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OBRADOIRO CAB: 50 AÑOS DE UN CLUB ESPECIAL (19) Figura clave para el baloncesto santiagués desde la directiva del CB Cluny, su vinculación con el Obra nace como árbitro y se mantiene como accionista y socio número 1 en activo TEXTO Cristina Guillén

Castelao: ‘juez’, testigo y un eslabón fundamental

El deporte compostelano, el baloncesto santiagués, estará siempre en deuda con José Manuel Castelao (Santiago, 1950). Nada sería igual sin su figura, sin su tenacidad, su empeño y su valentía, porque para que lo que ahora consideramos normal se librase de la etiqueta de inédito, fue necesario el paso adelante de gente como este santiagués concienzudo, de charla meditada, sonrisa aniñada y una desmesurada necesidad por aportar y ayudar.

El CB Cluny y Castelao llegaron a ser la misma cara de la moneda. Las gestas del club que ayudó a fundar en 1975 y que presume de dos Copas Galicia, un ascenso a 1.ª B (entonces segunda máxima competición nacional) y un Campeonato de España, cimentaron la historia del deporte en la ciudad dando protagonismo, poniendo siempre en valor, un baloncesto femenino que por entonces se sentía igual de respetado y de admirado que el masculino. Pero las inquietudes de este compostelano siempre fueron más allá. Su vocación y sus anhelos no entendieron nunca de disputas ni de hipotéticas fronteras entre franquicias, y por eso también Castelao es un eslabón más de esa cadena de personajes claves en la trayectoria del Obra en sus 50 años de vida.

Hoy es el socio número uno del Obradoiro CAB, uno de los más fieles aficionados cada fin de semana en Sar, pero su relación con la entidad se remonta a su papel de testigo en el nacimiento del club, a su etapa como árbitro en el gimnasio universitario, a su posterior participación como abonado y accionista en la SAD siempre con una inmensa predisposición a colaborar en toda iniciativa que fomente el crecimiento y consolidación de un proyecto del que se siente orgulloso, aunque entienda que sigue teniendo lagunas que mejorar.

El inicio. Alumno del colegio La Inmaculada (como muchos de los grandes protagonistas de la historia del Obra), José Manuel Castelao confiesa que “nunca tuve licencia de jugador porque era malísimo”, pero sí aprovechó la oportunidad que brindó José Manuel Couceiro a muchos compostelanos para en el año 69 sacarse el título de entrenador tras el nacimiento del Club Hesperia “aunque tampoco como técnico hice nada”. Fue como árbitro donde encontró su lugar dentro de un mundo del deporte que siempre le apasionó así que, con apenas 14 años, se estrenó como colegiado iniciando una trayectoria que no abandonaría hasta más de una década después. “Me metí en el comité, primero con el deporte escolar, después con el federado y luego cuando la Liga Universitaria nos requería también me introduje ahí. Estuve algunos años pitando sus partidos porque Pepe Vilas era el delegado y como tenía bastante relación con él me invitó”, detalla y continúa: “Era la época de jugadores como Edy Guadalupe, Bartolo, había gente muy interesante y había grandísimos jugadores y muy buenos equipos. Recuerdo los duelos entre Medicina contra Medicina Tropical que eran partidos muy bonitos, muy competidos y demasiados disputados”.

Ahí asomaban ya la cabeza las figuras del Obradoiro también: “Muchos estaban en Económicas, Quino por ejemplo también la jugó, pero estaban Faustino Masaguer... muchos de ellos que tenían estas ligas como parte de su entrenamiento”. “Había unas anécdotas muy comentadas en el colectivo arbitral y es que los árbitros de Santiago conocíamos el famoso balconcillo que había en el Gimnasio y no le dábamos importancia porque el arco que tenía que hacer el balón para canasta no lo interrumpía, pero los árbitros de fuera sí lo anotaban en el acta. Que recuerde nunca dio el balón ahí. Era algo que era insignificante”, echa la vista atrás.

“Yo llegué a pitar al Obradoiro en las categorías inferiores y en la Segunda Nacional. Al llegar ahí ya tienes unos conocimientos, pero no la práctica, y a nosotros la mejora de la técnica arbitral nos costaba porque no teníamos los medios actuales. Pero los jugadores también reconocían que el árbitro era una figura necesaria y respetaban nuestras decisiones”, subraya Castelao. “Yo era un colegiado mediocre, no puedo presumir de haber sido un gran árbitro, pero estoy contento de lo que hice. Para mí fue una función muy bonita”, añade.

Nacimiento. Y entre partido y partido, creciendo en lo personal, en lo deportivo y en lo profesional, Castelao fue testigo directo también del nacimiento del Obradoiro CAB un 5 de octubre de 1970. “En el año de su fundación Vilas me ofreció formar parte del grupo fundador, pero lo rechacé puesto que como árbitro entendía que no debía participar. Luego, cuando lo dejé, me di de alta como socio, siendo, desde hace varios años, el número 1 en activo”, afirma.

“El Obradoiro fue un movimiento que se generó entre ese grupo de amigos en la cafetería Royal donde había muchos momentos de debate, todos pasábamos por allí y había un buen ambiente. Era algo que veías que tendría futuro porque el movimiento era importante y en esas cosas siempre te apetece estar y aplaudirlas. Pero yo era árbitro y para mí no era ético el poder formar parte fundacional ni tampoco como directivo de una organización a la que luego en la pista tendría que pitar”, explica.

“En su trayectoria el Obradoiro ha tenido momentos importantes con la afición que venía del fútbol, con un pabellón antiguo construido por la Caja de Ahorros de Santiago y donde se creaba un ambiente extraordinario porque se llevaban empanadas incluso a la grada. Yo tenía a mi gran amigo, Juan Antonio Molero, un asturiano de pro que era todo un showman y eso sentó cátedra. No es que despreciase al contrario, pero sí les achuchaba e iba arrastrando a los demás. Fue importante ver todo ese movimiento”, recuerda con una sonrisa.

Algo más. Estaba claro que aquel Obra era el inicio de algo más para la ciudad. “El baloncesto entonces estaba ubicado en los colegios y siempre hubo germen. El movimiento de Obradoiro se generó con personas universitarias y personas a las que les gustaba el deporte. Fue un gran acierto porque creó participación. Las personas que realmente promovieron su fundación arrastraron a los compostelanos y eso se derivó también a través de los clubes. En los 39 años que estuve en Cluny percibía al Obradoiro como el club que tenía que llevar realmente la bandera de la ciudad, colectiva, para que de alguna forma los demás empujásemos hacia un camino donde se pudiera llegar lejos. Pero la ventaja que tenía Santiago es que también tenía centros de enseñanza donde se practicaba baloncesto y se triunfaba”, sopesa.

Aunque el club compostelano también sufrió un duro via crucis tras estar al borde de su desaparición. El capítulo del rescate in extremis aquel 30 de septiembre de 1992 por parte de José Ángel Docobo y José Ramón Mato fue un gesto de heroicidad de dos personas que, como fue su caso con el CB Cluny, demostraron que el amor por un club se demuestra con hechos, no solo con palabras. “Yo fue algo que viví con mucha pena. Ante la injusticia que realmente había sucedido, como un ciudadano más al que le gusta el deporte te molesta, te enfada, y aparte ves que los dirigentes de la Federación no han sido justos ni han reconocido su culpa. Para mí ese tiempo fue de mucha inquietud y de mucha tristeza, con ganas de que se resolviese y sobre todo con mucho agradecimiento hacia las personas que estuvieron ahí”, confiesa.

“La llegada de Docobo, junto con Mato, te daba cierta tranquilidad. Sabíamos que los equipos funcionaban con mucho esfuerzo por parte de ellos y por eso siempre tendrán mi reconocimiento y mi aplauso porque fueron personas de club y sé lo que eso significa. Pero no se les ha ayudado, lo que es una pena. Los hemos dejado solos y solos han hecho ese trabajo. Luego cuando sí las cosas fueron bien todos les aplaudimos y les agradecimos el trabajo que fue muy positivo y de ahí los resultados”, asevera sin olvidar en su relato a gente como “Millán, Pepe Martínez, José y Teresa, que estuvieron vinculados a la gestión en el antiguo pabellón de Sar, Legi...”.

