Dimisión de Mazón
Historia de tres dimisiones y sus relevos: similitudes y diferencias entre Zaplana, Camps y Mazón
Las salidas de los 'president' ha venido sin cambios en el Consell, pero provocando marejada interna en el PPCV

Francisco Camps comparece ante los medios de comunicacion en el patio gotico del Palau de la Generalitat, para comunicar su dimision como presidente de la Generalitat Valenciana. Francisco Camps. PG. dimisión PGV / JOSE ALEIXANDRE
Diego Aitor San José
A diferencia del Saló de Corts o el Daurat previsto para los acontecimientos institucionales, el patio gótico del Palau de la Generalitat apenas cuenta con decoración. Es más bien simple, con la piedra como protagonista y aunque en sus inicios era descubierto, en la actualidad lo protege una techumbre acristalada. Ese espacio, al que se accede por la calle Caballeros, ha sido el lugar que Francisco Camps y Carlos Mazón, con 14 años de diferencia, han utilizado para anunciar su dimisión, una de las varias similitudes entre ambos procesos que, no obstante, tiene también diferencias entre sí y entre el primer dimisionario al frente del Gobierno valenciano otros nueve años atrás, Eduardo Zaplana.
Camps, Mazón y Zaplana han quedado ligados este lunes por el hilo de haber sido los únicos presidents de la Generalitat que han presentado formalmente su renuncia. Pero igual que cada familia es infeliz a su manera, cada salida y su posterior relevo tiene su intrínculis. Ahí es donde aparecen las equiparaciones, las situaciones análogas y aquellas que se erigen en contraste. La principal en el caso actual respecto a las otras dos es la dependencia de un partido externo al del 'president', en este caso Vox, frente a las mayorías absolutas del PP en las dos anteriores, que condicionan la sucesión.
Tanto en el caso de Zaplana, que se marchó al Ministerio de Trabajo, como de Camps, que dejó el cargo por las acusaciones sobre el caso Gürtel, sus respectivas sustituciones al frente del Palau se cerraron en menos de 20 días: José Luis Olivas y Alberto Fabra fueron investidos catorce y seis días después de las respectivas dimisiones de sus antecesores. Sus llegadas, además, no conllevaron cambios en el organigrama del Ejecutivo autonómico que en ese momento estaba en funcionamiento, aunque sí que necesitó el trámite de rigor de ser cesados y que volvieran a tomar posesión de sus cargos.
A nivel competencial, la transición Zaplana-Olivas fue administrativamente más sencilla. El segundo era vicepresidente del Consell y eso le garantizó ciertas prerrogativas entre medias. Distinto fue en el caso del traspaso de Camps a Fabra, más traumático, y con seis días donde las funciones "directivas" del Ejecutivo autonómico quedaron en manos de Paula Sánchez de León, entonces vicepresidenta, y las "representativas", en el máximo responsable de las Corts, segunda autoridad autonómica a nivel protocolario, Juan Cotino.
Una salida, un problema orgánico
Pero no es la autoritas legal la que generó más heridas sino la representativa de tomar el poder. La sucesión que hoy todavía mantiene incógnitas en el caso de Mazón causó no pocos revuelos tras la salida de Camps, abriendo una batalla entre distintos sectores del PP: el de Alfonso Rus (principal crítico en el momento), los campsistas, la dirección nacional de Génova encabezada por Mariano Rajoy o los cercanos al entonces hombre fuerte en Alicante, José Joaquín Ripoll. Esos divisiones orgánicas resuenan ahora con otros apellidos, territorios y sectores, pero repitiendo la música de los recelos.

Noticia publicada por Levante-EMV: "Barbera dijo no a Rajoy" / Levante-EMV
Por ecos del pasado resuena también hasta la crónica que en su momento, hace 14 años, firmó este periódico. "Barberá dijo no a Rajoy", tituló Levante-EMV incidiendo que la entonces alcaldesa de València "huyó el ofrecimiento de Mariano Rajoy de ser la primera presidentade la Generalitat". Década y media después, otra alcaldesa de València sonó como aspirante promovida por Génova, María José Catalá, pero ella misma se habría alejado de esta posibilidad. La diferencia, no obstante, es que Barberá había sido quien había promocionado a Camps y haber asumido el cargo habría sido visto como una traición y algo casi contra natura, ya que las herencias se dan de padres a hijos y no al revés.
Quien fuera president de la Generalitat de 2003 a 2011 ya tuvo un papel destacado en la anterior dimisión. No asumió el cargo que dejó Zaplana en 2002 porque no era diputado, pero sí quedó ungido para ser el cabeza de cartel del PP en las elecciones un año después, una operación similar (aunque con más margen temporal) a la que promueven cargos del PP valenciano con Vicent Mompó de cara al futuro. Entonces Camps era delegado del Gobierno y la proximidad electoral le llevó a dejar su cargo y centrarse en la construcción de una candidatura. Más de 20 años después, Camps arma otra candidatura, esta vez, para un congreso interno en el PP.
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