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El cuento de Juan Segundo

    Nunca tuve muy claro si lo que querían decir era segundo o 2º. En los pueblos son más de hablar las cosas o de estrechar manos; y de escribir algo menos. Y además, suelen conocerse unos a otros por motes. En este caso, lo de segundo no era un mote. Sencillamente es que en aquella familia que vivía en una aldea en un duro piedemonte tenía que haber un Juan. Y lo hubo. Y murió pequeño; un invierno largo y unas malas fiebres no ayudaron mucho y se marchó. Y no fue el único. En aquella familia nacieron muchos hijos, de los cuales sobrevivir hasta más allá de los 30 lo hicieron unos pocos. Y la vida entre tanta fatiga y alguno más que cayó en trinchera de la Guerra Civil hizo que al final fueran solo la mitad los que salieron adelante.

    El que se quedó en el pueblo era Juan y le decían Juan Segundo (o 2º) porque finado el primer Juan el siguiente crío que llegara al mundo, con el único requisito de ser chico, también se llamaría Juan, porque eso fue lo que se venía haciendo desde atrás. Nadie sabe desde cuanto atrás y tampoco el porqué. En la familia tenía que haber un Juan y punto.

    Ser un Juan segundo tenía la ventaja de ser consciente de la contingencia del ser. Hoy estás y mañana no, pero la vida seguirá. Como decimos hoy, le quitaba mucha presión. Al final era parte de algo y lo individual era menos importante. De hecho, la fuerza la daba la familia, el clan, el grupo. E inmerso en él, sin ninguna clase de protagonismo especial iba pasando la vida. Los esfuerzos, los proyectos, las catedrales las empezaban unos y las acababan sus nietos o los nietos de los nietos. Y no pasaba nada por ello.

    Hemos avanzado tanto (tantísimo) que es tan fuerte lo individual -en presente- que no se puede pensar ni en grandes obras ni en largos proyectos. Las obras hay que acabarlas pronto “ad maiorem gloriam” del que paga la factura. También pasa que se comienzan con gran ruido mediático, mucho protagonismo de alguno y al final ahí quedan a medias. Y no son pocas...

    En este tiempo de titulares y siglas lo gregario hasta suena mal, juntarnos todos en un esfuerzo a largo plazo es difícil; la disensión aparece enseguida y con ella cada uno por su lado.

    Se crea un partido en un hueco ideológico, se crea una ilusión entre simpatizantes, pero luego me cabreo, apago la luz, me voy y conmigo el partido desaparece. Del mismo modo si el esfuerzo ha sido fructífero y cala entre los afines se tiñe de personalismo, vuelve el cabreo de algunos y unos cuantos se van y empiezan por otro lado. Y al final, en la dispersión, todos pierden.

    Para acometer grandes obras y reformas hacen falta líderes (de eso vamos sobrados) carismáticos (de eso algo menos) pero hacemos falta los que empujemos sin más afán que conseguir entre todos sacar algo importante. Había mucho líder en Rebelión en la Granja (de Orwell) y lo único que consiguieron fue cargarse al burro currante.

    Hace falta menos interés en tener ese momentito de gloria. Proyectos de largo plazo en cualquier sitio (repoblaciones forestales, atraer inversiones, gran inversión pública) como no permiten foto rápida y no tienen recompensa inmediata no interesan tanto.

    Juan Segundo y su tiempo no eran fatuos. Juan también tenía sus afanes, su familia, sus creencias, sus días de luz y de sombra. Pero aportaba sin deslumbrar. Satura un poco tanto foco, tanto titular, tanto exabrupto del momento, tanto protagonismo de un solo dia...

    27 jun 2021 / 01:00
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