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JUAN ANTONIO RODRÍGUEZ-VILLASANTE PRIETO / Exsecretario del Consejo

Desde Ferrol a Compostela. Miscelánea para el número 50.000

Durante 142 años EL CORREO GALLEGO ha hecho historia desde Ferrol y Santiago de Compostela, pero su difusión fue llegando a todo el mundo, ya por los canales logísticos al uso como por raras circunstancias, algunas que he vivido y escribo ahora para esta conmemoración.

Estimado lector: esto es una miscelánea y, como escribía Ortiz de Zúñiga, son “curiosidades que dan las escrituras antiguas, cuando hay paciencia para leerlas, que es menester no poca”.

En Ferrol de mi infancia y adolescencia, digamos hasta 1955, el diario que se leía en nuestra casa era EL CORREO, ya editado en Santiago, pero fundado por unos ferrolanos en 1878, entonces decididos a competir con otro periódico (Diario de Ferrol) y las numerosas publicaciones de la prensa local, más o menos periódica; ocho años después era el medio de comunicación habitual para toda la población y comarca. En aquellos finales del siglo “nadie imaginaba que duraría tanto”, como comentó el historiador del periodismo Guillermo Llorca.

Después de 60 años se traslada con sus talleres y redacción a Santiago, fusionándose con El Eco. En Ferrol quedaba su emplazamiento inicial: recuerdo el edificio de la imprenta en la calle Magdalena, medianero con la Real, donde estaba la delegación y librería, mostrando su gran rótulo de cabecera y unos curiosos tableros, donde se anotaban a mano las noticias para los transeúntes.

En mi casa se comentaba nuestra temprana vinculación con ECG: la rigurosa y apreciable comunicación de las noticias, así como la opinión de los prestigiosos colaboradores (Comerma, Saralegui, Montero Aróstegui, Brañas, Curros Enríquez, Pondal, ... entre los más antiguos), incluso polémicas con otras publicaciones coetáneas; es más, recuerdo algún comentario de la tertulia y amistad que tenía mi abuelo con los directores Manuel Comellas y Ubaldo Barcón, cuya familia fue después su editora.

Otro recuerdo histórico importante, lectura de mi juventud, fue la editorial de presentación en su primer número: ECG “no pertenece a ninguna fracción política, no es peón de ningún partido, no es escudero de ningún capital... no nace ligado a ningún compromiso... consten desde hoy para siempre nuestras declaraciones”. Este texto es una reflexión y manifiesto que perduró hasta nuestros días.

ECG, editado en Santiago, llegaba a Ferrol en un coche especial, madrugando para que los frecuentes lectores lo recibiesen antes de entrar en el temprano trabajo de la factoría naval o en los Arsenales de la Armada; por cierto, este vehículo también traía y llevaba personas a Santiago.

De la imprenta salían interesantes publicaciones, que hoy sirven ya de fuentes bibliográficas históricas, prestigiando el servicio editorial, entre otras destaco el Anuario Ferrolano al principio del siglo XX.

En mi vida en Santiago, estudiante que escuchaba muy cercano el ruido de la rotativa en la calle de Altamira, seguía leyendo nuestro periódico y después lo hacía en la Escuela Naval Militar (Marín): era uno de los periódicos que se recibían para los alumnos y también en otras dependencias y buques de la Armada.

Como curiosidad recuerdo ahora alguna anécdota en este ámbito naval: en 1966 estaba embarcado como guardiamarina en el J. S. Elcano y en mi equipaje conservaba casualmente un ejemplar de este periódico. Entonces un profesor de origen compostelano se lo llevó para leer alguna colaboración. Un par de meses después en el puerto de Tampa (USA) el periódico permanecía aún milagrosamente en la cámara de oficiales, mostrando un reportaje sobre el patronazgo del Apóstol y la cruz de Santiago; fue entonces cuando el comandante del buque me llamó y presentó a unos visitantes especiales que eran los miembros de la Celebración Hernando de Soto (conquistador de La Florida), vestidos con trajes de época; “este guardiamarina les comentará más ampliamente todo lo que han visto en este periódico y como mejorar los actos festivos” (en sus manos estaba el ejemplar viajero de EL CORREO y yo me sentí periodista de hecho).

Recuerdo también el curioso interés que despertaba a los visitantes y compañeros el periódico en los puertos extranjeros, siempre conservados unos días para la lectura de los apreciables artículos de colaboración.

El día de la Virgen del Carmen, con el número extraordinario dedicado a todas las personas del mundo de la mar, era mi ejercicio periodístico más querido; entonces tenía la suerte de pertenecer al Consejo de Administración que publicaba nuestro periódico. Una vez más, ahora agradezco la confianza que me daba el editor, Feliciano Barrera, y su director, José M. Rey, traduciéndose en la constante reflexión sobre el servicio a nuestros lectores, siempre superando el condicionante económico con el firme objetivo altruista; era la vivencia del pensamiento heredado de aquella primera declaración editorial de 1878. Nuestro periódico fue superando todos los necesarios cambios tecnológicos y las difíciles gestiones de los recursos humanos, como hoy se dice.

Otros miembros de la plantilla actual y jubilados reseñaron mejor todo este patrimonio sociocultural con mayor detalle y ágil texto.

Hoy, un tanto confinado en Ferrol, siento un cierto orgullo por este número extraordinario y envío mi felicitación al director, al equipo de profesionales y a los lectores del periódico, entre los que me encuentro.

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