Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Situaciones de ayer y hoy

Treinta y siete meses ya hace que se hallan reducidos a medio sueldo los exponentes; los empeños y atrasos ya contraídos, y cada día se les agravan más; la carestía de todo lo necesario para la vida y decencia; los poquísimos o casi ningunos recursos que les proporcionan este Pueblo para poder subsanar la falta del sueldo; y últimamente, el mucho trabajo que sobre sí recae, en razón de ser reducido el número de individuos, junto con lo muy riguroso de la presente estación de invierno...

Salvando el alambicado lenguaje, parece un manifiesto redactado hace unos días. Pero no. Es un breve memorial (carta) entregado por miembros de la capilla de música de la catedral de Santiago al cabildo catedralicio, a fines de 1815. Confiaban en que, viendo su triste situación, con su alta penetración, fuesen escuchados por el clero. Los músicos también son mortales. En este caso, llevaban más de 3 años con sueldos a la deriva, malviviendo gracias a la benevolencia del cabildo o con actividades a expensas de ellos, so pena de multa o despido.

Ese escrito fue un ultimátum tras muchas quejas también recogidas en las actas capitulares que, como un diario, narran la vida interna de la catedral y variopintos sucesos. No son quejas fatuas. Libros de Fábrica y del Depósito de la Música reflejan esa realidad.

Hubo bonanza en la ciudad y en el templo hasta fines del XVIII. Se notó en el crecimiento poblacional (fue la urbe más populosa y principal de Galicia), el orden y saneamiento público, el esplendor artístico y musical. ¿Crisis? No faltaron. Hasta el prelado B. Rajoy mandó traer cereal de Francia y, el cabildo, mercancías de Santander.

Con la Revolución Francesa de fondo, el (des)gobierno de Carlos IV y los avatares del inicio del reinado de Fernando VII, afloraron nuevos problemas. Entonces Compostela no vivía del turismo ni del peregrinaje. Todo giraba en torno a los caudales que recibía el Apóstol, por los privilegios históricos ligados a su patrocinio. Derechos heredados y arraigados que, con todo, pendían de un hilo. Se recaudaban buenos emolumentos, pero también eran los primeros en ser requeridos por la corona -o delegados, como Godoy- para costear batallas u otras iniciativas regias, acrecentadas en tiempos del arzobispo Bocanegra.

Los frentes crecieron. En enero de 1809, los franceses invaden la ciudad, desestabilizando todo, aun siendo cautos en advertir que se notara lo mínimo para no alterar la vida cotidiana, algo imposible en un lugar tan pequeño.

El Seminario de Confesores (Pazo de Raxoi) fue ocupado por el alcalde afrancesado M. Fraguío. Además, el cabildo tuvo que donarles -de aquella manera, tras ardua negociación- cantidades de dinero, alhajas y joyas de alto precio.

El culto de la catedral, según la consigna, debía mantenerse. Y, en parte, así fue, aunque con dificultades. Algunos músicos se incorporaron -ya en 1808- en el Batallón Literario para combatir a los franceses. Otros se enrolaron en el Cuerpo de las Milicias honradas, auspiciadas por el arzobispo R. Múzquiz, para velar por el orden de la ciudad. Y los hubo que se fueron a tocar a las comedias, especialmente en la celebración del carnaval o carnestolendas. Siendo en beneficio del hospital, el cabildo solía dar su bendición. Al fin, cada ganancia saneaba las arcas de la catedral. Hay al menos dos solicitudes aprobadas (febrero de 1811 y 1814), dando por hecho que hubo más no constatadas.

En agosto de 1809 esos músicos no podían pagar los alquileres ni cubrir su desnudez, faltándoles el alimento para sí y sus familias. Tampoco abonar a sus acreedores. Y se declararon en bancarrota al verse en situación vergonzosa, a la verdad, para unos dependientes de honor.

Entre 1810 a 1812, tuvieron que pagar un extra: la Contribución Patriótica, pese a sus exiguos salarios, etc. La situación socio-política amainó en 1814, pero nada era igual. En 1816, el leve resurgir fue más aparente que real. En 1819, su presencia en rogativas públicas pidiendo el fin de la peste -lo que les impedía ganarse la vida fuera de su oficio- y luego la implantación del Trieno Liberal, no propició el retorno a la ansiada normalidad.

Santiago y su catedral han pasado también malos momentos. Con todo, se fueron solucionando, a veces, a ciegas, sin ver el final del túnel. Tras una remontada, otro zarpazo. ¡Y vuelta a bregar!

Un panorama que hoy retorna, con igual incertidumbre. Entonces mantuvieron la calma y el culto, en esta ciudad de asentada tradición apostólica, y se afanaron por salir a flote, rogando y con el mazo dando.

Podría ser el camino a seguir en parte ahora. Quizás... o, bueno, depende. Qui le sait?

14 feb 2021 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito