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OLGA VILAR BECERRA / Redactora Jefa / Edición digital y redes sociales

Seguir aprendiendo... 23 años después

Lo recuerdo perfectamente. Como si hubiera sido ayer. La primera vez que entré en la redacción de EL CORREO GALLEGO fue el jueves 1 de mayo de 1997. No sé si fue premonitorio pero, efectivamente, aquel primer contacto coincidió con el Día Internacional del Trabajo. Mis compañeros en prácticas y yo fuimos recibidos por Caetano Díaz, director de O Correo Galego, que, quizás para celebrar la efeméride y por aquello de que era festivo, nos dio la bienvenida y nos pidió que regresáramos el lunes para incorporarnos al equipo. Llevaba haciendo prácticas desde primero de carrera y, a un par de asignaturas de licenciarme en Periodismo, debo admitir que a esta coruñesa no le hacía demasiada gracia pasar el verano lejos del mar. Sin embargo, los créditos de esas prácticas me evitaban tener que matricularme en más materias.
No se podía tener todo. Lo que empezó como un mero trámite, algo temporal y con fecha de caducidad, acabó por convertirse en mi medio de vida. Aquellas prácticas en O Correo Galego me permitieron no solo tener el privilegio de trabajar en el primer periódico escrito íntegramente en gallego, sino también aprender mucho. Cuando uno empieza, la falta de experiencia se suple con las ganas y, entonces, de eso iba sobrada. Aquellas primeras prácticas fueron prorrogadas y, ya en aquel momento, lo de pasar el estío sin playa estaba olvidado.
La posibilidad de conseguir un puesto de trabajo bien valía el sacrificio. Aunque después de esa no hubo otra prórroga como tal, sí tuve la opción de seguir colaborando con EL CORREO mano a mano con Susana López, que había empezado las prácticas unas semanas después que yo. ¡Cuántos bocadillos compartidos a mediodía! Podría decir que fue entonces cuando empezó para nosotras el periodismo de verdad, el de buscarse la vida, el de localizar a los protagonistas de la noticia, el de hacer veinte llamadas para conseguir un número de teléfono cuando Google ni estaba ni se le esperaba.

Apenas unos meses después llegaría el más difícil todavía con la puesta en marcha de Radio Obradoiro. Aquello sí que fue un reto. ¡Cuántas valerianas para templar los nervios y cuántos litros de agua para aclarar la voz! No era para menos teniendo en cuenta que aquel equipo inaugural con Carmina Escrigas, Chefa Sampedro, Susana y yo, tenía por delante dos informativos diarios de hora y media cada uno, además de los boletines horarios. La de horas que pasábamos en el estudio. A pesar de todo, esa experiencia me permitió descubrir que la radio era, y es, mi medio natural, periodísticamente hablando. Esta nueva etapa vino acompañada de un contrato indefinido, mi meta en la vida entonces, con el que Manolo Cea me dio la bienvenida a la familia de EL CORREO. Lo que no me dijo el bueno de Manolo fue que, como en todas las familias, iba a tener que aguantar al cuñado que todo lo sabe y no tiene idea de nada, al que celebra como propios tus éxitos y al que disfruta con tus fracasos.

Cuando pensaba que tenía la radio más o menos controlada, llegó otro reto: la televisión. También disfruté con la puesta en marcha de los Informativos en Correo TV, donde tuve claro desde el principio que lo que realmente me gustaba era el trabajo detrás de la cámara.

Prensa, radio, televisión... El destino, y la crisis económica, quiso que mi aprendizaje no terminara aquí. En 2017 me incorporé a la redacción digital, con un ojo puesto en las redes sociales. Veintitrés años después de aquel primer contacto con la empresa, todavía sigo aprendiendo.

16 jun 2020 / 01:23
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