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KASSIUS ROBERTSON Jugador del Monbus Obradoiro

“Cuando jugamos bien y todos unidos, somos un equipo con nivel de ‘play-off’”

{ Toronto, Ontario (Canadá), 1994 } Aunque Laurynas Birutis se lleva los focos, Kassius Robertson es una de las sensaciones del Monbus Obradoiro, en el que ya aporta 15,1 puntos y 3 asistencias por partido. Acostumbrado a superar obstáculos, disfruta de cada paso en su aventura sin perder de vista su sueño: la NBA. Mientras, confía en seguir sorprendiendo en una gran temporada individual y colectiva, que espera terminar por todo lo alto.

Empecemos por su nombre. Kassius Macdonald Robertson.

Mi primer nombre viene de Cassius Clay, mi madre me lo puso por él. Cambió la c por la k, supongo que para ser diferente. Y Macdonald, creo que es el segundo nombre de mi abuelo. No tiene demasiado significado, pero mi madre me lo puso por su padre.

Nació y creció en Toronto, ¿no? ¿Cómo fue su infancia?

Buena. Normal, supongo. Toronto es una gran ciudad, sobre todo para la gente con varios orígenes, como es mi caso. Mi padre era inmigrante, llegó a los 13 o 14 años desde Jamaica. Toronto es muy cosmopolita, hay gente de muchas partes y con mezclas como la mía. Es muy acogedora para todos porque estamos acostumbrados a eso. Es una buena ciudad para vivir. Hace demasiado frío, eso es un asco, pero me encanta la ciudad y volver cada verano.

¿Usted estuvo en Jamaica?

Sí, fui cuando tenía unos doce años, durante unos días. Era bonito, tengo buen recuerdo.

¿Cómo empezó a jugar al baloncesto?

En serio, cuando tenía 13 años. Ahí fue cuando empecé a jugar fuera de los equipos del colegio.

¿Y por qué el baloncesto?

En Toronto es hockey o baloncesto, porque en Canadá tenemos una de las mejores selecciones. Pero el hockey es caro, por todo el equipamiento. Y en mi barrio, con una pelota y una canasta ya no necesitabas más. Me enamoré del baloncesto porque todos mis amigos jugaban y me encantaba. Jugar me hacía feliz. Cuando vi que era bueno, empecé a tomármelo en serio.

¿ Y cuándo empezó a pensar en dedicarse a esto profesionalmente?

Es una buena pregunta (piensa). Creo que en mis dos primeros años de universidad no lo pensaba nunca, simplemente pensaba que estaría bien. No había visto a nadie hacerlo. De donde soy yo, la gente jugaba en el instituto y ya está, no se iba a Estados Unidos, y evidentemente no se iba a Europa. Tampoco tenía ejemplos cerca para pensar que podría jugar en Europa, aunque sí hubo un par que llegaron a la NBA. Era muy raro. En los dos últimos años en la universidad empecé a ver compañeros que saltaban al profesionalismo, que iban a Europa y les iba bien. La NBA era el gran objetivo, y aún lo es, pero ahí vi que había otras opciones, fue cuando pensé que podría ser lo suficientemente bueno y que además era algo que quería hacer, no quería dejar el baloncesto después de la universidad. Me gusta demasiado.

No recibió demasiadas ofertas de universidades americanas. Terminó en Canisius, que no es muy conocida. ¿Cómo fue el proceso?

Un poco loco, porque Canisius fue la única oferta, fue el único sitio que me aceptó. Tuve suerte, porque tenían un hueco en la plantilla y querían llenarlo. Recuerdo que fui durante el verano a una especie de prueba, jugué bastante bien y al día siguiente el entrenador me ofreció una beca si la quería y le dije: ¡Claro que sí! Es uno de los grandes momentos de mi vida, porque era como un sueño jugar en la Division I de la NCAA. No recibí mucho interés, en mi generación los canadienses no tenían demasiado reconocimiento y hoy en día a las universidades estadounidenses les encantan los canadienses. Fue muy duro. Pensaba en quedarme en una universidad canadiense, cerca de casa, hasta que llegó esa oferta y salté de alegría.

Aún así, se pasó el primer año entrenando, sin jugar nada.

