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XXX edición Gallegos del Año

El eminente doctor Andrés Soto ingresa en el club Gallegos del Año

Discípulo de Torcuato Labella, es responsable de la unidad de Otoneurología del CHUS // Afirma que estudiar Medicina "resultó ser un apasionante camino de realización personal"

A las personas hay que conocerlas para poder emitir un juicio sobre ellas. Y he descubierto hace muy pocos días que Andrés Soto Varela (Palas de Rei, 1966), médico, es un hombre con valores auténticos, de esos que en ocasiones echamos en falta.

Además de ser una eminencia en el campo de la otoneurología, me atrevería a decir que lo es también como ser humano, pues, entre otras cosas, siente "mucha responsabilidad" al ser un nuevo miembro del club Gallegos del Año.

Asimismo, manifiesta a este periódico que "no hay mayor honor que a uno le reconozcan entre los suyos, en su propia ciudad". Admite que asume "la responsabilidad de que debo este premio a mis pacientes, a todas aquellas personas que sufren por padecer vértigo o inestabilidad; el reconocimiento debería ser en realidad para ellos.

Y es que la unidad de Otoneurología de Santiago, creada en los 90, "es referente en su campo a nivel nacional y también en Portugal e Iberoamérica. Son muchos los especialistas de diferentes comunidades autónomas, portugueses, argentinos... que acuden a los cursos que organizamos y realizan estancias en nuestra unidad. Ellos, que cuando vienen aquí descubren ­esta tierra y disfrutan de este pedacito de paraíso que es Galicia, son los mejores embajadores que podemos tener".

Y aunque nadie le inculcó la vocación por la medicina en concreto, "sí fue por una profesión en la que pudiese ser útil a los demás, que me permitiese resolver problemas (y no crearlos). Y no fue una persona, sino un ­trabajo en equipo: mis padres, algunos de mis profesores de Bachillerato... La medicina parecía una buena opción profesional; y he de decir que acerté: resultó ser un apasionante camino de realización personal y de ­satisfacción en la relación con los ­pacientes.

Eso sí, la elección de la otorrinolaringología fue básicamente racional: "una especialidad que combinase una parte médica y una parte quirúrgica, sin tener que renunciar a ninguna. El dedicarme de forma especial a la otoneurología, en cambio, fue fruto del azar: al finalizar mi residencia, mi entonces jefe me asignó a esa unidad. Y ahí me quedé", afirma.

"El trato con los pacientes con vértigo e inestabilidad, tan limitados en su día a día y muchas veces tan poco comprendidos por su entorno, su agradecimiento cuando se sienten atendidos con afecto, sus esfuerzos por convivir con un síntoma muchas veces limitante e imprevisible... me hacen disfrutar cada día de mi profesión y de mi especialidad".

El doctor Soto ha recibido "muchos buenos consejos, de buenas personas". Pero "si he de escoger uno, el de mi madre, una maestra de pueblo (maestra de las de antes y pueblo de los de antes): 'Valora siempre el esfuerzo de las personas, mucho más que los resultados'.

Algunos de mis compañeros de colegio en Palas de Rei, muchas veces con mal rendimiento académico, asumían unas cargas extraescolares (ayuda en labores agrícolas, largo camino desde el colegio hasta su casa, probablemente ambiente familiar no muy proclive al estudio...) que unos cuantos afortunados no teníamos que soportar. Ser consciente de que no todos jugamos con las mismas cartas ayuda a relativizar éxitos y fracasos, tanto propios como ajenos".

valores. "Pretendo guiarme por la comprensión (¿quién no se ha equivocado alguna vez?), respeto (¿por qué tenemos que pensar todos lo mismo?), empatía (¿y si lo que le sucede a él me sucediese a mí?), esfuerzo (está bien descansar, pero para ello hay que haberse cansado previamente), humildad (lo dicho, quizá no hemos podido tener todos las mismas oportunidades), ilusión (hay futuro, para nosotros, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos...; construyámoslo juntos)...

Con el deseo de seguir disfrutando de su familia, ayudando a sus pacientes, "saboreando la vida", este gallego ejemplar admite que "todos tenemos (necesitamos) referentes. Algunos personales; mis padres, que me quisieron incondicionalmente con mis virtudes y mis defectos, hasta el fin de sus días. Otros, formativos; algunos de mis profesores, que me enseñaron a saborear esta bendita Galicia, sus gentes, su historia y su lengua, y a comprometerme con ellos. También, profesionales; mi maestro, Torcuato Labella, con quien descubrí la pasión por la Otorrinolaringología y la importancia de tratar bien (lo mejor posible) a los pacientes. Pero, sobre todo, los referentes vitales. Los de cada día. Mi familia. Mi esposa, Inés; la disfruto diariamente como madre (la mejor), como profesora (un lujo para sus alumnos), como esposa ­(sacrificada, paciente y cariñosa)... Una bendición en mi vida. Y mis hijos. Los cuatro. Con su esfuerzo en los estudios, su alegría, sus ilusiones, su iniciativa... Son personas "de corazón limpio"; por ellos merece la pena luchar. Si algún día volviese a ser joven, me gustaría ser como ellos.

cargos actuales

Corresponsable de la Unidad de Otoneurología, en el Servicio de Otorrinolaringología, de la Estructura Organizativa de Xestión Integrada de Santiago de Compostela.

Presidente de la Sociedad Gallega de Otorrinolaringología y Patología Cérvico-Facial.

Profesor asociado hospitalario en ciencias de la salud en la USC.

Académico correspondiente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia.

Vocal de la Comisión de Investigación de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Patología Cérvico-Facial.

Miembro del comité acreditador del Sistema Acreditador de la Formación Continuada de las Profesiones Sanitarias de la Comunidad de Galicia.

Socio de la BáránySociety.

04 dic 2020 / 18:54
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