El doctor Ramón Cacabelos ingresa en el selecto club Gallegos del Año

¿Se imaginan a un científico o­ccidental en la Universidad de Osaka, la más importante de Japón, interviniendo ante un auditorio de miles de ­personas en un acto de despedida a un rector y pronuncie su ­discurso en perfecto japonés? Pues está aquí, es gallego, se doctoró en Medicina en la Universidade de Santiago y es el nuevo ­miembro del selecto club ­Gallegos del Año, elegido por unanimidad por las redacciones del Grupo ­Correo Gallego.

Se trata del doctor Ramón Cacabelos, director general del Centro de Investigación Biomédica EuroEspes (CIBE), con sede en Bergondo, y desde el que se entrega con absoluta devoción a la investigación. Porque dedicarse a la ciencia en esta comunidad no es ninguna utopía.

"Me siento muy honrado por la consideración y el que sea de Galicia tiene, quizá, un significado sentimental más específico", cuenta a EL CORREO.

Con el objetivo de lograr "el bienestar de las personas" y hacer que la vacuna contra el alzhéimer sea una realidad, afirma ­Cacabelos que "tenemos toda la fase clínica preparada, es un proyecto que presentamos a la oficina de patentes de EEUU. Y, en estos momentos, estamos en la fase de encontrar un partner internacional para desarrollar la fase clínica. Hay negociaciones con media docena de ­multinacionales. Ese es el estatus actual de la vacuna".

Asimismo, confiesa a este periódico que, en los últimos años, "una de mis obsesiones más grandes, científicamente hablando, es buscar una fórmula de personalización del tratamiento farmacológico para evitar el daño que hoy día está causando el uso inadecuado de medicamentos. Eso me lleva fundamentalmente a la búsqueda de medicamentos mejores de los que tenemos y al desarrollo de productos fármaco-genómicos que me permitan hacer esa personalización práctica, como es el caso de la tarjeta farmacogenética, uno de los instrumentos más espectaculares a nivel ­internacional que ya tienen miles de personas, y que es una de las cosas de las que nos sentimos más orgullosos".

Dicha tarjeta, explica Cacabelos, "permite a cualquier ­usuario saber lo que puede tomar y lo que no puede tomar. Además, algo que para una persona es ­curativo para otra puede ser letal. De ahí que mi gran obsesión sea encontrar la ruta genómica que nos permita disponer de un instrumento capaz de ayudar al médico prescriptor y a cualquier usuario en la calle para que ­sepa adaptar a las características de su genoma aquel tratamiento que precise para una patología determinada".

SU FARO. "Este es el faro que guía parte de lo que hacemos. La propia vacuna contra el alzhéimer va por ahí. La elaboramos utilizando los tres genes más terribles que lo causan en la especie humana, siendo conscientes de que a pesar de haber sido un exitazo en ­animales transgénicos, en humanos solamente va a ser útil en ese 30 % de personas que tienen ese perfil genómico", advierte el científico gallego, que pone el foco también en la mayoría de los fármacos que se utilizan para tratamientos del sistema nervioso, pues "la utilidad verdadera no llega al 25 %. Lo que realmente me obsesiona es saber ese porcentaje para no dárselos a quienes vamos a causar daño o para no administrárselos a quienes no les vamos a hacer nada".

Y al no surtir efecto, "estamos perpetuando su enfermedad". Con lo cual esa es la dirección para trabajar "desde un punto de vista terapéutico con las ­personas, y en ello hemos invertido también muchos años para ­acceder a la tarjeta ­farmacogenética", asegura el director de EuroEspes.

Con un bagaje curricular extraordinario, este "obrero de la ciencia" -así se define- considera que cualquier trabajador "necesita tener, al menos, tres grandes virtudes: lealtad a tu empresa y a tu trabajo, que es fundamental; honradez y tenacidad".

Asimismo, matiza que "a los científico-trabajadores que tengo en el centro médico les digo que a mí no me gusta tener a mi ­alrededor obreros, sino colaboradores. No quiero subordinados, no quiero gente servil, sino ­cabezas pensantes".

"el ser humano, al servicio del grupo". Sobre su experiencia viviendo y trabajando en Japón, asegura que de su sociedad "nos diferencia más la ­educación que los genes. En Japón se educa para que el ser humano ­esté al servicio del grupo, no el ­grupo al servicio de los individuos. Eso genera un efecto bumerán que siempre beneficia a todos los miembros".