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Desde el Xacobeo 2021 al del 2027 (III)

Mirar a lo lejos para conseguir, en lo cultural, relevantes metas colectivas es algo que se debe ver en un plano alejado del partidismo político. Estamos ante un bien de todos que debemos compartir y, por ello, ubicar siempre entre las cuestiones en las que ha de procurarse el consenso dado que merece ser un territorio común, a mantener y construir entre todos; y nadie debe ser ajeno a ello. Ojalá que, en las elecciones autonómicas venideras, en los programas de los distintos partidos políticos, haya, en este sentido, más similitudes que distancias. Sería un buen augurio // Texto: José Manuel García Iglesias, Catedrático de Historia del Arte

TIEMPOS AMPLIOS PARA NUEVOS LOGROS. No son suficientes 365 días para enderezar el rumbo en unas circunstancias como las actuales. Ni siquiera nos parece oportuno mirar a dos años vista. Precisamos más tiempo si queremos lograr algo más ambicioso que atender a lo coyuntural y al día a día. Los cortos espacios cronológicos -en los que, usualmente, se mueve la dinámica política- no son, en todo caso, los más idóneos para buscar mejoras, estructurales, para nuestra cultura.

En este orden de cosas, en Galicia, y sobre todo en Compostela, los años santos jacobeos han supuesto, en la revitalización de lo cultural, metas reconocibles en los últimos doscientos años. Y, entre éstos, aquellos que se celebran después de que hayan transcurrido once años, con respecto al anterior, fueron, casi siempre, especialmente significativos.

¿Por qué citamos ahora el Xacobeo del 2027 como un referente a tener en cuenta en estos momentos, pendientes aún del 2021? Por varias razones. En primer lugar porque estamos en una crisis de variada faz que exige un tiempo relativamente largo para superarla. En segundo término porque, en ese tiempo intermedio, se sucederá una legislatura autonómica completa que no solo ha de reorientar el curso de los acontecimientos, en lo cultural, sino que, además, ha de poner las bases para esa nueva convocatoria jubilar, la del 2027 que, ojalá, llegue en unas circunstancias bien diferentes a las actuales. Y, además, porque sería poco inteligente no aprender, muchas cosas, de lo que estamos viviendo, lo que nos debiera llevar a cambiar, en determinados aspectos, más de una forma de vivir nuestra realidad cultural; y esto, también, exige bastante de ese bien preciado que se llama tiempo.

LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO. Galicia tiene un patrimonio cultural ingente. Y si no existe un compromiso colectivo, para su mantenimiento, su sustentabilidad será prácticamente imposible y estaremos, día a día, viviendo la descomposición de parte de una identidad que, en tantas ocasiones, tiene una formulación rural que puede llegar a desaparecer, en muchos casos, prácticamente sin que esto llegue a ser, ni siquiera, noticia.

Pensar que la Administración, en sus diferentes niveles, puede asumir el coste preciso del mantenimiento del patrimonio cultural resulta impensable. Otra cosa bien diferente es que lo tutele; que aporte los criterios de conservación; que lo controle, del mejor modo posible; que asuma su inventario, registro y catalogación... Pero, después de eso, viene el día a día: edificios con valor histórico que amenazan ruina; bienes inmuebles que precisan restauración... Y todo ello, en número de miles y miles de obras, susceptibles de atención.

Ante tamaña tarea solo se puede aconsejar planificación a años vista desde un conocimiento profundo, y sopesado, de la realidad actual; es imprescindible fomentar la debida empatía para que nazca en la sociedad civil un compromiso con algo que deben de sentir suyo y, por lo tanto, implicarse en su cuidado. Y, además, ha de estar ahí el apoyo desde las administraciones – estatal, autonómica, provincial, local- para contribuir a que tales bienes no se pierdan y, en la medida de lo posible, mejoren su ser...

Sería, pues, en este sentido, muy conveniente, programar lo que, entre todos, podemos atender de una forma especial hasta ese 2027 antes señalado. Evidentemente una parte del esfuerzo a realizar ha de atender a lo urgente; a aquello que precisa una actuación inmediata y que, de no ser así, supondría su práctica pérdida. Pero lo que no puede, o no debe, ser, es que únicamente seamos capaces de atender a lo urgente; se precisa más.

En este sentido hay dos criterios que, también, cabe manejar: el de la rentabilidad y el del prestigio. El primero supone que, con una inversión pequeña, se logre una mejora sustancial. Y el segundo atiende a la mayor importancia que debemos darle a determinados bienes; aquellos que son los más egregios y significativos de nuestro patrimonio; los que, en cierto modo, nos definen como cultura y, por lo tanto, a los que, de ningún modo, podemos renunciar como pueblo.

Si cada uno de los 313 ayuntamientos gallegos analizase, desde una cierta unidad de criterios, lo que puede y debe de hacerse, en materia de patrimonio, en estos próximos años, contaríamos con un documento de trabajo del que partir para cuestiones tales como la captación de los recursos precisos y la puesta en marcha de un plan de obras perfectamente defendible, alejado de prioridades difíciles de explicar.

LA ESCRITURA DE UN PAÍS. Los gallegos nos expresamos usualmente en gallego y en castellano. Y, en ocasiones, lo que se escribe sobre nuestro país se dice, o se escribe, en otros idiomas – francés, inglés, portugués...-. Pues bien, muchos de estos escritos son parte, muy importante, de nuestra cultura y su puesta en valor es algo a lo que debemos de atender también.

