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¡Esto es un atraco! Arte en busca y captura

Asaltos a museos internacionales, estafas multimillonarias, robos imposibles, expolios milenarios, asesinos y ladrones de guante blanco, el robo de arte mueve miles de millones de euros al año. Se sigue robando arte y se sigue persiguiendo con un máximo objetivo: recuperar la pieza.

Los museos son lugares en los que las personas que no pueden desembolsar grandes cantidades de dinero para tener un cuadro famoso en su casa, pueden contemplar su belleza. Ejemplos hay en todo el mundo, entre ellos el Museo del Louvre, en París; el Museo del Prado, en la capital de España o el MoMa de Nueva York.

Sin embargo, el arte sigue siendo un negocio millonario. Y, aunque es un argumento recurrente para el mundo del cine, los robos de arte existen y, a lo largo de la historia, ha habido algunos muy sonados.

‘MONA LISA’, DE LEONARDO DA VINCI. La Mona Lisa, el cuadro más famoso del Museo del Louvre, protegido por un cristal a prueba de balas, frente al que pasan millones de personas al año y se esmeran en fotografiar, apilados tras el cordón de seguridad, fue robado. Y esta historia, al igual que el enigma que oculta su sonrisa, es una de las razones por la que es una de las obras más conocidas de Leonardo da Vinci.

En agosto de 1911, un obrero que trabajaba en la institución, descolgó La Gioconda de la pared del Salón Carré del museo parisino. El personal del museo se percató de la ausencia del cuadro al día siguiente. Según cuenta la Enciclopedia Británica, el ladrón fue interrogado, pero lo descartaron para centrar sus sospechas en Pablo Picasso, sí, el famoso pintor español, al que la policía señaló como uno de los principales sospechosos. Dos años después, Vincenzo Peruggia, el autor confeso del robo, ofreció la Mona Lisa a un marchante de arte en Florencia, que aceptó. Peruggia viajó a la ciudad italiana con el cuadro en un bolso. El comerciante de arte contactó con la policía y, poco después, el cuadro volvió al museo.

Peruggia había trabajado en el Louvre instalando las coberturas protectoras de algunas obras. Aprovechando las medidas un tanto laxas de algunas salas, se escondió para permanecer allí más allá de la hora de cierre y, de noche, se hizo con el lienzo. Según declaró después, su intención era devolver la obra al país natal de Da Vinci, Italia. Probablemente no sabía que la Mona Lisa había llegado a Francia de mano de su creador.

‘RETRATO DE UNA DAMA’, DE GUSTAV KLIMT. A finales de 2019, la joven dama, morena, que mira del lado de su hombro izquierdo sobre un fondo verde, pintada por Gustav Klimt, pudo volver a ser admirada tras 22 años desaparecida. Este cuadro de Klimt era uno de los más buscados desde que desapareció de la Galería Ricci-Oddi, en Piacenza, Italia, en 1997. El robo desconcertó a las autoridades que, cuando encontraron el marco del cuadro en el techo, no encontraron una teoría plausible sobre la sustracción del lienzo.

A finales de 2019, durante las tareas de mantenimiento y limpieza del exterior de la galería, los jardineros encontraron la pintura envuelta en una bolsa negra, según publicaba el tabloide británico The Guardian, escondida detrás de un panel de metal. Dos hombres confesaron haber sustraído la obra y dijeron que la devolvieron como un regalo para la ciudad. Se apunta a que devolvieron el lienzo porque ese era el plazo de tiempo para la prescripción del delito y en la fecha en que se autoinculparon ya no podían ser detenidos.

‘RETRATO DE ADELE BLOCH-BAUER’, DE GUSTAV KLIMT. Retrato de una dama no fue la única obra de Klimt protagonista de un robo, aunque este fue diferente.

El retrato de Adele Bloch Bauer, una obra impresionante por sus tonos dorados, está ligado a una apasionante historia, en la que los nazis están incluidos. Una historia que tiene su propia película.

