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Maradona: fútbol de días únicos en San Mamés

EL FÚTBOL ya no huele a linimento pero mantiene el duende aunque su élite se parezca al IBEX 35. Ni mejor, ni peor, diferente, como lo era Diego Armando Maradona. Es raro que un chaval nacido en Bilbao tenga como primer regalo otro juguete que una pelota y una camiseta del Athletic, puede pasar pero no está documentado caso alguno. También tuvo algún obsequio futbolero el niño Diego en Villa Fiorito, en las tripas del Buenos Aires castigado sin postre y, a veces, sin primer plato. Descubrí de adulto la biografía de Maradona. Al revisarla notas que ese ayer crudo casa con su hambre deportiva, con su talento canchero de infancia sin árbitros ante defensas pelotudos.

A los 12 años, mi añorado tío Domingo Cuevas (Txomin, DEP), tras salir de sudar en Altos Hornos vino a buscarme para ver en San Mamés la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey ante el Barcelona de Maradona, llegado al club culé tras pagar 1.200 millones de pesetas. El Athletic de Bilbao había superado antes al Deportivo, y el Barça al Celta.

Entrenados por Javier Clemente, los rojiblancos debían remontar un 3-0. Lo reviso en la hemeroteca, otras cosas las recuerdo bien nítidas, como aparcar el Ford Fiesta gris cerca del campo en una triple fila digna que tuviera cerca autos peor dejados (“si vienen, se llevan antes esos”), el runrún de los bares cercanos con debates sobre El Pelusa y el hormiguero de personas entrando al estadio con abrigo de optimismo para el frío. Al llegar hacia Preferencia Este, tras coger almohadillas para la dura bancada blanca, no le quitamos el ojo a Maradona durante el calentamiento. Su balón parecía otro, dibujaba cabriolas que los demás ni soñaban. Menudo, melenudo, bajito, era fuerte, y ágil para evitar patadas. Cada vez que se acercaba a nuestra banda veías que más que muslos tenía trancas hechas para romper el cuero, sin embargo, hacía controles donde lo adormecía.

Era un día especial, elegido por la directiva bilbaína para estrenar el actual himno del Athletic, en euskera. La sociedad cambiaba. Al entrar nos dieron una tarjetita con la letra, así pudimos cantarlo. El Athletic ganó 1-0 en vano.

Mi tío dijo: “Es un peleas pero un fenómeno”. Y añadió: “Bueno, así el equipo está más descansado para ganar la liga”. Y se ganó.

A las pocas semanas, regresó Maradona en un duelo liguero y metió tal gol de falta que Zubizarreta todavía está investigando por dónde entró el esférico.

En 1992, cuando volvió junto a un Sevilla con Bilardo y Simeone, acudí junto al estadio con un amigo Juanma Arregui. Veinteañeros, gozamos del arte de Diego y del incansable aliento de un grupo de seguidores de Boca Juniors, ¿hay que explicar que valió la pena las horas de cola?

Aquel fútbol de los años 80 y 90 era muy cabrón con los delanteros pero Maradona, que no fue santo, inventó goles de semidiós.

29 nov 2020 / 01:00
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