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ENTREVISTA
marcos chicot, escritor

“Las palabras altisonantes enardecen a los hombres y desgracian a los pueblos”

El autor madrileño publica ‘El asesinato de Platón’ (Planeta), una larga novela que nos traslada al siglo IV a.C. en Grecia, el siglo de la filosofía.

“Tenemos democracia, pero podemos perderla. Porque el gran problema, como entonces, son los demagogos”

La última novela de Marcos Chicot (Madrid, 1971) es un viaje de casi mil páginas en el que asistimos al gran milagro griego y a la creación de las teorías de Platón. Pero Platón es aquí un personaje vivo, de carne y hueso, porque estamos ante una novela, no ante un tratado de filosofía. Sin embargo, el libro es un intento de colocar el asombroso conocimiento del mundo antiguo en este tiempo presente. Un tiempo que parece haber abandonado el Humanismo y las lenguas clásicas, que parece olvidar el gran milagro de los griegos, donde la civilización tuvo su origen, donde se crearon las bases del arte, la cultura y la política.

Chicot, con su narración adictiva y llena de energía, explica aquí la necesidad de reinventar el presente a la luz de los grandes filósofos antiguos. Como ya hiciera con Pitágoras y con Sócrates, el escritor nos introduce en las vidas de estos grandes personajes de una manera natural, creando una gran sensación de proximidad, envolviendo su pensamiento en la vida doméstica y en el contexto histórico de siglos tan importantes para la filosofía como el IV antes de Cristo. Pero, sobre todo, Chicot reivindica la actualidad de sus ideas, la importancia de lo que estos pensadores dijeron para comprender el mundo y fundamentar las democracias, en estos tiempos de gran confusión e incertidumbre.

Hay un clamor que surge de esta entrevista y de esta novela: la necesidad de regresar a las Humanidades, de devolver a la filosofía y al pensamiento griego el lugar que le corresponde en nuestra civilización. Sólo así profundizaremos en la razón, en la ciencia, dejaremos de lado la superficialidad y el maniqueísmo que nos destruye en la actualidad. Sólo así recuperaremos la importancia del conocimiento, del debate, del diálogo, tal y como Sócrates y Platón lo concebían.

¿Cómo una persona que ha estudiado psicología clínica y economía ha terminado en el territorio de la filosofía y la literatura?

Bueno, mucha gente me pregunta eso tan típico: ¿eres de ciencias o de letras? (risas). Pero imagínate que le hubieran preguntado eso a Platón. Platón era filósofo, y filosofía significa el amor por el conocimiento y la sabiduría. Eso es innato en nosotros, tener curiosidad es lo que nos hace humanos, y lo que nos deshumaniza cuando lo perdemos. Un poco lo que pasa ahora con tanto plan educativo y con la deriva de la sociedad en general.

Es cierto que la educación del mundo clásico ha ido desapareciendo de los sistemas de enseñanza. Y la filosofía también ha sido arrinconada muchas veces.

Los jóvenes de hoy no tienen acceso a esa cultura [que construyó nuestra civilización]. Tenemos que procurársela nosotros, de lo contrario no hay nada que hacer. Y cuando se da, no se da adecuadamente. Es decir, se da al contrario de los planteamientos de los grandes filósofos. La expresión ‘enseñar deleitando’, aunque se la atribuimos a Horacio, viene en realidad de Platón. Platón, como Sócrates, era un convencido de que llegues a tus propias conclusiones, de que comprendas. No se trata de memorizar. Pero este problema reside también en la sociedad. No vivimos buenos tiempos para el pensamiento crítico. Y los valores, que también están presentes en estos filósofos imprescindibles, a veces son presentados como algo obsoleto. ¿Por qué? Te confieso que mi libro, El asesinato de Platón, intenta en realidad resucitar a estos grandes filósofos de la antigüedad, como ya hice con El asesinato de Pitágoras o El asesinato de Sócrates.

Una de las cosas más sorprendentes, y negativas, de la educación actual es el progresivo desprestigio del Humanismo. Lo cual es absurdo, puesto que de seres humanos hablamos. Y la ciencia, también es parte del Humanismo.

