Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Cárceles que se pueden visitar (y salir después)

Del presidio de Cadena perpetua, donde Tim Robbins urde la fuga perfecta, al castillo francés que inspiró a Dumas para El Conde de Montecristo, vuelta al mundo del turismo penitenciario.

Una cárcel es, seguramente, la gran antítesis de un viaje –especialmente después de varios meses de confinamiento–, de esa sensación de libertad que proporciona salir a recorrer y descubrir el mundo. Entonces, ¿por qué despierta tanto morbo y tanto interés el llamado turismo penitenciario? ¿Por qué las visitan los viajeros? Probablemente porque dentro de algunas de ellas tuvieron lugar episodios importantes de la historia de la humanidad, y además nos transportan a otras épocas de una forma casi violenta. Si se viaja para aprender, entre estos muros se pueden comprender muchos aspectos sobre el ser humano.

Las antiguas cárceles de todo el mundo tienen tres posibilidades cuando se cierran: ser derribadas –como ocurrió con la madrileña prisión de Carabanchel–, quedar abandonadas y convertirse en edificios fantasma o ser reconvertidas en museos, espacios culturales o incluso en hoteles. Y es que dormir en una celda puede proporcionar una experiencia diferente –como la sensación de verdadero encierro, sin comodidades–. Las historias que encierran los centros penitenciarios más famosos del mundo y la vida de aquellos reclusos que los habitaron son dos de los alicientes que han llevado a transformar estos complejos en destinos turísticos de moda. Entramos en algunos de ellos.

Alcatraz –San Francisco–. Entre las prisiones más visitadas por los turistas está la de Alcatraz, en San Francisco, en cuyos muros estuvo recluido Al Capone, el gánster más famoso del siglo XX; o Machine Gun Kelly, que fue uno de los ladrones más buscados de California.

Durante los casi treinta años en los que estuvo en uso esta prisión de máxima seguridad, los intentos de fuga fueron constantes. Pese a ello, de los 14 casos solo uno tuvo éxito: el perpetrado por los criminales Frank Morris, John Anglin y Clarence Anglin, que más tarde sería llevado al cine con la película Fuga de Alcatraz –protagonizada por Clint Eastwood– Los interesados en adentrarse en esta cárcel pueden coger un ferry en el muelle número 33 del embarcadero de Fisherman’s Wharf que en 15 minutos les dejará en la isla de Alcatraz. Después, un viaje a la aventura a través de un paseo por las celdas, el comedor, la biblioteca, el patio o la sala de castigo por la que pasaron algunos de los criminales más peligrosos del mundo.

La Conciergerie –París–. En la Isla de la Citè, en el corazón de París y abrazada por el río Sena, se encuentra La Conciergerie, la que fue la residencia oficial de los reyes de Francia desde el siglo X hasta el siglo XIV. En 1392, este palacio fue abandonado por Carlos V y convertido posteriormente en uno de los centros penitenciarios más temibles del país ya que fueron muy pocos los presos que lograron salir en libertad tras su paso por esta prisión. Su reclusa más famosa fue María Antonieta, encarcelada aquí en 1793 y guillotinada el 16 de octubre de ese mismo año.

Durante el recorrido, los visitantes pueden conocer la historia que se esconde tras los muros de este recinto, así como las condiciones en las que vivían los reclusos pobres, que dormían en el suelo, y los más adinerados, que poseían camas y mobiliario de lujo.

Prisión de Pentridge –Victoria, Australia–. En Australia resulta interesante acercarse a la prisión de Pentridge, que estuvo 146 años en activo –desde 1851 hasta 1997–, lo que la convierte en una de las más relevantes del país.

Entre sus rejas estuvieron recluidos criminales como Chopper Reed, que afirmó haber participado en 19 homicidios; el asesino en serie Peter Dupas; Julian Knight, autor de la masacre de Hoddle Street; o Ronald Ryan, el último preso ejecutado en el país. En este centro penitenciario también se descubrieron los restos enterrados de uno de los bandidos más famosos de Australia: Ned Kelly, ladrón y asesino de policías que murió en la horca. Ahora, una ruta turística de dos horas invita a recorrer las distintas estancias de la prisión y a disfrutar de una original experiencia entre rejas.

Penitenciaría Oriental del Estado de Filadelfia –EEUU–. Interesante resulta también adentrarse en la histórica Penitenciaría Oriental del Estado de Filadelfia, que se ha convertido en una atracción invadida por turistas que husmean entre sus ruinas para descubrir rincones como la celda de Al Capone, que probó aquí por primera vez el sabor del cautiverio.