Sí, se llama redshirt year. Lo haces para no perder un año de jugar, porque solo puedes hacerlo cuatro años como universitario. Los entrenadores lo hacen cuando no estás realmente preparado para jugar, cuando no tienes mucho sitio o no eres muy fuerte, como era mi caso. Estaba Billy Baron, que ahora juega en el Zenit, era el escolta titular y jugaba los 40 minutos, yo no iba a tener oportunidades. Era muy bueno, es un gran amigo mío. Eso me ayudó porque no me preocupé por jugar y pude centrarme en trabajar.

De hecho, he leído que trabajaba tanto que tenían que echarlo del pabellón. ¿Era así?

Sí, era una cultura diferente. A mí me encantaba ir al pabellón, pero cerraba a las 10 de la noche porque Canisius es una universidad pequeña. Teníamos entrenamiento hasta las 6 y después iba a comer algo para volver al pabellón, pero llegaba sobre las 9 o así y alguna vez estábamos echando unos tiros y la seguridad nos tuvo que echar.

Y su último año se trasladó a Missouri, una universidad potente. ¿Fue mucho salto?

Enorme. También me daba miedo. Sabía, y lo hablaba con mis entrenadores y con mi familia, que quería medirme con posibles jugadores de NBA y tener la oportunidad de llegar ahí. Eso no lo podía hacer en Canisius. Además, mi sueño era jugar en el Torneo de la NCAA y en Canisius no iba a ocurrir. Declaré que me iba a trasladar y recibí ofertas de casi todas las grandes universidades. Elegí Missouri por el entrenador, Cuonzo Martin. Fue un gran salto. Teníamos nuestro propio avión, nuestro propio comedor, nuestra propia pista de entrenamiento que estaba abierta las 24 horas del día, así que ya no me iban a echar. Podía estar hasta las 2 de la madrugada allí, varias veces dormí en el vestuario, que tenía camas, televisión... Fue increíble, de los mejores años de mi vida.

Y al acabar no recibió mucho interés de la NBA y fichó por el Bayreuth alemán. ¿Fue duro cambiar el chip para venir a Europa?

Fue un proceso complicado. Creo que mi último año en Missouri jugué muy bien, que fui uno de los mejores jugadores del país. Y no me llegó nada de la NBA. Me dolió un poco, pero recibí un par de ofertas de Europa y pensé que la de Alemania era la mejor. Fue duro dejar la NBA a un lado y centrarme en jugar bien en Europa, pero era una buena oportunidad y para los novatos es un año muy importante, porque puedes generarte una mala reputación si no juegas bien o tienes mala actitud. Fue un shock cultural, enorme. Cualquier novato te lo diría, son vidas muy distintas. Sobre todo la barrera del lenguaje se hace dura. Pero fue un buen año para abrirme los ojos, nunca había venido a Europa. Fue una gran experiencia, hice muchos amigos y lo pasé muy bien.

¿Pensó: Voy a jugar tan bien que les voy a demostrar a los equipos de la NBA que estaban equivocados?

Sí, aún lo hago. Cada día pienso que mi objetivo es volver a Estados Unidos y jugar en la NBA. En mi primer año lo hice lo suficientemente bien como para estar en la Liga de Verano con los Hornets. Me dieron la oportunidad y no lo hice mal, aunque ahora soy mejor jugador. Con el coronavirus se canceló la última edición y creo que habría tenido otra oportunidad pero ojalá el próximo verano vuelva. Sigue siendo mi objetivo y pienso en ello cada día.

Sabe que muchos dieron un salto tras jugar en el Obradoiro. Como Matt Thomas, que precisamente ahora juega en Toronto. ¿Eso le motivó para venir?

Sí, seguro. Lo hablé con mi agente. Matt y yo estamos en la misma agencia de representación, Octagon, y ellos lo saben todo sobre la experiencia de Matt aquí, cómo jugó muy bien y aprendió mucho de Moncho, que sabe cómo desarrollar a los aleros. A todos los jugadores en general, pero quizá los aleros especialmente. Cuando estábamos eligiendo mi destino para esta temporada, no me lo pensé mucho. Además, la ACB es la mejor liga doméstica de Europa.

¿Y es como esperaba? Tanto el club como la Liga Endesa.

La Liga, seguro. Es muy dura, cada partido te exige el 100 % para ganar, y para nosotros está siendo complicado por las lesiones. Estamos teniendo muy mala suerte, pero creo que estamos bien situados. Sabemos lo que tenemos que hacer y cuando estemos sanos seremos mucho mejores. Los compañeros son geniales, Moncho es genial, todos tienen una actitud positiva y confianza, así que es muy fácil estar aquí. Muchos equipos tienen un ambiente negativo y puede hacerse duro, sobre todo para los de fuera y más con el coronavirus que no te deja hacer muchas cosas. Si estás en un ambiente negativo, se te hace muy duro el año. Aquí todos hacen un gran trabajo para crear un ambiente positivo y que este sea un sitio en el que mejorar cada día.

