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Especial “Premios Gallegos del Año 2020”

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Juan Salgado. Santiago / En 1990, cuando el editor del periódico, Feliciano Barrera, decidió instituir los premios Gallegos del Año que desde entonces y de manera ininterrumpida han llegado hasta nuestros días, no andaba Galicia sobrada de referentes sociales que contriburan a la afirmación de lo propio como pueblo, inmersa la actividad política como entonces estaba en crear los primeros e inciertos pilares de su autonomía; la vieja y nunca antes resuelta aspiración del autogobierno.

Eran tiempos de zozobra e incerteza en lo político, de un lento despertar en lo económico a través de nuestras principales señas de arraigada tradición, y un más esperanzado que efectivo anhelo de adecuado desarrollo social y profundización en la identidad cultural, tantos dormida a lo largo de la “longa noite de pedra”.

Como decidida contribución a esa singular singladura que comenzaba, los premios instituidos en el seno de EL CORREO GALLEGO respondían, desde la voluntad de su impulsor, a la doble finalidad de servir de estímulo para una Galicia remangada en la realización de tan trascendentales tareas y, a la par, rendir público homenaje a unas trayectorias vitales dignas de encomio y reconocimiento en tanto en cuanto se encardinaban, por su laboriosidad y frutos obtenidos, en aquella ilusionante nueva aventura de un país reencontrándose a sí mismo.

Es esa doble finalidad interactiva, de la emulación y el reconocimiento, el principal signo que ha caracterizado a los premios a lo largo de su ya consolidada existencia. Y son, también, compromiso que la empresa editora ha propiciado en todo momento con la organización de uno de los eventos sociales más importantes de Galicia, en consonancia con la relevancia de los premiados y el entusiasmo de los asistentes que en número superior a los mil quinientos –agotando la capacidad del recinto- se congregan cada otoño en el Palacio de Congresos de Santiago a invitación de los organizadores.

Son las aludidas, por ello mismo, inexcusables razones que aconsejan que esta trigésimo primera edición de los galardones haya de ser necesariamente pospuesta para cuando circunstancias más favorables, superada la crisis de la actual pandemia, realice que se pueda brindar el multitudinario homenaje que los premiados merecen, pero también poder vehicular adecuadamente esa vertiente de estímulo con que sus trayectorias animan a cuantos las contemplamos al aproximarnos a su conocimiento. Por si ambos motivos no son suficientes, los premios tienen también, en el decir del actual presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, el componente relevante de favorecer que “Galicia tiene conciencia de sí misma basada en la cordialidad”.

EL MEJOR ARCHIVO DE UN PAÍS. Fernando González Laxe, el que fuera presidente de la Xunta y ahora mismo es destacado miembro del Foro Económico que tan certeramente indaga y tan volcado está en la promoción de Galicia, recordaba desde las páginas de este periódico y con ocasión de idéntica efeméride a la que ahora se comenta que “un periódico debe ser el custodio de la memoria ... el mejor archivo de un país”.

Y, en efecto, si con su comparecencia diaria ante los lectores el periódico va jalonando de mojones destacados las hojas del calendario de la memoria de una tierra, de un país; desde los premios instituidos contribuye también a dar visibilidad a quienes, de entre nosotros, son más proclives a compromisos sociales, a asumir riesgos, desde el convencimiento que tienen los premiados de que, como señalaba uno de ellos, “el viento siempre sopla a favor de quien tiene las velas bien orientadas”. Y todos nuestros premiados las tenían y las tienen.

Treinta años de continuada presencia, con más de una docena de personas e instituciones galardonadas en cada nuevo ejercicio, van creando un numeroso corpus de nombres propios que abundan en la afirmación del citado ex presidente a la hora de conformar el más riguroso archivo de un país desde sus realizaciones más sobresalientes. En este caso desde sus nombres propios.

El acierto en los designados, permanente duda que mediatiza la responsabilidad y el rigor a la hora de la elección, queda en este caso constatado, edición tras edición, al menos en lo que tiene de coincidencia con la voluntad expresa de esa sociedad civil a la que van dirigidos. Se reafirma cada año en la no buscada pero efectiva coincidencia con los nombres de las personas más influentes de Galicia que aparecen en el suplemento especial que ECG saca a la calle. Una relación que es fruto de la libre opinión de medio millar de ciudadanos de los más diferentes ámbitos sociales y profesionales que son consultados en cada edición. Ellos eligen esa lista de prohombres que, en tanto que coinciden plenamente con los premiados por la empresa editora del periódico, constituyen el mejor aval para los propios premios.

Sin menoscabo de una actividad tan legítima como imprescindible, los Gallegos del Año han querido huir desde su inicio del reconocimiento a personajes políticos en ejercicio por entender que los logros de esa actividad se corresponden con su voluntaria decisión y porque la sombra de la duda de supuestos tratos de favor no distrajera la atención sobre trayectorias que desde lo particular inciden en lo general, desde lo individual en lo social, como ejemplo de una galleguidad hecha desde las raíces de la sociedad civil y construida entre todos.

No pretenden estas líneas tener vocación de exhaustividad -el espacio no da para tanto-, pero a la hora de hacer una aproximación retrospectiva a lo que han supuestos las treinta ediciones ya celebradas de los premios es difícil resistirse a no mencionar personajes de la talla de Camilo José Cela o Torrente Ballester, Laxeiro o Díaz Pardo, Amancio Ortega o Carmela Arias y Díaz de Rábago, Manuel Gómez-Franqueira o Jesús Alonso Fernández, Alfonso Paz-Andrade o Manuel Jove Capellán, José Manuel Otero Alonso o Roberto Tojeiro. También a Emilia Casas o José Manuel Romay Beccaría, Paco Fernández del Riego o Antonio Fraguas, Darío Villanueva o la Real Academia Galega así como la cinco veces centenaria Universidad de Santiago. Ellos, junto a un número que sobrepasa ya el medio millar conforman esa ilustre orla de los elegidos por sus particulares trayectorias de éxito. Un reconocimiento que no se detiene en el triunfo cuanto en el compromiso y esfuerzo diarios como ejemplarizante modo de vida que acaban por merecer el plauso de todos.

31 dic 2020 / 00:00
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