El arquitecto John Haviland planteó un castillo amurallado de estilo neogótico formado originalmente por siete galerías arqueadas –con 450 celdas– y dispuestas como los radios de una rueda, que convergían en una torre central de vigilancia. Las celdas de castigo y el corredor de la muerte, que acogieron a 85.000 reclusos, cerraron en 1971. Desde 1994, este complejo es un museo que recibe a cerca de 330.000 visitantes al año y que permite a los turistas inspeccionar las galerías equipados de audioguías.

Prisión de alta seguridad S-21 –Camboya–. Continuamos en Camboya, en la prisión de alta seguridad S-21, que previamente había sido una escuela de Secundaria. Ahora, este rincón hace las veces de museo, con el objetivo de recordar la trágica historia del país vivida durante la etapa de los Jemeres Rojos, la organización guerrillera camboyana. Miles de camboyanos fueron torturados en esta prisión, en la que hoy en día se reconstruye la historia de las víctimas a través de sus fotografías y se pueden ver los instrumentos de tortura que se utilizaron para extraer información a los detenidos.

Isla Robben (Ciudad del Cabo, Sudáfrica). Nelson Mandela fue uno de los presos más famosos del fin del siglo XX: en total pasó 27 años de su vida encarcelado. Cuando el mundo entero cantaba en 1984 Free Nelson Mandela, el líder del Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en inglés) llevaba ya 18 años entre rejas; concretamente, en la celda número 5 –de apenas 2 por 2,30 metros– en la sudafricana isla Robben.

Este escueto pedazo de tierra de Table Bay, frente a Ciudad del Cabo, fue la cárcel de los colonizadores holandeses desde 1650. Mandela, como reo de categoría inferior, tuvo pocos privilegios y una vida dura, pero mantuvo su voluntad inquebrantable. Ahora el presidio es patrimonio mundial y los circuitos guiados que lo recorren   –desde la celda de Madiba, apodo del activista contra el apartheid, hasta la cantera donde realizó trabajos forzados– transmiten las penurias sufridas allí, mientras un antiguo prisionero cuenta su experiencia desgarradora de primera mano. Los ferries a la isla Robben parten –cuando el tiempo lo permite– desde los muelles de V&A, en Ciudad del Cabo.

Ohio State Reformatory (Mansfield, Estados Unidos). Otra cárcel de película la encontramos en Mansfield, en el Estado de Ohio. ¿Quién no recuerda Cadena perpetua, con Morgan Freeman y Tim Robbins? Fue rodada en una prisión de verdad, lugar que en la actualidad se ha convertido en enclave de peregrinaje turístico. La gente deambula por las dependencias interiores, los patios donde los presos conversaban, organizaban sus fugas... Pero el Ohio State Reformatory es también un sitio con unas connotaciones esotéricas que atrae a muchos buscadores de la vida en el más allá.

Abandonada en 1990, las instalaciones se han ido renovado, eso sí, algunas de las zonas más significativas se conservan tal y como eran. Hoy se puede incluso celebrar un evento en sus antiguas salas de comedor y esparcimiento de los presos. Hay quien incluso se casa aquí, adornando un poco sus instalaciones. Pero si no aspiramos a tanto, siempre podemos limitarnos al tour turístico, con o sin guía.

Isla del Diablo (Guayana Francesa). Henry Charrière, el famoso Papillón, fue un ciudadano francés acusado de un crimen que no cometió y sentenciado a cadena perpetua y trabajos forzados en un penal en las colonias francesas. Podría haber sido un paraíso tropical, pero la Île du Diable (isla del Diablo) a la que fue trasladado era, en realidad, un infierno en vida, un presidio para 80.000 delincuentes franceses entre 1852 y 1946, del que pocos escaparon. Se trata de la más pequeña de las tres islas de la Salvación, frente a la costa de la Guayana Francesa. Las condiciones eran miserables, con un calor insoportable y voraces mosquitos transmisores de la malaria. Incluso cuando los internos encontraban una salida entre la selva o los embravecidos mares, cocodrilos y otros peligros les acechaban.

