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La voz de los sin Tierra

Hablar de la Amazonía Peruana es escuchar a los sin voz, un grupo comunitario de 55.000 habitantes que viven en este lugar desde hace más de 3.000 años: los Asháninkas, formando parte de la vida, de la fauna y de los rios. Varios miembros de la Fundación Paz y Solidaridad han estado allí invitados por el pueblo asháninka. Madrid, Lima y Ayacucho ha sido el itinerario realizado. Un viaje peligroso. No han faltado los muertos dejados por el ejército de Fuji Mori y Sendero Luminoso, donde la droga ocupa un lugar importante

Un correo electrónico enviado desde Perú por Henrique Aller desgraciadamente fallecido un mes después de la marcha del equipo, autor de este reportaje, en un extraño accidente de coche. Por aquellas fechas, Henrique era Codirector Europeo del Proyecto de Reinserción de los Desplazados Por la Violencia y que tenía como principal objetivo la titulación de los territorios Asháninkas. Sería el detonante de un largo viaje a la Selva Central. Xosé Abad, Fernando S. Cabeza, Senen Murias, Carlos Vázquez, Lola Dopico y Antonio Gonzalez Urday, miembros de la Fundación Paz y Solidaridad, desarrollaron un plan de acción para dar a conocer lo que allí estaba pasando. Xosé Abad me dice “Se mezclaban diferentes problemas, uno de ellos, la lucha contra Sendero Luminoso, después nos encontramos con el conflicto de las petroleras, las madereras y con la presión de los colonos”.

En los Andes del Perú nacen los ríos Marañon y Ucayali, cuya confluencia origina el Amazonas. De los 65 pueblos que la habitan, el más numeroso es el asháninka con unas 55.000 personas aproximadamente. Establecidos desde tiempo inmemorial en la Selva Central, en una región amazónica ubicada al este de Lima, al otro lado de los Andes, y con una superficie de 45.000 km. cuadrados.

Según un informe de las Naciones Unidas para el desarrollo, gracias al conocimiento indígena sobre plantas, se producen el 80% de los medicamentos occidentales y se pueden producir avances en enfermedades como el Sida o el Cáncer, entre otras. Para el antropólogo Darcy Ribeiro, una autoridad acreditada en asuntos indígenas, autor de libros como: Diarios Indios, “el hombre blanco mata su cultura y los indios mueren con ella por que jamás serán blancos. Introducirlos en la economía de mercado, en el progreso blanco, es su sentencia de muerte”.

A lo que añade: “el publico lego interesado en el mundo indigena se tiene que contentar con una bibliografía didáctica rala, preconceptuosa y desinformada. A pesar del interés de los medios de comunicación por los indios, es decir, lo que se consume, son hechos fragmentarios, historias superficiales e imágenes genéricas enormemente empobrecedoras”. Este puede haber sido uno de los motivos por los cuales Naciones Unidas declaró el año 1993 como año Internacional de los Pueblos Indígenas y el período 1995-2004 como Decenio de las Poblaciones Indígenas del Mundo. Aunque representan sólo un 20% de la superficie del planeta, las selvas tropicales contienen más de la mitad de los 13 o 14 millones de especies que se calcula que existen. Hoy en día sólo se conocen menos de dos millones, gran parte de las cuales desaparecerán antes de ser inventariadas.

“Entrar en el corazón del pueblo asháninka es duro, las dificultades son grandes -nos hacemos eco de las palabras de Carlos Vázquez coordinador del viaje- nos encontramos ante un santuario que tiene gruesas puertas que tan sólo ellos pueden abrir. Nunca hasta ahora un equipo informativo había podido realizar un viaje semejante, grabando más de cuarenta horas de imágenes, tomando decenas de fotografías, siendo recibidos todos los días, por las asambleas de los poblados de catorce comunidades asháninka desperdigados por las cuencas de los ríos Apurimac, Ene, Tambo, y Perené que son las arterias de la Selva Central y de la propia nación asháninka. La primera asamblea de bienvenida se celebró de noche, nosotros, a la luz de las velas, ellos nos veían, pero nosotros a ellos no”.

