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El mejor regalo de Reyes: pasión y valores

TODOS LOS QUE deis por claudicado el tiempo navideño abiertos los regalos de Reyes, os equivocáis. El tiempo litúrgico de Navidad no concluye hasta el Bautismo, que se celebra el domingo siguiente a la Epifanía y es un tiempo muy valioso porque te concede hasta una semana extra para seguir comiendo panettone sin caer en el flagelo de los propósitos de año nuevo y sin tener que escuchar a Bernard Summer golpeando tus sienes al son del verdadero Blue Monday, donde todo el dolor es de verdad: “And I thought I was mistaken. And I thought I heard you speak”.

Hay recetas contra el día más triste del año. Y algunas de ellas residen, precisamente, en las confituras de estas fechas.

Cuando me imagino a Breo panificando, mi cabeza recrea una peonza bulliciosa moviéndose al son de la Tarantella Napoletana aunque él prefiera The Brains para repartir los ingredientes de las masas. Lo hace del mismo modo en que reparte felicidad en una noche de ritmo y frenesí.

Las cosas bonitas suceden de madrugada y por eso Breo duerme de día. Porque le mueve la pasión, ese impulso que nos lleva a coger los mandos de la única empresa romántica que depende de nosotros: los sueños.

En el deporte también existen ejemplos. Y no hablo de la pasión con la que se retiró del campo Juanito tras la inconcebible remontada ante el Gladbach. Ni de la que llevó a Redmond a terminar los 400 de Barcelona con el tendón de la corva destrozado, apoyado en los hombros de su padre.

Ni siquiera con la que Switzer se inscribió en una carrera solo para hombres para convertirse en la primera mujer en completar una maratón.

Hablo de los orígenes. De lo propio. De lo que llena, llama y enciende. De volver a casa y enarbolar la historia que cuentan los blasones.

Hablo de la pasión con la que todos los días Garmendia abría su carnicería en Villabona, a pesar de ser el portero titular del Éibar. Con la que se forjó Bahamontes subiendo las cuestas de Toledo arrastrando con su bicicleta cien kilos de verdura. Con la que el remero olímpico Olaf Tufte cultiva cereales en su granja familiar de Nykirke.

Pero sobre todo hablo de Gennaro Gattuso. No de la pasión con la que dominó el centro del campo, sino con la que subía cada mañana, con tan solo 16 años, la persiana de la pescadería de Corigliano Calabro y vendía las piezas arrebatadas del mar a las ancianas del pueblo. La misma con la que, una vez retirado, abrió su pescadería de Gallarate: “Los orígenes no se olvidan. Mi sueño era ser pescador”.

Gattuso entrena actualmente al Nápoles de su país. Atraviesa un episodio de miastenia ocular y es solo su pasión la que lo mantiene en pie. Pero Gattuso ha hecho de la enfermedad fortaleza y un regalo de Reyes para los niños “que no se ven guapos en el espejo”. Porque además de pasión, tiene valores: “la vida es bella y hay que enfrentarla sin esconderse”.

Gattuso vende pescado y Breo hace pasteles. Y no veo gran diferencia cuando las dos cosas se hacen con pasión y valores. La última creación de Breo también es un regalo. El ‘Bolo de Raíñas’ es una obra maestra para el día de reyes y reinas.

El día de todos los niños y todas las niñas a los que se debe alimentar con pasión y valores para que cumplan sus sueños.

08 ene 2021 / 01:00
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