio comanche que han sido los hospitales.

A los héroes de la retaguardia y a los comandos de operaciones especiales; a los héroes que llevaron a la guerra bolsas de basura y a los que lucieron mascarillas de pega. A todos ellos, a todos nuestros héroes, aplausos, aplausos y más aplausos.

Para ellos, para nuestros sanitarios, son los aplausos de las ocho en punto de la tarde. Pero cuando terminan los aplausos y llega el silencio, nuestros héroes se sienten solos.

Los doctores ni viven del silencio ni pueden sobrevivir con los aplausos.

Menos aplausos y más respeto. Porque en el trato diario los sanitarios españoles más que soldados parecen presos maltratados.

Menos aplausos y más dinero. Porque los sanitarios tienen un riesgo especial y ese riesgo hay que pagarlo. Menos aplausos y más mascarillas, más epis, más respiradores. Más vida en una palabra.

A nuestros sanitarios les podemos exigir que sean soldados y les podemos agradecer que sean héroes, pero no les podemos pedir que sean suicidas.

No vaya a ser que entre los sanitarios españoles haya alguno que se llame Camborio y que cuando vaya camino del hospital, alegre pero acongojado, le de por hacer una fuente de sangre con cinco chorros, como le dio a Antoñito el Camborio cuando fue a Sevilla a ver los toros.

A todos esos héroes, gracias.

29 abr 2020 / 23:30
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