Se han hecho esfuerzos importantes, y loables, en los últimos tiempos, para digitalizar muchos de esos fondos pero ésta es una tarea en la que cabe ser ambicioso. No debiera de haber, pongo por caso, ninguna publicación, de interés, de carácter local – cabe pensar en bastantes cabeceras de revistas nuestras- que no fuese susceptible de ser consultada en red. Es ésta una cuestión más de organización que de medios económicos. Si valorásemos adecuadamente el trabajo, ingente, de tantos investigadores que se mueven en la esfera de lo local, tendríamos una visión más certera, qué duda cabe, de nuestra realidad cultural; de esta forma, quien quisiera consultar tal tipo de fondos lo podría hacer fácilmente. Y es que no valorar y difundir nuestros textos cabe entenderlo como un cierto despilfarro en el que no debemos incurrir.

También parece preciso cuidar a estas publicaciones locales disponiéndolas en la senda de la excelencia. Los parámetros por los que hoy se miden los libros y las revistas deben de ser conocidos y aplicados en ese contexto local y para esto se precisa, muchas veces, un asesoramiento que bien pudieran otorgar distintas instancias de la administración, sobre todo autonómica, provincial y, en algún caso, local.

Contar, también, con un plan de convenientes líneas de investigación cultural, a desarrollar, de un modo programado, en los próximos años, puede ser un objetivo a tener en cuenta. Y también, por supuesto, incentivar nuestra literatura de la más variada índole, en gallego, por supuesto, y, también, por qué no, en castellano.

LAS INFRAESTUCTURAS CULTURALES. Galicia ha configurado, en los últimos años, una importante red de infraestructuras culturales. Bibliotecas, archivos, teatros, auditorios, salas de exposiciones, entre otras tipologías de servicios culturales, suponen un basamento sólido al que atienden, en su día a día, profesionales debidamente formados y, en líneas generales, muy comprometidos.

Optimizar las prestaciones con las que puedan servir a la sociedad a la que sirven bien puede ser un objetivo en el que incidir. Estamos ante contenedores de bienes culturales, de espacios para el fomento y la distribución de proyectos de diferente índole, de una utilización más o menos intensa y que puede atender a diferentes grados de rentabilidad social.

Potenciar el uso, de una forma un tanto habitual, cotidiano – no, extraordinario-, de esto tipo de infraestructuras debe de ser, qué duda cabe, un objetivo muy idóneo para el desarrollo y fomento de una cultura como la nuestra. En la medida en que, como sociedad, seamos capaces de ampliar el número de sus usuarios estaremos acrecentando la puesta en valor de nuestra cultura y seremos más cultos. Y esto, en los tiempos actuales, va mucho más allá, en bastantes ocasiones, de lo que es la ubicación territorial en la que se encuentre ese espacio que ha de procurar abrirse, también, sobre todo a través de las nuevas tecnologías, a un público mucho más amplio.

Y es que, cada vez más, una infraestructura cualquiera de estas características ha de desarrollar su labor atendiendo, por supuesto, a aquella localidad en la que se ubica, y a su entorno, pero, también, a contextos mayores. Pues bien, y en lo concreto, en la medida en que seamos capaces de dimensionar determinadas aportaciones, que suceden en un lugar cualquiera de nuestro territorio -es el caso de la Cidade da Cultura-, a la generalidad de Galicia, o, al menos, a una buena parte de la misma, estaremos construyendo un país más sólido y cohesionado, identificado de una manera más plena con la identidad que nos define.

UN PROGRAMA DE ACTIVIDADES A MEDIO PLAZO. La actividad cultural es, en buena medida, el producto de una suma de iniciativas que pueden tener muy variado origen. Lo deseable, en cualquier caso, es que, de una forma más generalizada, aquello que se lleve a cabo ha de partir de unos mínimos criterios de programación que, en su conjunto, construyan una oferta cultural medida, coherente y consecuente con la concreción de unos determinados objetivos, a definir no solo anualmente sino en tiempos más amplios; de ello depende, por ejemplo, el fortalecimiento, deseable, de nuestras industrias culturales.

El desarrollo cultural conlleva fomentar una acción educativa, promover una labor creadora, aportar una puesta en valor de unos determinados bienes, que bien puede ser a través de propuestas expositivas que supongan, en más de un caso, mejoras en la conservación de un patrimonio cultural, digno de ser conocido y explicado de una forma medianamente sistemática, con el rigor preciso, y que procure lo que hoy se llama transferencia del conocimiento. Por eso es tan importante entender que programar no es tanto una suma, un tanto aleatoria, de actividades sino, más bien, una conjunción de ofertas que nos lleven a alguna parte.

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA IMAGEN. En el supuesto de que, en el transcurso de los próximos años, seamos capaces de reconfigurarnos, para bien, en nuestro ser cultural ha de hacerse la debida tarea, en lo que a la comunicación se refiere, para poner en valor lo que, en cada momento, somos y ofrecemos, tanto a nosotros mismos como a los demás.

Y ésta no es una cuestión menor. La comunicación social resulta fundamental para vivificar a la cultura en su día a día. No se trata, únicamente, con contar con eficaces agendas, que también; resulta imprescindible comunicar atendiendo a la diversidad de públicos y a la generación de otros nuevos.

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