En 1907, Gustav Klimt terminó de pintar el retrato de Adele Bloch-Bauer, que comenzó a petición del marido de ésta tres años antes. En su testamento, la retratada estipuló que, tras su muerte, la pintura fuese expuesta en una galería de Viena, donde vivía.

Pero la II Guerra Mundial se entrometió en los deseos de la señora Bloch-Bauer. Tras la entrada de los nazis en Viena, el marido huyó dejando atrás el retrato y los alemanes, como era de suponer, se hicieron con el cuadro. La pintura permaneció en Austria durante la contienda y, al finalizar el conflicto bélico, el Gobierno austríaco se basó en el testamento de Bloch-Bauer para retener la propiedad del cuadro.

Sin embargo, el marido de la dama dorada legaba esta y otras pinturas de Klimt que poseía a sus sobrinos. Y uno de ellos, María Altmann, judía, que huyó de Austria y consiguió también la nacionalidad estadounidense tras la ocupación, en 1998, comenzó la lucha por recuperarla. En 2006, tras un proceso largo costoso y muy mediático, Austria devolvió todos los cuadros de Klimt a Altmann, que vendió el retrato por 135 millones de dólares a un heredero del dueño de la firma de maquillajes, Estée Lauder.

EL GRITO, DE MUNCH. La obra titulada El Grito, del noruego Edvard Munch, es una de las obras más famosas de la historia. Pero, para alcanzar la versión que le satisfizo, Munch pintó hasta cuatro versiones. De ellas, dos han desaparecido en los últimos 20 años. Una fue robada del Museo Nacional de Arte de Oslo, capital de Noruega, en 1994, el día que se inauguraban los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraban en la localidad de Lillehammer, en el centro del país.

Los ladrones, según diversos medios, dejaron una nota que decía “gracias por la poca vigilancia”. Los perpetradores pidieron un rescate de un millón de dólares, que las autoridades declinaron ofrecer. Pocos meses después, la pintura fue recuperada. Diez años después, en 2004, otra versión de El Grito corrió la misma suerte. Según cuenta la Enciclopedia Británica, ladrones, que portaban armas y amenazaban a los trabajadores del Museo Munch en Oslo, arrancaron el cuadro de la pared y salieron con él.

Dos años después, la policía recuperó la pintura, que había sufrido algunos daños, y arrestó a los delincuentes.

‘Cabeza de Mujer’, de Picasso. Un obrero griego resultó ser el cerebro de un robo de película en el que eligió casi al azar su botín, un cuadro del pintor malagueño Pablo Picasso titulado Cabeza de Mujer, que fue recuperado por la Policía nueve años después. A pesar de que aparentemente fue la pasión lo que le llevó a perpetrar un robo de este nivel, el hombre reconoció que no planeó robar un cuadro en concreto, sino que cogió la obra que tuvo más cerca en el momento de la verdad.

Durante medio año planeó el golpe, acudió casi diariamente a la galería, tanto para visitar las instalaciones como para vigilar los exteriores, donde controló los movimientos de los guardias de seguridad hasta estar seguro del procedimiento a seguir. La madrugada del 9 de enero de 2012, el hombre consiguió entrar por un balcón que no se encontraba cerrado con llave y alejó a los guardias de seguridad de su ubicación al hacer saltar alarmas en distintas partes del museo. Cabeza de mujer, una representación cubista de Dora Maar, fotógrafa, pintora y musa del artista español, frente a un fondo azul fue pintada por Picasso en 1939 y donada por él años después a la Galería Nacional, como un homenaje a la resistencia del pueblo griego contra la invasión nazi.

Detrás del lienzo escribió a mano Para el pueblo griego, un homenaje de Picasso.

Retrato del Duque de Wellington’, de Goya. Kempton Bunton, un taxista de Newcastle (noreste de Inglaterra), robó la obra solo diecinueve días después de ser expuesta en la National Gallery de Londres y envió notas de rescate en las que se comprometía a devolver el cuadro a cambio de más dinero para cuidar a la tercera edad y licencias de televisión gratuitas, entre otras peticiones.