Los asháninkas pertenecen a la familia lingüística Arawak cuyos legendarios antepasados se encontraban originariamente (hacia el año 3000 a. de C. ) en el curso medio del Amazonas. A esa misma familia pertenecen, los amueshas, piros, nomatsiguengas, mashigengas, culinas, y chamicuras entre otros. Han conseguido y usado herramientas de acero desde el siglo XVII -desde que las fueron introduciendo los misioneros. Aun a principios de este siglo utilizaban sus herramientas de piedra en algunas comunidades apartadas. Desarrollan su hábitat en los ríos, que son sus principales vías de comunicación de la selva, sus poblados los podemos encontrar al borde de los ríos a una cierta distancia de los mismos, entre otras cosas, por lo que ellos denominan “manta blanca”; nubes de minúsculos mosquitos molestísimos.

Este es el pueblo asháninka, me dicen, y aun estábamos empezando a conocerlo... “En Perú -dice Xosé Abad- la hoja de coca es legal y se puede cultivar. La droga “teóricamente” no se puede elaborar, pero la producción de coca es sin duda mayoritariamente para vender a los cárteles de la droga que son los que mejor pagan. Si nos situamos en el viaje, no es fácil llegar; tuvimos que pasar por varias fases, ganandonos primero la confianza de los asháninka, lógicamente se han mostrado desconfiados de cualquier iniciativa que viniese de un hombre blanco. Tuvimos que conseguir salvoconductos para los controles que nos fuimos encontrando a lo largo del río. Pasamos por una zona que estaba controlada por narcotraficantes; como seas más rubio de lo normal pueden pensar, en el mejor de los casos, que eres periodista o sospechar, sin más, que eres de la DEA, del servicio antidroga de los Estados Unidos, entonces mandan dos sicarios y te liquida. El campesino de coca es un señor paupérrimo que no tiene otra cosa para alimentarse más que cultivar coca. La DEA lo único que no hace es meter mano a los banqueros norteamericanos. El beneficio en la droga lo hacen esencialmente los que llevan la distribución final”.

Algunos asháninkas, han tenido contacto con el mundo occidental, aunque siempre han regresado a la comunidad. Las comunidades amazónicas tradicionales rara vez superan los doscientos individuos, su pequeño tamaño ha evitado, además, una evolución hacia formas estratificadas o clasistas de organización social. Concretamente la sociedad asháninka se rige en comunidades de unos setenta a trescientos miembros. Cada uno posee una choza de madera, o canizo con techo de palma y suelo de tierra. Cuenta Xosé Abad “Cuando los visitas, lo que te llama la atención es su relación con la naturaleza, consideran que forman parte de un universo que es la selva, son un elemento más de ese bosque y de esa selva. Para ellos, un animal, es un habitante más. Cuando van a cazar, dentro de sus creencias deben de matar al animal inmediatamente, no pueden errar el disparo y dejarlo herido, esa seria una ofensa para el espíritu de ese animal. El padre de los animales, los llevaría a una cierta desgracia y no volverían a ser certeros en el disparo cazando. Creen en eso, en la existencia de espíritus tutelares: los padres de los animales, de los peces. ¡Esas son sus creencias!”. Poseen -me dicen- un profundo respeto por todo, está es un poco su filosofía. Durante las asambleas y en sus fiestas toman masato, una bebida elaborada con yuca machacada, a la que se le añade camote (tubérculo de color amarillento) mascado por las mujeres. El masato es fresco, de color rosado y ligeramente ácido. En sus reuniones se van pasando los cuencos unos a otros, de forma ritual, compartiéndolo, como un gesto de bienvenida.

HOMBRES Y MUJERES.. Al introducirnos en este viaje me vienen a la mente un montón de preguntas... Nos preguntamos como serán los hombres y las mujeres, ¿como es su vida?, ¿cuáles son sus relaciones sociales? Sólo se contempla la división del trabajo en función del sexo: el hombre es poseedor de un papel dominante, se ocupa de lo más esencial; la pesca, la caza, la construcción de la vivienda y la agricultura. La mujer, al contrario, se ocupa de los aspectos más secundarios, aunque también participan en las asambleas de forma cada vez más destacada. Procuran casarse sin papeles, sin documentos.

