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Berán, donde confluye el termalismo con la tradición Xacobea

Pocos aspectos se escapan al análisis y a la investigación sobre Berán, atalaya de tierras del Ribeiro, en este libro escrito por el Luis Soto Vázquez. Es cierto que es un libro sobre su pueblo, lo que implica en gran medida un homenaje emocionado, pero el volumen, titulado ‘Berán histórico, villa termal en el camino de Santiago’, publicado por Andavira, contiene mucho más que un memorial de nostalgias o un recuento de lugares y enclaves reseñables. Es un libro de historia, sí, pero también de antropología, de arqueología, incluso, un viaje a través de cuantiosas hemerotecas y documentos de enjundia, como el Catastro de Ensenada, y, en gran medida, es también un compendio de análisis lingüístico, como no se podía esperar menos del autor, que, como se lee en la solapa, es también filólogo.

Desde el propio nombre de Berán hasta las denominaciones curiosas de los elementos arquitectónicos en los edificios singulares (los canzorros o canecillos, que soportan las piedras del balcón volado, por poner quizás el ejemplo más recurrente), pasando por los latinismos que se agolpan en los orígenes, el estudio del lenguaje es una constante. Y, por si fuera poco, hay numeras citas y aportes de documentos y textos, ya sea del pasado remoto o del pasado más reciente, pues, leído este libro, uno concluye que Berán es historia viva de Galicia y de Ourense, pero, más aun, es lugar señero para el Camino Xacobeo, como se verá, y también puede servir de ejemplo, como de molde, de la relevancia termal de este país, que en estos días, por cierto, se subraya desde las administraciones y adquiere gran fuerza, o tanta, como ya tuvo en el pasado, como un valor indiscutible para el turismo y la salud.

El autor, en efecto, muestra gran pasión por transmitir lo que él llama “el cariño y la gratitud a mi pueblo natal”, pero esa pasión se sustenta en un viaje prolijo a las raíces de lugar, a los documentos hallados en archivos (como Simancas) y a los numerosos datos y referencias. Así, esas investigaciones nos llevan a las páginas dedicadas al momento fundacional de la villa, con un profundo análisis de las variaciones del topónimo hasta alcanzar la denominación definitiva. Soto documenta con profusión esas primeras dudas sobre el topónimo, que ya en 1219, dice, aparece en el Monasterio de Santa María de Melón. Y también en 1260. Añade después otras manifestaciones del nombre en archivos de San Clodio de O Ribeiro, o la catedral de Ourense, aunque en 1362, en un documento que recoge un contrato de compra venta entre dos vendedoras, el término que aparece es San Vereyxemo.

Todas las denominaciones y variantes sobre el topónimo Berán reflejan, claro es, la antigüedad del enclave. Estamos, explica el autor, ante “un núcleo poblacional atravesado por el Camino de Santiago, y, a la vez, camino real, flanqueado de casas solariegas de granito donde una pléyade de personas notorias alcanzó reconocida fama en la Nueva España”. Aquí comienza el viaje investigador, detallado hasta el extremo, y hasta donde la documentación permite. Ahonda Soto Vázquez en la etimología hidronímica, en las raíces del protoindoeuropeo (hervir, borbotar, el ruido del agua termal...), lo que ya da cumplida idea del topónimo relacionado con el agua, con el baño, como también se dice. Todo conduce, explica, “a la afirmación de que la etimología del topónimo, o, más bien, hidrónimo, Berán, significa ‘villa de manantial caliente”.

No hay espacio aquí para profundizar en las variaciones del término geográfico, que en el libro se explican con detalle. Las fluctuaciones en el nombre empiezan en el siglo XIV, e incluyen San Breixo de Berán, Verán, San Breyximo de Barán, Barán, etcétera. A medida que analiza la evolución lingüística, por la que muestra gran atención, el autor narra los albores de la parroquia de Berán, empezando por el período Castreño, según Fariña Jamardo, hasta el inicio de la “red parroquial” en el siglo IV, lo que nos pone en el contexto que derivó en la construcción administrativa de la expansión del cristianismo. De la Gallaecia articulada en el triángulo formado por Lugo, Astorga y Braga, hasta la evolución de los núcleos rurales a partir de esas sedes episcopales. Cuenta también Soto Vázquez los movimientos de laFeligresía de Verán del Obispado de Ourense al Obispado de Tuy (sic), en función de los cambios de las diócesis y archidiócesis, desde la de Braga, muy relevante en la época, hasta la de Santiago de Compostela. No es posible aquí, tampoco, explicar lo que en el libro se dice con detalle. El autor analiza la parroquia de Berán a través de documentos muy relevantes como el Censo de Floridablanca, y, de manera destacada, el muy esclarecedor Interrogatorio del Catastro de Ensenada, que toma el nombre del conocido ministro, y donde se incluye información, también del llamado lugar de ‘Tras Outeiro’.

Como no podría ser de otra manera, uno de los aspectos fundamentales de esta investigación gira sobre la importancia del agua termal en la historia y fundación de Berán. En las últimas décadas, el termalismo ha alcanzado gran importancia en Galicia, y fuera de ella, y en la actualidad asistimos a un aumento exponencial del interés por esta industria y esta cultura. Una cultura que, como explica Soto Vázquez, se remonta muy atrás, y que ya alcanzó gran predicamento en época romana. En tiempos más recientes, la documentación del llamado Baño de Verán no es insignificante, como no lo es la que abunda en menciones a una región tan pródiga en vino (“socalcos de viñedo que configuran estas tierras feraces del Ribeiro”). Pocas cosas más relevantes que la cultura del termalismo en el pasado y presente de Ourense. Una descripción de esta fuente aparece en 1764, de la mano de Pedro Gómez de Bedoya y Paredes, incluyendo detalles concretos de la feligresía. Los testimonios y referencias bibliográficas sobre estas aguas y sus valores curativos se extienden por varias páginas, no en vano es uno de los temas centrales de este libro. A pesar de toda esa gran tradición, el autor se queja de que el nuevo edificio del Balneario, “recepcionado por las autoridades locales el 5 de diciembre de 2007, tras la inversión de casi tres millones de euros, a día de hoy no ha entrado en funcionamiento”.

No se puede dejar pasar, al analizar este libro, la copiosa mención de algunas “personas notorias” que pertenecen al pasado de la villa. Particularmente, Fray Gabriel de Vergara, nacido en Berán en 1673, del que se cuenta su gran actividad evangelizadora de ultramar, en el Colegio de Santa Cruz de Querétaro, y en las numerosas misiones en territorios de Texas. Lo que interesa a Soto Vázquez es, una vez más, el aspecto lingüístico, pues Gabriel de Vergara fue autor del ‘Cuadernillo de la lengua de los indios pajalates, en pajalate y en español’. Un manuscrito que incluye un glosario elemental de esta lengua ancestral de un pueblo aborigen que, de otro modo, se hubiera perdido.

Numerosos son los personajes que merecen aquí biografía, siquiera somera, pero el autor subraya la figura de Pío Rodríguez-Terrazo Blanco, también nacido en Berán en 1800. Fue, explica, el primer alcalde de Santiago de Compostela y presidente de la Junta Superior Provisional del Gobierno de Galicia, en 1846, un cargo que puede considerarse equivalente al Presidente de la Xunta de Galicia de hoy. Fue Pío Rodríguez-Terrazo un líder progresista en aquella Compostela, fundador del periódico ‘La situación de Galicia’, que tuvo sin embargo breve recorrido, y se publicaba tres veces por semana.

No sería justo terminar esta crónica sin aludir a otro de los temas centrales del libro que comentamos. Junto a la relevancia termal y vitivinícola de la zona, junto a los elementos diversos de su peculiar arquitectura y aquellos que hablan de su pasado, Berán es conocido por estar “asentado al borde del camino medieval, ‘verea real”, que evoca quizás las planificaciones urbanísticas de la época romana, como tantas vías que surcan Europa. Elogia Soto Vázquez la riqueza arquitectónica del lugar, el trazado medieval, y analiza con detalle numerosos ejemplos de la arquitectura religiosa, los vestigios de la primitiva iglesia románica, el barroquismo de San Breixo, y, sobre todo, las significativas casas señoriales en el Camino Real.

Este largo apartado se completa con numerosas páginas dedicadas a Berán como parte del Camino de Santiago. El autor analiza con detalle el significado de los diferentes caminos existentes, cita el ‘PiersPlowman’ de Langland, una de las primeras referencias a la peregrinación compostelana, explica, siguiendo a López Pereira, el vocabulario que habitualmente se asocia al peregrino, el origen de la Compostela, etcétera. Las “huellas del Camino en Berán”, incluyendo las piedras peregrinas, aparecen ampliamente reseñadas. También la larga reivindicación jacobea de Berán y la fundación de la Asociación CamiñoXacobeo Miñoto Ribeiro, en Ribadavia. Pero, sobre todo, Vázquez recuerda que el 28 de marzo de 2019 fue un día histórico para su pueblo, porque ese día se reconoció oficialmente el llamado Caminho de Geira de dos Arrieiros, camino xacobeo de Braga a Santiago, ruta ancestral, también, si consideramos, no sólo la conexión eclesiástica de Braga, sino, por ejemplo, el hecho de que “en los siglos XI y XII el auge de las peregrinaciones inauguró una dependencia entre Ribadavia y su vino con Santiago de Compostela”, lo que llevó a que los monasterios de la ciudad tuvieran bodegas o granjas en plena ruta, en lugares como Esposende, Beade o Quinza, entre otros muchos. He aquí una hermosa conexión histórica entre el camino del vino y el camino de las peregrinaciones.

25 sep 2022 / 01:00
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