Francisco de Goya pintó este retrato tras la victoria del Duque de Wellington en la Batalla de Salamanca de 1812, y fue adquirida por el Estado británico para evitar que un magnate americano se hiciese con ella. Actualmente se encuentra expuesto en la sala 45 de la National Gallery. La película de James Bond Doctor No hizo la referencia al robo en una escena en la que el cuadro de Goya aparece en la guarida del villano, sugiriendo que fue él el autor del hurto.

Bunton, que falleció en Newcastle en 1976, solo fue declarado culpable por “coger el marco”, pues su abogado argumentó satisfactoriamente que él “nunca pretendió quedarse con la pintura”.

‘Cartel de Don Juan Tenorio’, de Dalí. El robo se produjo el 22 de junio de 2012, cuando un hombre entró en la galería Venus Over Manhattan de Nueva York simulando ser un posible comprador y robó el Cartel de Don Juan Tenorio, un trabajo artístico valorado en aproximadamente 150.000 dólares, unos 120.000 euros. El ladrón descolgó la pintura de la pared, la metió en una bolsa y salió sin que nadie se diera cuenta de que se estaba llevando el valioso cuadro, un trabajo en acuarela y tinta que el pintor surrealista realizó en 1949.

La pintura, realizada por Salvador Dalí, regresaba a la galería de Nueva York diez días después de una forma inusual: mediante un envío de correo postal con origen en Grecia. La sala de exposiciones Venus Over Manhattan, de donde la obra fue robada, recibió un correo electrónico con un número de referencia del envío postal que indicaba que el cuadro había sido expedido de vuelta a Nueva York desde Grecia.

Asalto al Museo Isabella Stewart Gardner, de Boston. Parece el argumento de una novela de Agatha Christie: el mayor robo de arte en la historia de Estados Unidos, perpetrado con nocturnidad por dos escurridizos ladrones en un museo de Boston, continúa siendo un enigma tres décadas después. Ya hubiera querido Hércules Poirot, el sagaz detective creado por la ‘reina del misterio’, tener entre manos un caso tan intrigante como el atraco al Museo Isabella Stewart Gardner, fundado en 1903 por esa coleccionista de arte en un palacete de estilo veneciano que es una de las atracciones turísticas más populares de Boston.

Con tanto esmero dispuso la señora Stewart Gardner sus 2.500 obras, que subrayó en su testamento, antes de morir en 1924, el expreso deseo de que nadie alterara ese orden. Sin embargo, su mandato se incumplió un lluvioso 18 de marzo de 1990, poco después de la medianoche, cuando dos ladrones disfrazados de agentes de policía se presentaron de improviso en el museo. Los inesperados visitantes convencieron a un guarda algo timorato, Richard Abath, un melenudo y joven roquero que había abandonado los estudios, para abrirles la puerta con el fin de investigar un “ruido”. Durante cerca de hora y media, los atracadores deambularon a sus anchas por las salas del palacete, se apropiaron de trece obras valoradas en más de 500 millones de dólares y desaparecieron sin dejar rastro.

Entre las maravillas del botín destacan dos lienzos de maestros holandeses: La tormenta en el mar de Galilea (1633), el único paisaje marino que se conoce de Rembrandt; y El concierto (1658-1660), uno de los 34 cuadros que se conservan de Vermeer. Los malhechores también sustrajeron dos obras más de Rembrandt, cinco de Degas, una de Manet, otra de Govaert Flinck, así como un matraz de bronce de la dinastía china Shang y un remate bronceado con forma de águila que coronaba una bandera de seda napoleónica.

Más de tres décadas después, el caso constituye todavía un quebradero de cabeza para los detectives del Buró Federal de Investigación (FBI), que mantiene “activa” la investigación.

Además, el Museo Isabella Stewart Gardner “aún ofrece una recompensa de cinco millones de dólares por información que conduzca directamente a la recuperación” del arte robado. Como todo buen misterio sin resolver, no han faltado teorías tan llamativas como poco fidedignas que han atribuido el robo a agentes del Vaticano, emires de Oriente Medio, millonarios codiciosos o integrantes del Ejército Republicano Irlandés (IRA).

19 dic 2021 / 00:00
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