Los asháninkas están en constante desarrollo demografico, tienen muchos hijos, a pesar de que la mortalidad infantil es muy grande existen familias de diez u once niños. Para ellos es muy importante el intercambio de bienes, como medio para establecer relaciones sociales, muchas de estas tareas se realizan colectivamente (minka). Si alguien caza un animal grande lo que sobra de su consumo familiar lo reparte rápidamente a otros miembros de su comunidad. “Realmente es así -dice Xosé Abad-, no entiendo un asháninka sin su comunidad, es bastante raro ver asháninkas desarraigados en lugares donde hay colonos. Démonos cuenta, estamos hablando de una cultura muy arcaica”. Al escucharles, como narrador de su aventura me quedo pensativo. ¿Cómo entienden ellos, entonces, el concepto de felicidad? “Siguen utilizando el arco y las flechas; tienen varias técnicas de pesca. Si hay que pescar, pescan, tanto una pesca comunal como una pesca individual. Si ellos tienen que hacer un trabajo colectivo, hoy trabajan en la tierra de uno y mañana se van a la del vecino. Respecto a la pregunta que nos haces ¿y la felicidad, donde está? Yo he visto una felicidad feliz, ese concepto lúdico de la vida, esa relación de las madres con sus hijos. Una comunidad dura pero apacible”. Estás hablando de una democracia al uso o de algo así -le vuelvo a preguntar- “Tú lo has dicho, aunque no se si llamarle democracia o llamarle que... Una forma de comunismo, puede ser así. Cualquier decisión que se tome es comunitaria, si un jefe elegido es un mal jefe hacen una asamblea y ponen a otro. Son muchas las experiencias -continua Xosé Abad-, una de ellas fue llegar a Otari, poblado, en donde asistimos a una típica ceremonia de bienvenida desplegada por el jefe Barbosa en nuestro honor, allí pudimos ver los ancestrales bailes de los asháninkas. En Otari fue donde realizamos la primera transmisión radiofónica, utilizamos el primer teléfono, vía satélite que utilizo Fuji Mori en la guerra contra Ecuador. A partir de ahí fue cuando comenzaron los primeros días de navegación en una recia canoa alargada y estrecha con motor fuera borda.

Durante todo el recorrido nos acompañó Egas Ñaco, el dirigente Asháninka miembro de Arpi S. C. (Asociación Regional de Pueblos Indígenas de la Selva Central) a quien se le encomendó coordinar todo el viaje”. En la cuenca de cada rio -comenta Carlos Vázquez- un dirigente de Arpi se hacía cargo de la expedición y nos entregaba al siguiente. Podíamos encontrarnos con narcotraficantes o con alguna columna de Sendero Luminoso. Hemos ido pasando de la mano de un dirigente a otro hasta finalizar el viaje. Una de las personas involucradas en este viaje es Guillermo Ñaco, ¿quien es este señor? -le pregunto a Senen Murias- “Guillermo Ñaco es el presidente de Arpi, cuenta con un nivel educativo más alto que la media, hizo sociología en Lima, es el único asháninka que tiene una carrera universitaria. Aunque mi impresión general de los asháninkas es que todos tienen una gran capacidad. Yo, personalmente me temía que no nos entendieran o algo así y mi sorpresa ha sido mayúscula, son igualitos que nosotros; han sido educados por misioneros, concretamente protestantes, aunque en alguna zona los ha habido católicos”. Para el Presidente de Arpi Guillermo Ñaco “Los asháninkas somos personas de la Selva Central del Perú, ni más, ni menos, somos humanos, al igual que cada uno de ustedes. En la Amazonía Peruana somos setenta y cinco pueblos originarios, si estamos sobreviviendo no es gracias al Estado Peruano, ni mucho menos a otros gobiernos vecinos, si no, al conocimiento que hemos acumulado generación tras generación”. “Gracias a su esfuerzo -apunta Senen Murias -se pueden ver bosques verdes en lugares en donde sin ellos los arboles habrian desaparecido” A pesar de ello existe una profunda contaminación de los ríos. Guillermo Ñaco recuerda “en otros tiempos, cuentan nuestros abuelos que, las aguas de los ríos eran transparentes, llenas de especies. ¿Que es lo que ha sucedido hoy? -se preguntaran ustedes- han sido reemplazados por latas y hierros reciclados, aguas sucias debido a la escoria y los desechos de las grandes ciudades y de las empresas mineras que están destruyendo toda la vida... Todo esto nos afecta. Demonos cuenta, si el agua esta enferma, los animales, las aves, sus habitantes caen enfermos. Menos mal que existe este conocimiento indígena que ha permitido protegerlos hasta hoy...”.

