BALANCE DE LA LEGISLATURA

1.234 días de Gobierno y varias crisis que hicieron más daño que una pandemia, un volcán y una guerra

Tras cinco remodelaciones del Ejecutivo, Sánchez paga el peaje de las tensiones con Unidas Podemos, los desafíos de ERC y Bildu, el envite del Poder Judicial y las concesiones al ‘procés’

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. / EP

Isabel Morillo / David Page / Mario Saavedra

Este martes, con la convocatoria oficial de elecciones generales publicada en el Boletín Oficial del Estados, el Gobierno de la décimo cuarta legislatura en España entrará en una nueva fase. Habrán pasado 1.234 días desde que el primer Ejecutivo de coalición de Pedro Sánchez tomó posesión, el 12 de enero de 2020, tras las elecciones generales de noviembre de 2019. El presidente suele repetir en sus mítines que a este Gobierno no se lo han puesto fácil, con una pandemia, que sometió al mundo a una nueva realidad sin precedentes, un volcán, que arrasó parte de la isla de la Palma, y una guerra a las puertas de Europa, que provocó una crisis de inflación que elevó la cesta de la compra por encima de las posibilidades de miles de españoles.

Posiblemente ninguno de estos desafíos de escala planetaria han pasado al presidente Sánchez la elevada factura en su imagen pública y en su credibilidad política que se han cobrado otras crisis internas que han arrojado una sensación de inestabilidad y conflictividad elevada en los últimos tres años.

El Gobierno defiende que ha sido una legislatura de conquistas de derechos sin precedentes, con una reforma laboral aprobada de chiripa por un error del PP, una subida del salario mínimo de 1.080 euros, un 47% más que en 2018, una reforma de las pensiones que tiene el visto bueno de Bruselas y blinda su actualización con el IPC o avances sociales como la leyes de eutanasiaviviendasalud sexual y reproductiva o la de memoria democrática. El ruido que ha envuelto esas conquistas en el haber del Ejecutivo ha sido ensordecedor. Más de 60 leyes decaerán con la disolución de las Cortes, muchas son anuncios electorales de un presidente desaforado prometiendo mejoras a los españoles que no han servido para mantener a flote el gobierno territorial y local.

Tres Presupuestos

El Gobierno confiaba en que la economía contrarrestara las encuestas desfavorables pero las urnas han sido implacables. El Ejecutivo ha conseguido aprobar, en minoría parlamentaria, tres Presupuestos y dos paquetes anticrisis en negociaciones agónicas con socios difíciles como ERC o Bildu, que se han regodeado en tensar la cuerda al bipartito. La respuesta del Gobierno ha sido en una y otra crisis levantar escudos de protección para paliar el impacto para las familias y las empresas. De los ERTE, las ayudas, los avales ICO, las medidas para vulnerables de la pandemia, a los grandes paquetes contra el impacto económico de la guerra y contra la inflación, con rebajas de impuestos, topes a los precio y ayudas directas para frenar las subidas de luz, gas y carburantes, y ahora también con medidas específicas para contener el encarecimiento de los alimentos. Soluciones algunas alejadas de la contención o la ortodoxia económica, senda por la que pide ya volver Europa.

Un movimiento de cámara de barrido desde 2020 a hoy da mareo. Parece mentira todo lo que ha podido caber en esta legislatura. Pedro Sánchez ha ejecutado cinco remodelaciones de su Consejo de Ministros, la de mayor calado en julio de 2021. El Ejecutivo ha convivido en un bipartito inédito en España que en la recta final se convirtió en tripartito por la ruptura de Podemos y Yolanda Díaz. La crisis por la reforma de la ley del ‘sí es sí’ y las rebajas de condenas a agresores sexuales ha sido el capítulo más doloroso, el que más daño ha hecho a una coalición que parecía entrenada para entrar en un bucle de enfrentamiento ante cada asunto de la agenda social sobre la mesa. La agónica división del feminismo por la 'ley trans' se cobró también un alto precio.

Cataluña y poder judicial

El empeño de Pedro Sánchez de “restablecer la convivencia en Cataluña” condujo al presidente a tomar decisiones arriesgadas, desde los indultos a los condenados del ‘procés’ hasta la reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición o rebajar el de malversación. Sus socios de ERC recibieron con frialdad las concesiones y antes porfiaron con el Gobierno con escándalos que han quedado desinflados como el supuesto espionaje del CNI a los independentistas catalanes en el llamado 'caso Pegasus'.

La negativa del PP a cumplir con la renovación del Consejo General del Poder Judicial y la crisis institucional sin precedentes por el bloqueo del Tribunal Constitucional a la reforma legal impulsada, cogiendo un atajo, por el Gobierno han puesto a prueba los resortes del Estado. Sin olvidar que este Gobierno ha lidiado con una crisis en la monarquía desatada por la salida del rey emérito Juan Carlos I a Emiratos Árabes tras varios escándalos sobre sus finanzas y patrimonio.