El equipo está en una racha de cuatro derrotas, aunque ante grandes equipos como Valencia, Málaga, Baskonia y Burgos. ¿Se debe a las lesiones que están sufriendo?

No podemos decir que habríamos ganado con todos sanos, pero ya tuvimos la opción de hacerlo aunque teníamos lesionados. Y las lesiones son parte del juego, tienes que estar preparado. Obviamente confiamos en que todo el mundo esté sano pero puede no ser el caso y debemos lidiar con ello. Ahora nos estamos centrando en los malos momentos que tenemos. Hacemos un baloncesto increíble durante 35 minutos pero tenemos que conseguir que sean 40, porque esos últimos cinco minutos son claves. Sería una temporada muy diferente para nosotros si jugamos esos cinco minutos más. Valencia, Baskonia, Real Madrid, Málaga... Fueron partidos muy apretados, corrigiendo un par de errores habríamos ganado. No creo que sea por las lesiones, sí que nos encantaría tener a todo el mundo sano y sería distinto, pero aún así necesitamos esa concentración.

¿Cree que el Obradoiro puede hacer algo especial esta temporada?

Sí, seguro. Creo que somos un equipo de play-off. Cuando jugamos bien y todos unidos, somos un equipo de play-off, seguro. El tema es: ¿podemos hacerlo en cada partido y durante los 40 minutos?

Por lo que me han dicho, usted es especialmente trabajador.

Sí. Primero, esto es lo que me gusta hacer, así que para mí es divertido estar tirando horas y horas. Además, quiero ser un buen jugador, quiero ir a la NBA y llegar al nivel más alto que pueda, sea donde sea.

Muchos jugadores comentan que el sistema de Moncho Fernández en el Obradoiro es, de alguna manera, único. ¿Fue difícil adaptarse?

Lo fue al principio, sobre todo porque llegué tarde y entrené diez días antes del primer partido. Aprender todas las jugadas, porque Moncho tiene un millón, los esquemas defensivos... Está claro que fue difícil pero creo que te permite crecer como jugador, potencia muchísimo tu mentalidad, tu inteligencia sobre la pista. Y si alguna vez soy entrenador, puedo aprender muchísimo.

También le da libertad.

Sí, te da libertad y la capacidad de tomar decisiones por tu cuenta, que es la mejor manera de progresar.

¿Esperaba tener este impacto desde el principio?

(Piensa) No tenía muchas expectativas, solo pensaba en dar lo mejor de mí y no asustarme. Eso era lo primero, no asustarme por estar en esta Liga, jugase contra quien jugase. Solo salir y hacer lo que sé. Fue difícil salir de titular y cada vez más porque lo estoy haciendo bien y los equipos se centran más en mí. He tenido altibajos así que se trata de adaptarse, encontrar cómo ser mejor. En cuanto a expectativas, solo espero dar lo mejor de mí. Sé qué jugador soy, que puedo anotar, tirar, pero intento ser más completo y ojalá a final de temporada sea mejor que al principio.

¿Quién es su mejor amigo aquí?

Es difícil. Me gustan todos pero creo que me río más con Mike [Daum]. Es un poco payaso, es muy gracioso. Puedo nombrar a varios. Chris [Czerapowicz] es un gran tipo. Me encanta Álvaro [Muñoz], me río muchísimo con él. No hace muchas bromas, pero cuando las hace es muy gracioso. Y su inglés no es el mejor así que lo hace aún más gracioso. Pepe [Pozas] es un gran tipo, es mi compañero de habitación y pasamos mucho tiempo juntos. Sí, todos. Estamos juntos todos los días al menos cuatro horas así que nos conocemos bastante bien.

Empezó a llevar la cinta en la cabeza esta temporada, ¿no?

Sí, en verano. Uno de mis compañeros con los que jugué en Canadá la tenía. Y me gustó. Él se retiró este verano, así que le envié un mensaje: Eh, te voy a robar la cinta. Y dijo que vale. Me gustó, es distinto. Normalmente uso alguna manga, que creo que también lo haré, pero sí, me gusta probar cosas distintas y tener un aspecto diferente.

Su trayectoria, sus tatuajes, la comida...

