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Mª JOSÉ CASTRO CARBALLAL / Exconsejera

Hablar de El Correo para mí es como hablar de mi familia

Con él conocí el primer periódico de mi vida. Lo dejaban en casa y mi padre bajaba al portal a cogerlo a las ocho y cuarto de la mañana, un ritual... Después se tomaba su café leyéndolo en la mesa de la cocina, mientras la casa iba despertando. Y llegaron los años de colegio, la Compañía de María, uniformes, desayunos apresurados y beso al padre que tenía EL CORREO en la mesa... Mi madre solía leerlo por las tardes pues tenía sus mañanas muy ocupadas atendiendo no solo la casa sino también el despacho de abogado de su marido, tarea que realizó siempre con gran diligencia, recibiendo a los clientes del despacho o atendiendo las llamadas.

Así fuimos creciendo a la sombra de nuestro periódico. Y llegaron los tiempos revueltos de los cambios. La libertad sin ira que todos queríamos. Los momentos del control parental y de rebeldía adolescente. Y en este punto, un buen día del año 1975, que recuerdo perfectamente, un policía secreto me llevó, se podría decir que “detenida”, desde el Galo d’Ouro al cuartel de la Policía. A mis preguntas de por qué estaba yo allí me contestó que estaba acusada de romper las lunas de EL CORREO GALLEGO. Yo no daba crédito a lo que escuchaba y desde lo más profundo le contesté: “¡¡¡Pero cómo voy a hacer yo eso si el abogado de El CORREO es mi padre!!!”. Solo pensar en lo que pasaría en casa si lo hubiera hecho me pongo mala con la reacción de mis progenitores...

Y llegó el punto de inflexión en mi relación con el CG cuando conocí a la familia Barrera. Desde el primer momento me sentí en casa disfrutando de su cariño y deferencia. Aprendí mucho de Feliciano pero no menos de su extraordinaria esposa, gran amiga de mi madre. Empezaron entonces mis primeros Gallegos del Año.

Recuerdo el primero al que asistí, aunque no recuerdo el año. Como casi todo en mi vida fue original... El director José Manuel Rey y yo sentados al fondo del salón sobre un mueble castellano con las piernas colgando y el comedor de los Reyes del Hostal abarrotado de gente que ha dejado huella en nuestra historia. Representantes de todos nuestros vecinos compostelanos y conciudadanos.

Especiales eran las presentaciones, exposiciones y actos culturales que se celebraban continuamente en la sede del Preguntoiro. Para subir al salón de actos se atravesaba toda la redacción y era un placer ver la dedicación y cariño de todo el personal del periódico. Siempre había un momento para el comentario o algún chascarrillo. Toda esta actividad contribuyó al conocimiento de personalidades y personajes que han sido y son referentes de nuestra cultura y que influyeron muy positivamente en la formación de mi personalidad y de los valores esenciales que la conforman.

En mi etapa de madurez avancé un paso más en esa relación profundamente especial con EL CORREO cuando entré a formar parte del Consejo de Administración como consejera tomando el testigo de mi padre. Compartir mesa con grandes referentes de la sociedad compostelana hacía que, por momentos, me sintiera alguien importante... Obviamente bajaba del guindo al momento. Fueron momentos convulsos, marcados por los inevitables ajustes de una grave crisis... pero ahí estaban los directivos y todo el personal para hacer grandes sacrificios personales y profesionales y conseguir sacar adelante el proyecto.

Durante mis cuatro años en el Consejo el contacto fue constante, intercambiando opiniones y haciendo aportaciones, acudiendo a todos sus actos sobre la base del cariño y los fuertes vínculos de una estrecha relación personal y familiar y teniendo un conocimiento muy preciso de la empresa y de su proyecto. Al dejar el Consejo de Administración en 2015 para dedicarme a la actividad política municipal mi relación no se extinguió, simplemente se transformó en otra distinta, de acuerdo con las nuevas circunstancias.

Por todo ello, no podría entender mi vida sin la presencia de este diario. Sigue siendo hoy, después de tantos años, lo primero que me saluda en la mesa de la cocina con el primer café, igual que a mi padre.

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