Sócrates es el padre del Humanismo porque pone al ser humano en el centro del pensamiento. Más que en la naturaleza, en las relaciones del hombre con la sociedad, con los demás. Ahora, de repente, hemos quitado el foco de lo humano y de la naturaleza y lo hemos puesto en lo superficial, en nuestras creaciones, en lo material, en la tecnología. Somos la cultura de la nada, de lo efímero, de lo inmediato. Eso nos deshumaniza. Ya sólo somos seres reactivos, porque estamos bombardeados por muchísimos estímulos. Ya no pensamos, ya no tomamos decisiones, ya no sentimos ni actuamos porque lo hayamos decidido nosotros. Somos unidades de producción, de consumo y de voto en el momento de las elecciones. Nos manipulan para que eso sea así. Por esa razón tenemos que pararnos, aislarnos de los estímulos y pensar si esto que hacemos tiene que ver con lo que queremos ser. Como decía Buda tenemos que actuar como pensamos o acabaremos pensando como actuamos. Sin duda nos están deshumanizando. O nos estamos deshumanizando, porque, como decía Platón, una sociedad no puede ser diferente de los hombres que la forman.

La pérdida de las lenguas clásicas, con las que amueblamos nuestra cabeza, a causa de los cambios en los sistemas de enseñanza nos ha privado, quizás, de aquel ejercicio mental maravilloso que nos proporcionaba el trabajo con el latín y el griego.

Es una pena que haya ocurrido. Comprender el lenguaje es muy enriquecedor. Comprender el lenguaje en el que se fundamenta nuestra civilización nos ayuda a comprender la civilización misma. Se trata de una comprensión más amplia, no sólo el significado de las palabras, y esa comprensión es a la que lleva el aprendizaje de las lenguas. Hay que pararse a cuestionar, eso es lo que a veces incomoda un poco. Como decía Quevedo, “el pueblo idiota es la seguridad de un tirano”. Pues parece que los tiranos están cada día más seguros.

Creo que has estado algo más de cuatro años escribiendo El asesinato de Platón (Planeta). Pero claro, ¡es que son casi mil páginas! Imagino que te has apoyado en tus acercamientos anteriores a la Grecia clásica, sobre todo El asesinato de Sócrates.

Sí, de alguna manera la novela anterior te lleva a la siguiente. Estuve más de cuatro años con esta porque quería hacer algo a la altura de Platón. Su pensamiento es muy complejo y yo... soy un perfeccionista obsesivo. Así que tardo más de lo normal en todo lo que hago. Llevo quince años escribiendo sobre Grecia. En El asesinato de Platón el punto de partida es Sócrates, sobre el que había escrito, es decir, se trataba de seguir contando el gran milagro de Grecia, su enorme aportación filosófica y científica a nuestra civilización. Pero, antes que ninguna otra cosa, esto es una novela. Es una historia, con su emoción, con su intriga, con sus personajes. Hay mucho conocimiento, sí, pero no quería el conocimiento rompiera en ningún momento el rito de la narración. Platón tiene su complejidad, porque es transversal, trata todos sus temas en todas sus obras. Esto complica un texto así, pero, al tiempo, favorece la construcción literaria.

Estamos en el siglo IV a. C., que al final es un siglo riquísimo, el gran siglo de la filosofía antigua, como todo lo que va a venir después, el mundo de Alejandro Magno, Aristóteles, etcétera. Tú narras muy bien los diferentes acontecimientos históricos que se suceden, la evolución de las ciudades griegas, pero consigues que todo eso vaya condimentado con una visión muy detallada de los personajes, de sus vidas, de los asuntos domésticos. Lo que provoca en el lector la sensación de estar asistiendo a la vida cotidiana de todas estas figuras que a veces vemos distantes y marmóreas.

Bueno, yo planifico mucho cuando escribo. Pero quería mostrar todos los ángulos del ser humano, las pasiones y las miserias. Tienes que hacer sentir al lector todos los detalles de las vidas de los personajes, lo que piensan y lo que sienten. Para mostrar aquel mundo y cómo lo comprendían las gentes de esa época hay que meterse dentro de los personajes, hay que entender a los filósofos y a los comerciantes, a los esclavos y a los gobernantes. El foco narrativo está puesto, ya digo, muy dentro de los personajes. Pero tienes la visión de Platón desde él mismo, desde sus amigos y sus enemigos. Quiero que esté todo presente: los grandes nombres, los escultores, los militares, la gente corriente. Esa es la única manera de vivir aquel tiempo. Porque yo quiero hacer una novela, pero también quiero hacer algo más, no sólo una novela histórica.

Es, por tanto, una historia muy de personajes.

