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Por José Manuel García Iglesias, Catedrático de Historia del Arte

Desde el Xacobeo 2021 al del 2027 (II)

En este tiempo intermedio en el que nos encontramos, partiendo de limitaciones de variadas formas, cabe prepararse para ese nuevo contexto, muy diferente de aquel del que provenimos.

EN LA DESESCALADA

Mañana, día 11 de mayo, iniciamos la “fase 1” de la denominada “desescalada”. Tenemos por delante, si la suerte y la salud acompañan, cuarenta y cinco días para llegar a lo que, en el lenguaje oficial ahora acuñado, se conoce como “nueva normalidad”, un tiempo que, a buen seguro, nos llevará, más de una vez, a formulaciones culturales nuevas y en otras supondrán remodelaciones sustanciales de soluciones anteriores; y también, por supuesto, habrá otras cuestiones en las que, sí, se volverán a recuperar modos de hacer de antaño.

En este tiempo intermedio en el que nos encontramos, partiendo de limitaciones de variadas formas, cabe prepararse para ese nuevo contexto, muy diferente de aquel del que provenimos. Estamos viviendo la inseguridad sanitaria, algo que supone reducción de aforos, medidas de higiene, la llamada distancia social..., que suponen pautas que, al menos durante bastante tiempo –el que nos ocupe, como poco, hasta la existencia de una efectiva vacuna- , quizás haya que preservar y, muy posiblemente, alguna de estas nuevas formas de comportamiento van a ser norma en el futuro, para evitar, de tal modo, males mayores.

Hay otros aspectos, en todo caso, que ha conllevado esta pandemia que apuntan, también, a un nuevo tiempo. La utilización de las nuevas tecnologías, tanto para la comunicación social, como para teletrabajo, así como para el acopio y difusión de contenidos de todo tipo, ha dado un salto cuantitativo de tal envergadura, en las últimas semanas, que nos dispone ante un encuadre nuevo, a tener muy en cuenta hacia el futuro.

LA CULTURA, UN BIEN COMÚN. Galicia tiene, en su cultura, un bien común, concebido a lo largo de los siglos; conservado y ampliado en cada momento, con una vida propia que, como tal, habita en esa circunstancia a administrar del mejor modo posible, en lo individual y en lo colectivo.

La cultura es identidad, significativa de un modo de ser, y es algo que puede, cómo no, también, deteriorarse. Pues bien, una coyuntura como la actual, con tantas derivaciones sociales y económicas negativas, puede derivar en perjuicios que, en más de un caso, cabe calificar de irreversibles. Por todo esto es imprescindible una planificación ajustada a esta mutable realidad.

Por lo demás Galicia es mucho más, en su cultura, que la suma del aporte cultural de sus cuatro provincias Es una, con infinidad de variables en su ser, modulado en matices sociológicos lingüísticos, históricos, artísticos... Ese encorsetamiento provincial no deja de ser, por otra parte, el resultado de una decisión decimonónica superada, en un tiempo como el actual, por una realidad mucho más perceptible, en su existir, como es la de una comunidad autónoma como la de Galicia, concretada desde basamentos históricos y culturales.

Pues bien, en la medida en que, entre todos, seamos capaces de ahondar en el ser, y en el estar, de nuestra identidad cultural, para preservarla y mejorarla, como bien común, desde esa perspectiva de una visión apegada al día a día, nos irá mejor como pueblo. Y es que no estamos ante algo indiferente. Nos afecta íntimamente.

LA CULTURA, UN PATRIMONIO. Nuestro Patrimonio Cultural, en su diversidad, se denomina así, Patrimonio, por el valor que tiene. En parte es tangible y, también en parte, intangible. Desde una palabra a una fiesta, o una catedral, pongo por caso, son dignas de conservación, estudio, debida difusión y, por todo ello, puestas en valor.

Es tiempo éste de revisión de muchos conceptos. Es preciso atenderlo en su diversidad aplicando, en algunos casos, criterios de urgencia que permitan no perder esos señalados matices de nuestro ser cultural. Datos como el de que en Galicia existiesen, en el año 2019, nada más y nada menos que 2.028 aldeas sin vecino alguno no deja de ser un dato muy significativo de la problemática que nos ocupa y en la que nos encontramos. Y, ante cuestiones como ésta, en un momento como el actual, en el que aislamiento tiene, curiosamente, connotaciones positivas, cabría, por ejemplo, sopesar si sería éste un momento adecuado para recuperar enclaves rurales a revitalizar.

Precisamos revisar, desde razonables, y actuales, criterios, prácticamente todo en el ámbito cultural. Sabedores de lo que somos, de su estado de la cuestión, tenemos, como sociedad, la responsabilidad de ser consecuentes y diseñar, también como colectivo, el mejor futuro posible en un mundo, es verdad, globalizado pero que, para su administración, requiere un compromiso inequívoco con lo propio: Galicia, con su contexto ibérico, europeo y latinoamericano, reconociéndose como una parte, diferenciable, dentro de una España que, en un momento como éste, debe de buscar el debido equilibrio entre una coordinación conveniente entre sus territorios y el respeto a las peculiaridades de cada uno de ellos, hoy en día con formas de administración propias.