Charrière escapó, aunque algunos lo duden; Papillon, el libro que narra su historia, se adaptó al cine en 1973 con Steve McQueen y Dustin Hoffman encabezando el reparto. Pero él no fue el único preso famoso. También estuvieron aquí Alfred Dreyfus, el protagonista del caso Dreyfus a finales del siglo XIX, o el anarquista francés Clément Duval. Hay ferris y catamaranes (más cómodos) que llegan a la isla desde Kourou en una hora y media de travesía, aproximadamente.

Torre de Londres (Reino Unido). Durante siglos, la Torre de Londres, construida como baluarte de Guillermo el Conquistador en el año 1070, ha protegido a reyes, salvaguardado las joyas de la Corona británica y acogido a algunos de los prisioneros más populares de Gran Bretaña: Guy Gunpowder Plot Fawkes, los Little Princess (supuestos hijos ilegítimos de Eduardo IV) y Sir Walter Raleigh pasaron por esta fortaleza junto al Támesis. Otros muchos de sus reos fueron ejecutados. Enrique VIII utilizó aquí su tabla de rebanar para despachar a dos de sus esposas. La torre es ahora más refinada (historias de fantasmas aparte), y los circuitos comentados por los beefeaters (guardianes de la torre) resultan de lo más truculentos.

Su pasado de asesinatos terribles ha convertido a este edificio en una de las mayores atracciones turísticas de la capital británica, e incluso sus cuervos son famosos: se dice que si algún día desaparecen, caerían tanto el edificio como la corona británica. Y continuando con su leyenda, se dice que el único espacio del complejo donde no hay fantasmas es la Torre Blanca, ya que durante su construcción se sacrificó un animal (un gato) y se enterró entre sus muros para su protección.

Castillo de If (Marsella). También es histórico, y sobre todo novelesco, el castillo de If, que se contempla desde la costa en la bahía de Marsella. Esta prisión se hizo mítica cuando Alejandro Dumas la convirtió en el lugar donde encierran a Edmond Dantès, el héroe de su novela El conde de Montecristo, (1844). Pero además del novelesco Dantès, aquí estuvieron otros prisioneros célebres –algunos pura leyenda–, como el hombre de la máscara de hierro, el marqués de Sade o el general Jean-Baptiste Kléber cuando volvió de Egipto (en realidad estuvo su cuerpo, porque él había muerto ya en El Cairo).

El castillo de If funcionó como cárcel de estado desde 1580 a 1871 y su ubicación estratégica le permitía tanto poner a buen recaudo a los reos como proteger a la ciudad de posibles invasiones. Tras su cierre y hasta 1950 solo tuvo como residentes al farero y su familia. Hoy es muy fácil entrar y salir de ella sin tener que tirarnos al mar, como hizo el famoso conde: basta con embarcar en un ferri desde el Vieux Port.

Costa del Cabo (Ghana) y la isla de Goreé (Senegal). Hay enclaves en el litoral de África Occidental que aún recuerdan uno de los capítulos más terribles de la historia de la Humanidad: la trata de esclavos. Uno de ellos es el castillo de la Costa del Cabo (Cape Coast), a tres horas de Accra, la capital de Ghana. Aunque algo dejados, los muros –blancos y altos– y las terrazas de esta fortaleza declarada patrimonio mundial por la Unesco siguen resultando imponentes, como cuando fueron levantados en el siglo XVII. Parece una villa más sobre el Atlántico, pero dentro esconde mazmorras por las que pasaron más de mil almas durante la época álgida del comercio de esclavos, y en las que permanecían meses antes de ser enviados, hacinados en barcos, al Nuevo Mundo. No resulta difícil imaginar lo infernal que tuvo que ser aquella espera, con la brisa marina colándose por los barrotes como único contacto con el mundo.

Más famosa es la penitenciaría de la isla de Goreé, frente a Dakar (Senegal). Se estima que al menos 20 millones de personas (hombres, mujeres y niños) fueron capturadas en las aldeas de la capital senegalesa para ser vendidas por los tratantes de esclavos establecidos en esta isla. El interior de esta casa de los esclavos estaba concebido para el comercio de seres humanos, que permanecían en sus calabozos hasta que eran embarcados por un pasillo conocido como “el lugar de donde no se regresa”, y que era el único sitio donde las familias podían verse por última vez antes de iniciar el viaje a América, de donde nunca regresarían. En 1848 Francia abolió la esclavitud y se cerró esta prisión que había sido el lugar más activo de este comercio. Desde 1978 es patrimonio mundial y visita imprescindible de todo el que viaja a Senegal.

texto

18 jul 2020 / 20:42
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito