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Cien años del anillo negro (I)

    UN DÍA COMO AYER, pero de hace 126 años, nacía el Comité Olímpico Internacional y con él los Juegos Olímpicos Modernos. Desde aquella efeméride, cada 23 de junio se celebra el Día Olímpico para conmemorar el invento del barón Pierre Frédy de Coubertin que, 12 años más tarde, idearía su icono principal partiendo de la vesica piscis: los cinco anillos olímpicos. La carta magna de los Juegos recogía -hasta 1951- que los cinco aros representaban los cinco continentes. Fue el propio Coubertin quien reconoció que con sus seis colores -azul para los mares de Oceanía, verde para los bosques de Europa, rojo para los indígenas americanos, negro y amarillo para las gentes de África y Asia y blanco para la paz en el mundo- se podían formar las banderas de todos los países que competían originariamente en los Juegos.

    Emblema y bandera fueron creados para el Congreso Mundial Olímpico de París de 1914, suspendido por el estallido de la I Guerra Mundial, por lo que su debut oficial se produjo en los Juegos de Amberes de 1920.

    El anillo negro, al igual que sus cuatro gemelos, cumple cien años en 2020. Un curso que siempre quedará marcado (además de lo evidente) por la riada de disturbios y reivindicaciones generados a raíz de la muerte de un negro -George Floyd- por una asfixia mecánica provocada por un blanco -Derek Chauvin-, policía de Mineápolis. Sin embargo el deporte y sobre todo el olimpismo, donde se unen los seis colores cada dos años, nos aportan ejemplos que demuestran que, como dijo el preso 466/64 de Robben Island rebelado contra el apartheid, “es más poderoso que los gobiernos para derribar barreras raciales”.

    El saludo del Poder Negro estremeció los Juegos México de 1968 y la vida de sus protagonistas. Tommie Smith y John Carlos se subieron al primer y tercer cajón del podio del Estadio Universitario para recibir los premios de los 200 metros. El australiano Peter Norman ocupaba el segundo escalón. Aconsejó a los atletas afroamericanos que compartiesen el único par de guantes negros del que disponían, ya que Carlos se había olvidado los suyos en la villa. Además, Norman portaba en su chaqueta la insignia del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos. Smith y Carlos fueron condenados por su gesto, relegados al ostracismo y amenazados de muerte. Norman fue ignorado por medios y autoridades australianas. No fue seleccionado para Múnich 72. Contrajo gangrena, entró en depresión y cayó en el alcoholismo. El día de su muerte, Smith y Carlos portaron su féretro.

    Tres décadas antes, en los Juegos de Berlín de 1936 Jesse Owens ganó cuatro medallas de oro -100, 200, longitud y relevos 4x100- para aniquilar de modo devastador las teorías supremacistas de la raza aria. Se dice que Hitler se negó a reconocer sus éxitos y a saludarle.

    En la final de longitud, un alemán -Lutz Long- aconsejó al corredor de Alabama que saltase un poco más atrás para evitar el nulo. Cuando Owens se hizo con el oro, ambos se fundieron en un intenso abrazo. Fue tan solo el inicio de una sólida amistad que mantenían por correspondencia. Se cuenta que por aquel gesto Long fue enviado al frente ruso pero parece que todo quedó en una pequeña reprimenda de Rudolf Hess. Combatiendo ya en los estertores de la Segunda Guerra Mundial, Long pidió a Owens que viajara a Alemania para conocer a su hijo y contarle la amistad que habían tenido.

    25 jun 2020 / 01:00
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