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OBRADOIRO CAB: 50 AÑOS DE UN CLUB ESPECIAL (9) El puertorriqueño exhibió su físico durante dos temporadas en el Obra de los 70 hasta que pasó a convertirse en el ‘eterno delegado’ // Ejerció también de entrenador y de gerente TEXTO Cristina Guillén

Owi Cameron: en la pista, en el banquillo y en los despachos

Echa la vista atrás y habla con orgullo de todo lo logrado, de cómo aquel club que vio y ayudó a nacer, que defendió como propio -porque en parte también lo era y siempre lo será-, ha ido conquistando metas, ganándose la admiración dentro del deporte español, y llegando a una máxima categoría en la que, lejos de ser intruso, contribuye a engrandecer desde la pista de juego pero también con su gestión.

Owi Cameron no es de los que guardan camisetas, ni banderines, no conserva fetiches ni trofeos a los que adorar, pero sí es de los que no titubean a la hora diferenciar lo importante y por eso, en la disyuntiva de escoger un recuerdo, un instante de gloria, enseguida asevera que lo mejor que le ha dado el Obra, por encima de cualquier ascenso o triunfo, es el “sentido de la amistad y del compañerismo”. “Mi mejor recuerdo son los amigos, el equipo, el entorno, los aficionados, los directivos. Tampoco hubo un partido más especial que otro porque todos lo eran para mí”, reitera.

Su llegada al club compostelano se asemeja a la de otros compañeros de generación. “Mi primer contacto es en el año 70 cuando vine de Puerto Rico a estudiar Medicina y allí, en la Facultad, había como pequeños campeonatos entre Facultades y nosotros habíamos formado un equipo que se llamaba Medicina Tropical en el que jugábamos todos latinoamericanos, estudiantes de Argentina, Perú, Uruguay, Puerto Rico o Cuba. Ahí es donde empecé y de ahí me echaron un ojo los del Obradoiro, que me invitaron a formar parte del equipo cosa que yo acepté sin dudarlo un minuto”, relata y continúa: “Así fue cómo comenzó mi aventura y hasta hoy prácticamente. Creo que son 50 años, los mismos que tiene el club porque viví el empezar del Obradoiro, cuando nos reuníamos en la Cafetería Royal, donde se coció todo con José Manuel Couceiro y muchos otros”.

El físico de Owi Cameron siempre fue su mejor baza sobre la pista. “Yo siempre he hecho mucho deporte, jugaba al baloncesto, al béisbol, voleibol donde también aquí jugué una temporada en Primera División en un equipo de A Coruña, hacía atletismo, natación, pesca submarina, siempre fui muy deportista...”, apunta con orgullo.

Un portento físico. “Couceiro fue el que me llama, era el que llevaba todos los temas, el deportivo, se ocupaba de los fichajes... Era el año 71 y jugábamos en Tercera División con compañeros como Caldas o Tonecho”, continúa. “Aquel era un baloncesto sin lucro ninguno, por supuesto, muy familiar, no un baloncesto de patio de colegio ni mucho menos tampoco, había buenos fundamentos porque muchos jugadores venían de jugar en otros equipos de Lugo, de A Coruña, de Vigo, de Ourense y era un grupo muy bueno, compacto, donde se leía bien el juego”, argumenta. “Comenzamos jugando por las aldeas y dándonos hostias por todos los lados pero siempre en buena sintonía”, se ríe.

Con poco más de 1,80 de estatura, su posición era la de alero en un baloncesto donde el esquema era inamovible: un base, dos aleros y dos pívots. “La verdad es que me encantaba jugar, tenía facultades y saltaba mucho, entraba mucho al rebote”, destaca al tiempo que recuerda a su entrenador, Vitolo, sobre todo como “un gran amigo”.

Owi Cameron debuta en la segunda temporada de vida del Obradoiro (campaña 1971-72) en la que, dentro de una Tercera División con 14 equipos, todos ellos de Galicia, acaba segundo solo superado por el Celta y con un balance de 21 victorias, 1 empate y 4 derrotas. Clasificado para la fase final que se juega en Valladolid junto al Don Bosco de Pasajes (Guipúzcoa) -finalmente campeón-, el Club Standard (Madrid), el Castilla Jher (Valladolid), el Hermandades del Trabajo (Madrid) y el Militar Deportivo (Sevilla), únicamente gana un encuentro.

Al año siguiente la trayectoria es bastante similar: segundo en una Liga de 13 que lidera La Casera de Lugo, acude a la fase de ascenso en Oviedo donde logra la tercera posición; en la repesca a doble partido supera al Empresa Municipal de Transportes de Madrid y en la eliminatoria decisiva, frente al 13.º clasificado de la Segunda División, el Celta de Vigo, celebra por fin el ascenso tras ganar en Santiago (79-46), y empatar en Vigo (53-53).