Veo fotografías de una tierra donde la temperatura por el día ronda los 30º, con una humedad en el aire de más del 90% y la brisa del río cuando se navega es todo un alivio, pero al parar en los controles, el calor y la humedad del ambiente torturan a los viajeros.

Me siguen contando más cosas: los que más se enriquecen aquí son: las empresas madereras y los intermediarios de la coca en consecuencia, los indígenas y sobre todo los asháninkas se empobrecen cada vez más, existe un proceso de desnutrición infantil y las madres están con un síntoma de vulnerabilidad.

SENDERO LUMINOSO Y LOS ASHÁNINKAS. Sendero Luminoso nació en Ayacucho, en la universidad, -escribe el intelectual francés Michel Wieviorka-. Cuando el ejercito comienza a atacarlo, Sendero se refugia en la selva donde se encuentra con los Asháninka. Unos extraños les quieren conquistar sus territorios -piensan estos-. Sendero Luminoso quería formar una nueva sociedad, sin explotados ni explotadores, sin clases, sin partidos, sin Estado, sin guerras; la sociedad de la más grande armonía. Sendero Luminoso no acompañaba nunca sus actos con comunicados, apenas intenta justificarse, sus textos son escasos. “Al chivato se le corta la lengua, al ladrón las manos; a los traidores e infieles se les arrancan los ojos y se les separa la cabeza del tronco, de forma que nunca más en la eternidad pueden hacer uso de ellos. Así -puntualiza Michel Wieviorka- era Sendero Luminoso” ¿Qué tenían los asháninka y que queria Sendero? “El territorio asháninka era un buen punto de apoyo para Sendero, primero, para un posible ataque sobre Lima y segundo, para su aprovisionamiento, la zona vecina del Huayaga es una zona rica, productora de coca. Observamos -habla Senen Murias- que los asháninkas se encontraban en el centro, entre Sendero y el ejercito. En total han muerto un 10% de la etnia. Tanto unos como otros se creían apoyados por los asháninkas cuando en realidad no lo estaban. Lo único que querían era que se legalizase su situación, ya hartos de tantas promesas”. Dice Guillermo Ñaco “Sendero para nosotros ha significado y significa un genocidio más, para la cultura asháninka y para otros pueblos. Las mujeres, muchas veces, tenían que salir al frente a luchar con sus esposos, para defender su territorio y su autonomía. Sendero ha cometido asesinatos, cortando lenguas a los indígenas y a sus mujeres las tetas, enviando a los indígenas delante para enfrentarse a los militares. El ejercito realmente no patrullaba por donde estaba Sendero, en lugar de defender los militares a las comunidades, son éstas quienes servían de escudo defensivo. En la prensa publicaban que el ejercito había solucionado un problema cuando en realidad quienes lo habíamos arreglado, habíamos sido nosotros. A finales de los años ochenta Perú era el país en donde había más desaparecidos, unos cuatro mil muertos, cadáveres en Ayacucho, en los márgenes de los ríos; en la búsqueda de Sendero han sido muchos los muertos que han fallecido por culpa del ejercito”. Ellos -insiste Senen Murias- tienen una gran desconfianza en el ejercito y el Estado peruano ya que están propiciando tanto la entrada de colonos en la selva como la de compañías petroleras.

La principal riqueza, es la madera y posiblemente en un futuro el petróleo. En una buena parte encontramos a una Amazonía deforestada por las compañías madereras que estaban apoyadas por el gobierno, concretamente el de Fuji Mori, un gobierno corrupto ligado al narcotráfico”. Esta es la película que nos encontramos al oírlos, cuyo escenario es una Amazonía peruana con 2 millones de habitantes, de los cuales 300.000 son nativos. “Recuerdo que cuando viajaba por el río -habla Senen Murias- cada dos o tres horas nos encontrábamos con un control militar y claro, tienes que parar. Los asháninkas tienen su propio control, un día pararon una balsa llena de coca, que sorprendentemente había pasado por todos los controles militares. Esta y no otra, es la situación que viven los asháninkas.

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