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Un cuerpo técnico muy profesional que iba más allá de sus funciones

El cuerpo técnico de aquel Compostela de la temporada 1993-94 demostró día a día su profesionalidad, pero lejos de limitarse a cumplir con sus funciones su labor iba mucho más allá al convertirse en muchas ocasiones en dinamizadores de ese gran ambiente que se respiraba en el vestuario. Ayudaban a que la plantilla fuera una verdadera familia. Y esa fue la clave del éxito.

Gabi Leis, santiagués de la zona de la rúa de San Pedro y exjugador del Pontevedra, asumió las labores de segundo entrenador. Sus conocimientos y su buena disposición siempre ayudó al equipo. Hoy vive en Pontevedra y está jubilado después de pasar por varios banquillos tanto como técnico principal o como ayudante de Fernando Vázquez.

Jesús Marque era el médico que estaba pendiente de cualquier contratiempo y que sabía mantener entre algodones la delicada musculatura de Ohen. El peor momento fue el de la lesión de Goyo en el campo del Palamós, en donde el tobillo le quedó haciendo un ángulo recto con la pierna en una fortuita fractura muy delicada. Hoy sigue vinculado a labores médicas en el Obradoiro al tiempo que da clases en un instituto compostelano.

José Andrés Rodríguez ejercía de preparador físico y era capaz de cumplir con la exigencias de un Fernando Santos que quería tener siempre al equipo a tope. Su carácter afable y su eterna sonrisa siempre jugaron a su favor. Sigue con su profesión.

Rubén Reñones era el fisioterapeuta del equipo. Mantenía a punto a todo el plantel con una profesionalidad y unos conocimientos impropios de su edad. No tardó en marcharse para Marbella, en donde su hermano, el exatlético Tomás Reñones, había fijado su residencia. Hoy en día dirige una clínica de fisioterapia en la localidad de la Costa del Sol.

Nito Moure ayudaba en todo lo referente a la equipación y al mantenimiento. Su excelente disposición y su carácter amable y simpático hizo que se granjease la amistad de muchos de los jugadores que pasaron por el club. Hoy en día está jubilado.

Chuco Barreiro era el empleado más antiguo del club. Se encargaba de las labores propias del utillero aunque no se desplazaba con el equipo. Bonachón y simpático no tardaba en empatizar con los jugadores, que siempre le demostraron su cariño tanto a él como a su mujer Maruja que se encargaba de la lavandería. Ambos están jubilados y es fácil verlos paseaeando por las calles compostelanas. Alguien podría pensar que estas piezas del engranaje tienen menos importancia, pero muchas veces ese pequeño detalle es el que conduce a la excelencia. Y en aquel Compostela todos eran claves. No había funciones desdeñables.

31 may 2019 / 21:05
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