Comienzos. Kassius Robertson creció en Toronto, donde se hizo aficionado a los Raptors de la NBA y empezó a destacar en los institutos de Thornlea y Vaughn. Empezó su etapa universitaria en Canisius (en Búfalo, Nueva York), el único centro que le ofreció una beca, y su talento lo llevó a terminarla en Missouri. En 2018, la NBA se olvidó de él y dio el salto a Europa, primero en el Bayreuth alemán (2018/19) y después en el Fortitudo Bolonia (2019/20), hasta fichar por el Obradoiro el pasado verano.

En su piel. Dice que no lleva tantos tatuajes, “unos diez”, aunque sus brazos están cubiertos de tinta. En ellos lleva el nombre y la inicial de su madre Shannon, también la primera letra de su propio nombre y del de su hermano, Tosh. Luce también el código postal de su hogar, motivos religiosos, un balón de baloncesto y un ‘3’. “Es mi número, aunque Kartal me lo quitó este año”, lamenta. Por eso ahora porta el ‘30’.

La mejor gastronomía. Como profesional ha jugado en Alemania, en Italia y en España, y no duda de que la mejor comida es la que ha probado en Santiago. “Lo escribí en mi Instagram o en Snapchat y los italianos se volvieron locos”, dice Robertson, quien lamenta no poder disfrutar tanto de su experiencia en la capital gallega por culpa del coronavirus. También le gusta el cine, la música (especialmente artistas de Toronto) y sobre todo ver baloncesto. “Si emiten algo de básquet, me pongo a verlo”, reconoce.

“Mi madre lo dio todo por mí y por mi hermano, es una superheroína”

Lleva el nombre de su madre tatuado en el brazo, lo que evidencia la importancia que ha tenido y sigue teniendo en su vida. Fue ella, Shannon Robertson, quien se encargó de Kassius y de su hermano Tosh, porque su padre, Wadsworth Walters, se marchó de su hogar pronto. “Mi madre y mi padre nunca se casaron. Él vivió con nosotros mientras yo era un bebé, hasta que tenía dos años o así. Ahora tengo relación con él y hablamos, pero en nuestra casa solo estábamos mi madre, mi hermano y yo. Hablo con mi padre a veces, está sano y es un buen tipo”, explica el escolta del Monbus Obradoiro, a quien le cuesta encontrar las palabras para agradecer a su madre el sustento, el apoyo y la ayuda que le ha brindado durante toda su vida.

“Ella es muy importante para mí. Me dio la vida, me crió, me mantuvo protegido, puso comida en la mesa... Lo dio todo por mí y por mi hermano, es una superheroína”, asegura el jugador del equipo santiagués. “Es, de lejos, la persona que más cree en mí. En cuanto a baloncesto y a todo. Siempre me anima, siempre es esa persona que me dice cosas positivas, que me da confianza. Quise dejarlo muchas veces y ella siempre me habla para animarme. Soy incapaz de expresar todo lo que significa mi madre para mí”, reconoce Kassius.

“Muchos están abriendo los ojos ahora, con suerte cambiaremos las cosas”

Sabe lo que es abrirse camino sin apenas recursos, superar los obstáculos que el sistema impone a las personas de origen más humilde, y tanto en Canadá como en Estados Unidos ha visto el racismo y las barreras que movimientos como Black Lives Matter intentan derribar. “Muchos lo ven como un problema de Estados Unidos, pero para mí es algo mundial, está en todas partes. Hay un racismo sistemático y una opresión a las minorías sin darles oportunidades reales”, argumenta.

“Vengo de un origen humilde, de crecer en viviendas sociales. He visto cómo de difícil es para los jóvenes de raza negra salir del sistema, o mejor dicho del ciclo en el que están. Sobre todo en Estados Unidos, viví allí seis años y lo vi”, continúa Robertson. “Es duro, es muy duro, porque no tienes muchos modelos que seguir. Ese es uno de los grandes problemas. Conocemos a mucha gente a la que no queremos parecernos, pero no a muchos a los que sí queremos imitar. Así que al final vamos detrás de nuestros amigos, que no hacen nada. Muchas veces la única manera de salir de los barrios y de los guetos es delinquiendo. Es un círculo vicioso que sigue girando y repitiéndose”, lamenta.

Pese a todo, Kassius tiene esperanza: “Muchos están abriendo los ojos, así que con suerte haremos que las cosas cambien”.

29 nov 2020 / 01:00
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