Es ya en Segunda División cuando Owi debe dar un paso a un lado dentro del Obra y colgar las zapatillas. “Empezó el tema de poder fichar a un americano y yo era puertorriqueño pero tenía pasaporte de Estados Unidos. De aquella se fichaba a un americano que debía ser un pívot alto, de 2 metros para arriba, así que ya no pude seguir jugando aunque física y técnicamente estaba más que cualificado para estar en el equipo”, explica. “Me lo tomé bien porque era de sentido común. Tú terminas y vienen otros, además por el tema del americano era muy comprensible”, puntualiza.

En ese momento cambió el balón por la planilla. “Hacía de todo. Lo principal era llevar las estadísticas de los partidos, pero aparte de eso también tenía que ocuparme del dinero, ayudar a los jugadores en lo que pudieran y luego organizar un poco el tema de los viajes, llegadas a los hoteles, repartir habitaciones, ir a los sitios donde parábamos a comer, todo ese mundillo que está alrededor de un partido y de un club de baloncesto”, enumera y apostilla: “Hoy no sé como será el tema porque habrá cambiado mucho, pero de aquella no había móviles, ni fax... era todo a pelo. Era divertido, me gustaba, y siempre al estar metido dentro del mundo del básquet no me importaba, todo lo contrario”. Porque se seguía sintiendo uno más: “Éramos un grupo, aparte de ser un equipo de baloncesto. Éramos amigos y había muy buen rollo como se diría ahora, en todos los sentidos”.

El hombre para todo incluso tuvo que dirigir un partido tras el cese del maestro Alfonso Rivera en la campaña 75/76 en 2.ª División. “Pero siempre ayudándome por detrás, nada más. No era algo que me llamase mucho la atención. No me lo planteé nunca, ni de hacer cursos ni nada, era de la vieja escuela.... de la viejísima escuela”, se ríe aunque sí es cierto que echó más de una mano con los equipos de las categorías inferiores del Obradoiro.

Y también casi de forma inesperada, Owi Cameron pasó del banquillo a los despachos. Cuando Ghaleb Jaber Ibrahim se convierte en presidente en 1988. “No sé muy bien como pasó, pero me lo ofrecieron y era prácticamente lo mismo que estaba haciendo como delegado, aunque con un poco más de responsabilidad por supuesto porque ya entraban el tema de pagar a jugadores, proveedores y todo ese rollo. Pero era bonito y sobre todo aprendí mucho y disfruté mucho también”.

“El Obradoiro supuso una inyección de autoestima para los compostelanos”

En el particular álbum de recuerdos de Owi Cameron no falta la mención a jugadores “como Ricardo Aldrey, Mario Iglesias... muy buenos jugadores, la mayoría gallegos, y gracias también a ellos el Obradoiro está hoy donde está”. “El club empezó de nada, éramos diez gatitos, pero en poco tiempo, en muy corto plazo, comenzó a conocerse el nombre del Obradoiro en toda España”, subraya con orgullo.

“No pensé que llegaríamos tan alto aunque nos rondaba a todos en la cabeza que se podía, porque deportivamente era un club con ambiciones y que iba a más, que cada vez también quería más”, sopesa el puertorriqueño que continúa: “Sobre todo fue importante el apoyo de la afición que fue tremendo desde el principio porque de aquella en la ciudad no había nada, solo el Compostela de fútbol como equipo importante representando a la ciudad. El Obradoiro fue una inyección de autoestima para Santiago, para todos los compostelanos”. Porque Owi asiente rotundamente a la pregunta de si cree que Santiago es una ciudad de baloncesto: “Definitivamente sí. Desde el primer día se veía, gustaba mucho. No se va a comparar con el fútbol por supuesto, pero tenía sed, ganas de básquet y se logró”.

Siempre aparecía. Lo que nunca sobró en el Obra fue dinero. “Ese es otro tema”, afirma. “En ese aspecto hay que destacar el buen hacer de todos los directivos, desde el primero hasta el último, su empeño, todo lo que hicieron por el club. Merecen un aplauso enorme porque había muchas dificultades. muchísimas, pero siempre se acaban resolviendo”, medita y añade: “Había salidas porque los directivos movían bien el culete, perdonando la palabra, para conseguirlo. Siempre supieron moverse bien con el apoyo de empresarios de Santiago, con la Caja de Ahorros por ejemplo. La gente de a pie también ayudaba aunque fuese dando calcetines, con botas... eso era bonito. De la nada se llegó a donde estamos ahora con una trayectoria creo que ejemplar en un periodo más o menos a corto plazo se consiguieron muchos logros hasta el día de hoy, hasta donde estamos”.

Pero pese a conocer de primera mano muchos de los obstáculos que tuvo que sortear el club y ejercer de notario, desde la barrera ahora, de todos los problemas en estos 50 años de historia, Owi se resiste a llamarle el club de los milagros, un apodo que sí le gusta utilizar al actual presidente Raúl López: “Yo no iría a algo tan exagerado. Yo creo en el buen hacer de los directivos, de la buena gente, creo en el trabajo y soy más partidario de eso de que de los milagros”.

Por eso reitera su reconocimiento y respeto “primero a los que no están, y después a los directivos, jugadores y a la afición”. Sin ellos, ni antes ni ahora, el Obradoiro CAB no seguiría cumpliendo años.

14 ene 2021 / 01:00
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