Bodas de oro. Por todo ello, por lo que ha podido vivir, disfrutar y hasta ejercer de notario, entiende José Manuel Castelao la importancia y el mérito de que un club como el Obra haya podido alcanzar los 50 años de vida. “Después de todas las vicisitudes, hay que aplaudir a todas las aportaciones que han hecho tantísima gente para poder mantener la inquietud. Los dirigente de ahora también tiene su importante contribución porque tener una ACB en Galicia no es fácil”, medita. “Si hacemos una evaluación de su recorrido nos encontraremos con muchísima gente que ha dedicado mucho tiempo, que han puesto también bastante dinero, y de alguna forma es el fundamento de lo que fue el Obradoiro y de lo que está siendo la realidad en este momento”, añade.

UNA ASIGNATURA PENDIENTE
“Les ofrecía ‘apadrinar’ la sección femenina del Cluny”

··· El presidente Raúl López ha confesado más de una vez su intención de que el Obradoiro cuente por fin con equipos femeninos, pero cuando surgió la oportunidad de que el deseo se hiciese realidad, no se aprovechó. “Yo tuve una conversación con José Luis Mateo (actual director general) cuando nosotros veíamos que el CB Cluny ya no podía continuar”, expone Castelao. “Hablé con él y le ofrecí apadrinar toda la parte femenina, porque la masculina se iba de alguna manera colocando en las diferentes entidades deportivas de la ciudad, pero para las niñas el resto de los colegios y equipos estaban ya a tope, por decirlo de alguna manera, y no queríamos que se quedasen sin poder jugar. Me contestó que no, que el masculino era lo que primaba y que todavía estaba intentando asentar la base para tener buenos equipos, conjuntos competitivos, así que de momento se iba a dedicar al masculino”, añade.

··· Reconoce el santiagués, un fijo en las reuniones tanto de socios como en muchas de las juntas de accionistas de la entidad, que en las asambleas del CAB la creación de una sección femenina “se pospuso porque no estaba en la identidad de las personas que estaban dirigiendo al club”. “A mí sí me hubiese gustado lógicamente que el Obradoiro en su base tuviese una parte femenina”, asevera quien siempre ha luchado por un baloncesto igualitario.

Noches de arduos debates entre los socios

Quienes hayan tenido la oportunidad de asistir a alguna de ellas, asentirá sin duda cuando se recuerden los arduos debates que se solían mantener en las antiguas asambleas de socios del Obradoiro CAB. En esas reuniones se exponían todas las opiniones, se rebatían, se buscaban soluciones a los problemas además de detallar punto por punto casi el día a día de la actividad de la entidad. Eran otros tiempos.

“Había dos tipos de asambleas y las del CAB se fueron extinguiendo, no se están haciendo cuando eran muy importantes pues estimulaban a la gente”, afirma. “En ellas había debate porque había inquietud tanto por cuestiones extradeportivas como por las deportivas. Las personas que han estado trabajando para que el Obradoiro se consolidase en la Liga ACB son las que formaban también parte de esas asambleas y de ahí salió el espíritu de participación del club. Antes el abonado no solo pagaba la cuota y ya está, si no que era partícipe de las decisiones. Y las opiniones y lo debates eran lo que realmente servía a los directivos para reconducir las situaciones”, asevera. Pero “desgraciadamente esas cosas se extinguieron aunque sigan siendo necesarias”.

José Manuel Castelao se siente parte activa e implicada de la entidad y han sido muchos los momentos en los que le tocó dar un paso al frente. Como en 2012, año en el que junto a Sito Quintela, del Pío XII, y formando parte ambos del Consejo Municipal, participó en una campaña con empresarios de la comarca para solicitar su colaboración en la compra de acciones de la SAD. También en 2015, al igual que los también asambleístas Evaristo Rodríguez y Miguel Ángel Fernández, integró la Junta Electoral en las elecciones a la presidencia del club. Además, como miembro de la Directiva de la Federación Gallega de Baloncesto (a la que estuvo ligada 6 años), se encargó de la “relación con los clubes” en una interlocución bidireccional que en el caso del Obra cree que dio sus frutos.

Ahora se mantiene como socio, abonado, accionista... e incluso colabora con aportaciones a la Fundación Heracles al tiempo que no dudó en adquirir un Ladrillo-Azulejo con motivo del 50 aniversario. Nadie le puede negar sus ganas de sumar.

En el debe insiste en que el Obra adolece de una mayor conexión con la sociedad. “Falta identificación. Nunca fue capaz de capitalizar la representatividad de los clubes de la ciudad como la entidad con el equipo en la superior categoría”, sopesa.

20 jun 2021 / 01:00
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