Está construida a través de los personajes, claro. Ellos son los que ven y los que te muestran las cosas. Y de alguna manera tú te conviertes en ellos, sientes, por ejemplo, el sabor de los productos que sirven en los banquetes, como esas bandejas de ostras con erizo (siempre meto muchas cosas de la gastronomía, porque me parece significativa). En fin, es una manera de experimentar la vida de la Grecia de aquel tiempo con los cinco sentidos, como lo hacían sus contemporáneos. Recreo así los grandes banquetes sublimes, a los que asiste Platón, pero también aquellos más de orgía y borrachera, digamos, a los que asiste Calipo.

A menudo sueles quejarte de que el mundo griego, que es la verdadera base de la civilización, no ha sido tratado tan abundantemente por el cine como el mundo romano, que, desde luego, es más cercano a nosotros. ¿Tiene el cine una asignatura pendiente con la Grecia clásica?

Reconozco que la vida de los emperadores romanos, por ejemplo, es más fácil de llevar a la pantalla. No olvidemos que todos los emperadores, sin embargo, querían ser como Alejandro Magno. No lo lograron plenamente. Hay muchos elementos de la cultura romana que están en los griegos, como sabemos bien, el humanismo y el derecho natural que parten de Sócrates, etc. Pero es que no hay otra época como esta en la que tengas esa sensación de que se ha producido un milagro. No tenían apenas otras referencias, eran un pueblo, nada más, cuarenta o cincuenta mil personas y varios pueblos enclaves aquí y allá, y ese pequeño pueblo va a ser capaz de una revolución extraordinaria, filosófica, política, artística. Llevaron a la perfección las artes, la medicina, la arquitectura. Algo prodigioso. Somos lo que somos gracias a los griegos, aunque mucho lo hayamos aprendido a través de los romanos.

Grecia era al final un pueblo de pastores, de cultivadores de olivos y de higueras. Y llegaron a la cumbre del conocimiento. Roma no hubiera existido sin ese precedente.

Hubiera sido otra cosa. Tuvieron grandes ingenieros, es verdad, pero por lo que valoramos a Roma es por lo que aprendieron de los griegos.

¿Cómo se construye una novela tan elaborada como El asesinato de Platón? Tienes ya una gran experiencia, pero supongo que es un reto. Incluso un rompecabezas.

Pues sí, es algo complicado. No te imaginas la cantidad de materiales que voy acumulando. Y los esquemas que se van generando. Incluso cómo unos esquemas parten de otros esquemas, y así sucesivamente. El material no deja de crecer nunca. Pero bueno, al final, te acompaña una cierta sensación de caos, de tantos datos que puedes llegar a tener. Y no te olvides que una novela no es siempre igual, va evolucionando. A veces se separa de la idea que tenías al principio. Tampoco empiezo a escribir hasta que ha pasado año o año y medio... tengo que estar preparado para hacerlo. Y en cada inicio de etapa, repaso todo lo que tengo: hay que refrescarlo todo cada vez que reinicias la escritura. Por ejemplo, hay un fichero llamado ‘trama’, que es el que más evoluciona. Pero antes me leí todas las obras de Platón, y fue tomando notas de todas ellas. Y a esas notas tienes que volver de vez en cuando, aunque compongan un archivo larguísimo.

Eres, claro, un escritor muy metódico.

Sí, esto no se puede escribir a base de arrebatos. Tengas inspiración o no, tengas ganas o no, tienes que sentarte con disciplina. Pero claro, también tienes que ser creativo. Ha sido un trabajo tremendo, durísimo. El último año he trabajo unas dieciséis horas diarias, de lunes a domingo, yendo de delante a atrás y viceversa.... He querido que la novela permita muchos niveles de lectura, que se note la evolución del personaje (no puedes mostrar un Platón plano, que ya tiene toda su filosofía en la cabeza desde el principio: eso, claro, no fue así). Tienes que comprender el contexto, la historia alrededor.

Creo que este libro puede ayudar a que muchos jóvenes penetren en esos conocimientos que, además de que tienen poca cabida en la enseñanza, tal vez perciben como áridos o lejanos.

Me escriben muchos jóvenes desde los doce o trece años. Dicen algunos que les ha cambiado su forma de ver las cosas. Han seguido mis otras obras sobre Pitágoras o Sócrates, y la verdad es que parecen entusiasmados. Muchos profesores, sobre todo de institutos, me escriben también. Suelen poner estas obras como lecturas, y no faltan los que ya me han hablado de ‘El asesinato de Platón’.

Una de las protagonistas del libro es Altea. Un personaje femenino con enorme fuerza que es, en realidad, un agregado de varias ideas de la mujer en aquel momento.

Es un personaje muy pensado y muy sentido. Si tu no lo sientes, no puedes transmitir nada al lector. Altea representa el punto de vista revolucionario de Platón sobre la mujer. No vivían la vida pública, no tenían una relación intelectual de igualdad con los hombres. Pero Platón tuvo maestras de filosofía en su Academia. Y eso es lo que muestro con Altea, que es invitada a participar en ese universo intelectual, a pesar de que estaba reservado a los hombres. Está esa alegoría del mundo femenino, que Platón veía de forma tan diferente, y está su vida cotidiana, donde asistimos, por ejemplo, a cómo se trataba a los esclavos, etc. Todo esto está en la gran literatura clásica, en Aristófanes o en Eurípides, que conviene leer.

La novela tiene varias tramas paralelas, asociadas a las vidas de los personajes.

Sí, desde luego. Tienes que saber qué va a ocurrir con Calipo (que, aunque es un personaje real, es una alegoría del concepto platónico de la justicia), con Altea, pero también con Melisa, Céfiro, etc. Desde luego, la trama principal está en Platón y en el intento de llevar a cabo su gran proyecto.

Y asistimos también a la complejidad política del momento, las luchas de las ciudades-estado, el surgimiento del poder tebano, el desconcierto de Platón que ve que su idea de la justicia política se va diluyendo.

Sí. Hay ahí personajes increíbles, fascinantes, como Epaminondas, el general invencible pero también filósofo. En la época romana se le llamó el primer hombre de Grecia, incluso más que Pericles y que Alejandro Magno. Y la invasión del mundo conocido por Macedonia no hubiera sido posible sin Epaminondas, que con unas cuantas tácticas enseña a Filipo como hacerlo, cómo luchar contra pueblos incluso más numerosos. Mostrar a Epaminondas ha sido un placer, pero ahí tenemos a los dos reyes espartanos, uno empeñado en hacer la puñeta a Tebas, otro más moderado... Quiero mostrar la guerra desde las decisiones de los personajes, me interesa cómo avanzan los ejércitos, pero sobre todo lo que sentían los que estaban involucrados en aquellas guerras. Ese lienzo bélico modeló el pensamiento de la época.

Se dice que hoy en día la democracia está en peligro. Y esto nos lleva a Platón una vez más. La política contemporánea está en un momento de gran demagogia y gran tensión.

Platón vivió en un tiempo no tan diferente a este. Tenemos democracia, pero podemos perderla. Porque el gran problema, como entonces, son los demagogos. El vacío moral. En ellos domina el interés personal. No están orientados al bien público, que era el mayor interés de las ideas platónicas. He puesto una escena que sirve como respuesta a Popper, a la crítica que hace de Platón en ‘Los enemigos de la sociedad abierta’. Es un Platón utilizado y descontextualizado: lo han utilizado hasta los nazis. Pero él habla del gobierno de los más capacitados, de aquellos que están orientados al bien común y que no tienen ambición de riquezas. Los demagogos de hoy sólo quieren poder, no debaten, hacen como que hablan entre ellos, pero apelan a las emociones de los que escuchan. Siembran el odio a los contrincantes. Y algunos políticos están diciendo ahora odiaos entre vosotros. Y esos odios tienen sus frutos, como hemos visto en Estados Unidos. Y lo que ocurre en la calle es lo que algunos están sembrando.

Hay un desprestigio de lo intelectual y de lo elaborado. Quieren imponer la simplificación.

Cuando uno se enardece, siente un vínculo. Es manipulación, porque no analizas lo que dicen, sólo sigues ciegamente las emociones. Las palabras grandilocuentes enardecen a los hombres y desgracian a los pueblos.

Y, ahora, la novela sobre Aristóteles...

Bueno, estoy muy cansado. Han sido cuatro años duros, mis hijos casi no me han visto. No olvides que estamos en un mundo además muy difícil ahora mismo. Aristóteles no hace una aportación revolucionaria al conocimiento y la moral, aunque tenemos la Ética a Nicómaco... Desde luego, es verdad que hace una gran aportación a la biología, es el primer gran científico, etc. Hay muchos personajes a los que me gustaría dar vida, pero una novela como esta lleva tanto sacrificio que tiene que apasionarme mucho. Ya veremos.

29 nov 2020 / 00:00
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