El Deportivo, en un cruce de caminos entre la continuidad y partir de cero

Amaneció el deportivismo el domingo con esa sensación de irrealidad que sigue a la frustración de un sueño evaporado. Una suerte de pesadilla que no parece cierta, que uno se resiste a creer, pero que, cuando uno abre definitivamente los ojos, no queda más remedio que aceptar y asumir. El equipo herculino tendrá que penar por tercer año consecutivo en una categoría poco acorde con el historial de uno de los nueve campeones de liga y con una de las aficiones más fieles e involucradas del fútbol español.

Las espectaculares imágenes del recibimiento al equipo antes del decisivo encuentro ante el Albacete causaron asombro y admiración. Una marea blanquiazul envolvió el entorno de Riazor dando colorido y ambiente a una cita que parecía propicia para volver a la categoría de plata. De poco sirvió llenar un estadio que incluso se quedó pequeño para albergar la cita y que hizo reaparecer la reventa de localidades, un clásico reservado a partidos de otro calado. Respondió la ciudad y una afición contumaz, inasequible al desaliento, y con una capacidad de movilización que causa envidia en otras latitudes. Falló, una vez más, el equipo.

Habituado a recibir mazazos históricos, vivir en la tercera categoría del balompié estatal no es algo nuevo para el Deportivo, que, sin embargo, había superado a la primera sus otras dos caídas a esos escalafones. Cuando aún no existía la Segunda B, tuvo que penar un año en Tercera, la campaña 1974-1975, después de dos descensos consecutivos. Probó la Segunda B en la 1980-1981, acompañado del Celta, y subió de inmediato, también de la mano de su eterno rival. El polémico descenso ante el Fuenlabrada en 2020, en una jornada final adulterada por LaLiga y la Federación con la permisividad del Consejo Superior de Deportes, devolvió al equipo blanquiazul a un pozo del que hasta el momento ha sido incapaz de salir.

Con el interrogante abierto sobre el formato y el escenario que tendrá el playoff el próximo curso después de las críticas recibidas, aunque hay firmado un contrato para que Galicia sea la sede de la fase de ascenso dos años más, el Deportivo empezará a trabajar desde hoy en la planificación de su nuevo proyecto para regresar a Segunda. En la Primera RFEF del próximo curso habrá un equipo gallego más, el Pontevedra, y repetirán, además del equipo herculino, el Racing y el Celta B, con el morbo añadido de poder ver de nuevo un enfrentamiento ante el filial celeste, que concitó mucho seguimiento en las dos últimas temporadas. Además, el conjunto blanquiazul podría tener como rival al Fuenlabrada, uno de los cuatro descendidos.

Pese a tener contrato por una temporada más, no es seguro que Borja Jiménez, que aseguró sentirse con fuerzas para seguir adelante, sea el inquilino de un banquillo tristemente eléctrico en los últimos tiempos: desde 2014 el Deportivo ha tenido más entrenadores que los que acompañaron la presidencia de Augusto César Lendoiro en los 25 años anteriores. Una constatación de la falta de paciencia y criterio en un club en el que sus últimos rectores, hombres de empresa ajenos al mundo del fútbol, han vivido al borde de un ataque de nervios impropio de quien debe regir con coherencia la entidad.

La revalorización de algunos jugadores y el bajo rendimiento de otros también invita a pensar que habrá muchos movimientos en la plantilla, lo que supondría un problema añadido a la hora de contar con una base sobre la que asentar el trabajo hecho hasta ahora.

La afición, desencantada después del nuevo fiasco, seguro que ejercerá de nuevo su fuerza motriz para fortalecer las opciones del equipo para subir. Porque el deportivismo “es un sentimiento”, como canta una hinchada que no se cansa de repetir: “Nos van a ver volver”. El caso es saber cuándo.