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MUNDIAL DE SUDÁFRICA Hoy se cumple el décimo aniversario desde que todo un país empujara en el remate de Andrés Iniesta que nos hizo campeones del mundo // Tantas generaciones después, tantas épocas de sinsabores y frustraciones, recibían al fin su merecida recompensa TEXTO José Antonio Pascual

Diez años de la estrella de España

11 de julio de 2010. Estadio Soccer City de Johannesburgo. Fecha y escenario imborrable para la historia del fútbol español. Hoy se celebra el décimo aniversario del día en que la Roja alcanzó la cima del mundo.

España, tras noventa años de sinsabores, de encadenar decepciones y frustraciones, se proclamaba por fin campeona mundial. Un gol de Andrés Iniesta a los 116 minutos, con un disparo cruzado, sellaba el 1-0 sobre Holanda que coronaba a una generación dorada que levantó Luis Aragonés para devolverla al cetro europeo dos años antes en Viena y que después guió con su templanza Vicente del Bosque.

Era un colofón a un Mundial al que España llegaba por una vez como sólida favorita. Resguardada en el título europeo obtenido en la capital austríaca, pero sobre todo en su fútbol combinativo que lideraban futbolistas como Xavi Hernández e Iniesta y por un grupo convencido de su modelo.

Fue el fin de fiesta glorioso a un torneo que empezó mal el 16 de junio de aquel 2010. España tuvo un inicio decepcionante con una derrota inesperada ante Suiza. Se trató de un accidente futbolístico. Incluso se le cuestionó al seleccionador el porqué formar con un doble pivote con Sergio Busquets y Xabi Alonso.

Fue algo innegociable para el técnico salmantino, cuya defensa al centrocampista azulgrana fue tan sencilla, templada, como contundente. Los internacionales españoles se conjuraron a partir de aquel momento, mantuvieron la confianza en un modelo y un estilo que estaba fuera de toda duda.

David Villa emergió en su faceta de gran goleador de la historia de la selección. El despertar de la Roja fue un hecho. Lo corroboró un doblete ante Honduras del asturiano en el estadio Ellis Park.

Y se confirmó con el pase a octavos tras ganar a Chile en el Loftus Versfeld de Pretoria (2-1). Villa, de nuevo, e Iniesta firmaron el difícil triunfo ante la Roja sudamericana que dirigía Marcelo Bielsa.

La andadura española no fue ni mucho menos fácil a partir de ahí. Resolvió todos sus encuentros por 1-0, con muchos más apuros que lo que su fútbol y su mando en los partidos decía.

Villa ajustició a la Portugal de Cristiano Ronaldo en octavos en Ciudad del Cabo y en Ellis Park a Paraguay en cuartos, aunque ante el cuadro de Gerardo Tata Martino la figura de Iker Casillas fue determinante, al detener un penalti a Óscar Cardozo con 0-0 en el marcador.

Superado ese histórico escollo de cuartos de final, los jugadores de Del Bosque se liberaron aún más. Crecieron incluso. En la semifinal, ante la todopoderosa Alemania de Joachim Löw, otra vez en Durban como sede, cuajaron el mejor encuentro del torneo.

España fue un vendaval futbolístico que minimizó durante buena parte del encuentro a un equipo tan potente como el germano, que había dejado en la cuneta a Inglaterra y a la Argentina de Leo Messi, a ambas por goleada.

Mereció un resultado más amplio España, pero le valió con un remate de cabeza a un córner botado por Xavi Hernández de Carles Puyol. El gol conseguido a los 73 minutos otorgó la recompensa merecida y ansiada tras tantos años. España se metía en la final, que se disputaría cuatro días después, con otra eterna aspirante, pero con mayor experiencia en estas lides, como Holanda.

El fútbol estuvo con España ante una Holanda desconocida, que tuvo que recurrir en más de una ocasión a las brusquedades para frenar a un rival superior -como la patada en el pecho de Nigel de Jong a Xabi Alonso-, aunque fueron suyas las oportunidades más claras.

Ahí de nuevo apareció Iker Casillas, sobre todo en una a los 62 minutos en la que, milagrosamente, sacó su bota derecha para salvar un mano a mano con Arjen Robben, al que arrebató otro balón cuando trataba de rebasarle.

Dramatismo elevado a la enésima potencia. Ni el fútbol de España ni las contras holandesas pudieron desnivelar el partido, que marchó a la prórroga. Tampoco esta provocó desequilibrio hasta que llegó la jugada del minuto 116.

Iniesta apareció en escena en una jugada de ataque cuando el partido languidecía para, de tacón, enviar a Cesc, este de nuevo a Navas, quien entregó el esférico a Torres, éste ya en la zona izquierda del ataque. El delantero madrileño decidió mandar al área ante la entrada de Iniesta, pero Rafael van der Vaart, metido a labores de lateral zurdo, cortó la acción.

Con la fortuna para España de que fue a parar a Cesc. El exazulgrana, actualmente en el Mónaco, vio libre a Iniesta que, habilitado por Van der Vaart, enganchó un derechazo cruzado que superó a Maarten Stekelenburg y encumbró el sueño de un equipo, de numerosas grandes generaciones de futbolistas que no encontraron la recompensa y de todo un país.

El fútbol por fin era justo con España y la Roja, también al fin, alcanzaba la cima del mundo.

11 jul 2020 / 01:00
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