LA PRODUCCIÓN CULTURAL. Es éste un buen momento para la producción cultural en Galicia? ¿ Lo será en los próximos años? Preguntas como éstas están, qué duda cabe, en la reflexión, particular y colectiva, de los distintos sectores culturales en los que, para algunos casos, cabe aludir a las llamadas industrias culturales. El mundo de la cultura se reparte en muy diversos grupos, y oficios, que, de un modo u otro, tienen su referencia profesional en algún menester vinculado a uno o varios ámbitos de ese bien común.

En la producción cultural, encaja, por ejemplo, quien escribe, pinta y cualquier tipo de artista, pero también personas que hacen posible, muchas veces a través de esas denominadas industrias culturales, que se puedan acometer producciones varias: trabajos de edición, de montajes en lo escénico musical, de muestras expositivas, y tantos otros.

Valga lo dicho para significar que no estamos ante realidades similares en cada caso. Quien se dedica a escribir o a pintar, pongo por caso, se mueve en tiempos diferentes a las denominadas industrias culturales, más sensibles, qué duda cabe, a una coyuntura socioeconómica como la que ahora estamos viviendo y como la que se irá definiendo en los próximos años.

También cabe aludir, en este sentido, a la investigación en lo cultural, algo que debiera de ser propiciado dado que, siempre, añade valor, como también lo hace la producción de materiales que supongan transferencia de conocimiento al ámbito de las nuevas tecnologías, imagen, por otra parte, a nivel global, de lo que es una determinada realidad cultural.

SU DISTRIBUCIÓN . La denominada desescalada diseña, para la distribución cultural, un futuro, al menos, en lo inmediato, con importantes dificultades pero, también, en contados casos, oportunidades a explorar. Los aforos para los espectáculos y las condiciones de las salas han de ser revisados no solo por la pandemia vivida sino también por lo que pueda acaecer, de forma más o menos similar, en tiempos futuros. Las multitudes asistiendo, por ejemplo, a un macroconcierto tardarán mucho tiempo en volver y cuando lo hagan en poco se parecerán a los de antes.

En otros casos, en cambio, el porvenir puede ser halagüeño. La producción bibliográfica y audiovisual, por ejemplo, pueden vivir buenos tiempos, habida cuenta de las muchas opciones que permiten, ya hoy, las llamadas nuevas tecnologías, con una extraordinaria capacidad como difusoras culturales. Es importante, en todo caso, tratar, el tema de la distribución en general partiendo, hoy más que nunca, del criterio de que, además de lo presencial, caben otros modos, de carácter virtual, a los que, sin duda, se ha de acomodar buena parte de la difusión posible.

HASTA EL 2027. Es indudable que, año a año, las circunstancias, de todo tipo, van a ser distintas y, en este sentido, es preciso marcar objetivos a corto y a medio plazo. Algo como lo que estamos pasando no puede dejar de ser una magnífica lección de la que extraer enseñanzas. Y es que, en momento de carencias, como el actual, más que nunca, es preciso reorientar nuestra acción.

La conservación y el desarrollo de nuestra cultura debe de ser un permanente objetivo y ha de hacerse desde la convicción de que, en un momento como éste, en el que la movilización de las personas está tan limitada - y será así, por diferentes razones, durante un tiempo- hemos de procurar fortalecernos, en nuestra producción y distribución, desde la convicción de que estamos obligados a hacerlo por la elemental necesidad de pervivir como pueblo, con una cultura propia, en un mundo nuevo.

Hoy más que nunca, pues, sabedores de que estamos incardinados en un contexto internacional absoluto, se requiere el desarrollo de formulaciones propias, como así ha sucedido en los tiempos más brillantes de nuestro acontecer. Son, es el caso, esos momentos que se concibieron en formas románicas, protogóticas o barrocas, quizás los más excelsos de nuestro pasado. Y, en todos ellos, lo gallego sonó con voz propia, con caracteres mayúsculos en marcos internacionales de gran relieve. Y esa lección del ayer, como las que hoy estamos recibiendo, debieran de ser estímulo y fuerza.

Podemos labrar, conjuntamente, un gozoso horizonte en un momento como el actual, repleto de tinieblas. Ha de tenerse en cuenta que el sentido de la creatividad, compatible con el esfuerzo y la altura de miras, debe de orientar nuestros pasos como colectivo teniendo en cuenta, siempre, que lo cultural es mucho más que una dimensión, muy especial, de una determinada sociedad. Y en la medida que contemos con una cultura bien estructurada y fortalecida nuestra voz, la de Galicia en el mundo, será más potente y valorada, tanto a nivel interno como en otros marcos territoriales, más o menos cercanos

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