Crisis sobre crisis

La legislatura arrancó con la mayor crisis económica en un siglo por una pandemia global casi de cine y va a concluir cuando aún se siguen sufriendo los efectos de la histórica crisis energética provocada por la guerra y arrastrando los nuevos problemas con los que amenaza ahora la gran sequía. En este escenario económico inopinado, casi delirante, el consuelo han sido datos récord de empleo y la inyección del maná milmillonario de los fondos europeos para impulsar de manera acelerada de las cuatro grandes transformaciones que el presidente ya prometió en el debate de investidura (la transición ecológica, la transformación digital, la igualdad de género y la cohesión social y territorial).

Los estragos de la pandemia de covid y del parón forzoso de la actividad económica y de la movilidad provocaron un desplome del 10,8% del PIB en un país tan dependiente del turismo. Y cuando la reactivación estaba en marcha -aún sigue sin ser completa y sin recuperarse el PIB prepandemia- llegó el golpe de la crisis energética con precios de luz, gas y combustibles disparados y con el lastre para toda la economía de la ola de las alzas de la inflación hasta máximos desconocidos en décadas.

La Comisión Europea ya ha empezado a reclamar a los estados miembros la retirada progresiva de las medidas contra el impacto de la guerra para retomar la senda de la consolidación fiscal y de recorte del déficit. El Gobierno ya había anticipado a Bruselas su intención de ir poniendo fin a gran parte de las medidas del escudo social, singularmente las vinculadas con la crisis energética, a lo largo de este año (algunas caducan en julio) o el próximo (el grueso expiran el 31 de diciembre). Tras la convocatoria de elecciones, quizá se salven temporalmente las primeras y se retrase hasta fin de año el levantamiento definitivo del escudo anticrisis.

Un líder internacional

Mientras su imagen se deterioraba como presidente en España, a Pedro Sánchez se le ha visto hacerse cada vez más fuerte en la arena internacional. En los pasillos del Museo del Prado, recibiendo con soltura a los líderes internacionales de los países de la OTAN; o en los Consejos de Bruselas, donde ha conseguido pasar con sobresaliente, literalmente, sus planes económicos, y ha exhibido química con la conservadora Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión. Con el líder de Estados Unidos le costó algo más pero Sánchez y Biden han acabado teniendo una relación bilateral fluida, y se les ha visto charlando relajadamente en la cumbre de Balí o en el Despacho Oval de la Casa Blanca hace dos semanas. Sánchez ha sido el primer presidente socialista en pisarlo después de José Luis Rodríguez Zapatero. Al contrario que éste, ha dejado claro que su visión es atlantista, especialmente en el contexto de la guerra de Ucrania, no sin roces con sus socios de Unidas Podemos por el envío de armas.

Sin embargo, Sánchez tiene un enorme talón de Aquiles en su agenda internacional. Aunque las encuestas muestran que en España no se vota con la mirada puesta en el exterior, el asunto de Marruecos y el Sáhara Occidental es diferente. No se ha comprendido el giro copernicano que dio el presidente a la posición española de medio siglo hacia el conflicto. La oposición al completo ha cargado contra el presidente del Gobierno, desde Unidas Podemos a Vox, pasando por PP o PNV. En el Senado, al ministro de Exteriores le han preguntado decenas de veces por qué ahora, por qué así y qué se ha conseguido. José Manuel Albares no ha ofrecido una respuesta clara. Solo se ha pronunciado de forma directa Argelia, rival de Marruecos en el Magreb, castigando a España unilateralmente con un bloqueo comercial que ya ha costado a las arcas de las empresas nacionales 1.500 millones de euros.

A esto hay que sumarle que no termina de salir adelante la principal negociación diplomática en marcha, la que pretende buscar un encaje a Gibraltar en la zona Schengen para crear una “zona de prosperidad compartida” con Campo de Gibraltar. Derribar la Verja. Dos años y aún no hay fecha.

Pedro Sánchez ha trabajado las relaciones con otros líderes clave de la escena internacional. Por ejemplo, con el mandatario chino Xi Jinping, al que visitó en marzo, poco después de que el presidente chino presentara su postura hacia la guerra de Ucrania. El español le afeó sutilmente que no se hubiera reunido con Volodímir Zelenski, sin el que ese plan no tiene sentido alguno. Y también con Francia, un vecino cercano pero en ocasiones incómodo. Con Emmanuel Macron son frecuentes los abrazos, pero al mismo tiempo el galo incumple las expectativas españolas en muchos asuntos: España sigue pidiendo que abran los pasos fronterizos de los Pirineos que mantienen cerrados, algo impropio de un socio Schengen; o que cumplan con su palabra (al menos Sánchez sostiene que la obtuvo) de terminar el Corredor Atlántico de alta velocidad en 2030. Hasta hoy. Desde este martes, quedan 54 días para que los ciudadanos juzguen en las urnas una legislatura de vértigo.