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Cara y cruz en el fin de fiesta del Obradoiro

    EL OBRA llegó a la última jornada más difícil que se recuerda en la reciente historia de la ACB con los deberes hechos y con la dificultad implícita que significa la tremenda euforia de la digestión de la celebración y del exitazo que supone el continuar otra temporada más en la segunda y más competida, y, al mismo tiempo, más bonita liga del mundo.

    Aquí se juega a baloncesto individual, de equipo, táctico, técnico e incluso físico en aquellos equipos que tienen presupuestos muy elevados que se pueden permitir fichar este tipo de jugadores.

    No era fácil competir contra el Valencia Basket que se jugaba el tercer puesto y con Van Rossom y Dubljevic pletóricos en el juego y en el acierto, con Claver realizando grandes labores de intendencia de equipo de las que suman mucho, rebotes y defensa, junto con los Labeyrie, Rivero, López Aróstegui y Dimitrijevic, que fue el estilete que rompió la zona que en momentos planteó el Obra con sus bombitas. Un gran equipo que pudo romper el partido varias veces pero no fue capaz por la tenacidad del Obra para luchar y volver a entrar en el partido varias veces cuando parecía que estaba decantado para los taronjas.

    El trío de los Scrubb y Robertson, este un poco individualista de más al final, fue el sostén del equipo muy bien ayudados en la fase final por Okouo ya que Birutis no podía con la diferencia de kilos y calidad de Dubljevic, porque a pesar de su gran talento ofensivo, su físico lo limita mucho. La diferencia en el rebote, + 8 para los de Peñarroya y que no les templó el pulso en los tiros libre decisivos, evitaron que pudiésemos disfrutar de una prórroga más que merecida, en la que P. Scrubb, quizás uno de nuestros tiradores más seguros, falla el primero y tira a fallar el segundo porque había que buscar el milagro del rebote ofensivo.

    Partido emocionante que se resolvió con cruz otra vez. La cara de la fiesta fue sin duda la despedida de Albert Oliver. El mérito de la misma me imagino que tendrá el origen en las gestiones realizadas por Raúl López y Mateo ante la ACB, la aceptación por parte de esta de las mismas, y en Sar, tras una ovación larga e histórica (A mí todavía me duelen las manos de aplaudir), se pudo despedir a un jugador muy grande de nuestro baloncesto que ha dado muchas clases magistrales de lo que es saber jugar y dirigir un equipo. Incluso en los tres minutos que estuvo en pista dejó dos pinceladas del frasco de sus mejores esencias. La ACB es muy exigente a nivel físico y Albert ha tomado una decisión difícil y sabia. Le agradezco personalmente su ayuda en los entrenamientos del equipo EBA a los que alguna vez ha venido para completar sus prácticas necesarias para obtener el título de entrenador, y tanto Denis como los chavales disfrutaron de sus enseñanzas. Estoy seguro y así lo deseo, que ese gran jugador se transforme en un entrenador del mismo nivel, y por otro lado alegrarme como obradoirista de esta expléndida, merecida y bonita despedida que ha recibido en Sar. Solo queda felicitar a Moncho y a sus fieles Gonzalo y Víctor, al Consejo de Administración, a Mateo y a los jugadores que nos han permitido lograr lo que parecía muy complicado por el calendario y por la situación de guerra sin cuartel en la batalla de la permanencia. El Obradoiro sigue siendo un equipo de ACB con todos los méritos. Ahora a celebrarlo, disfrutarlo, valorarlo y ya vendrá el tiempo de comenzar a reinventarse otra vez.

    ENHORABUENA A TODOS.

    17 may 2022 / 00:50
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