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ÁNGEL REMESAR ZABALETA / Gerente

Un donostiarra en Compostela

Mi primera toma de contacto con EL CORREO GALLEGO fue un mes de diciembre de 1983. Llegué a Santiago por mediación de José Manuel Rey, consejero-delegado, para ayudar en el inventario de cierre de ejercicio del periódico. Yo colaboraba con él desde hacía tres años en otra sociedad del grupo de empresas de don Feliciano Barrera en Galicia.

Eran momentos muy decisivos en el devenir de la empresa. Se había tomado la decisión de dar un salto sustancial en la edición del periódico, pasando de los viejos sistemas de linotipias y estenotipias a unos desarrollos modernos de fotocomposición. Incluso la vieja Fe (como así se le llamaba cariñosamente a la antigua rotativa) iba a ser sustituida por una máquina moderna y adecuada a la nueva realidad de los medios de impresión escritos. Y todo ello acompañado por un aire nuevo en la redacción, con profesionales noveles pero llenos de energía y con ganas de hacer cosas nuevas.

Personalmente, también eran momentos importantes en mi futuro profesional. Mi más amigo que jefe me brindó la oportunidad de quedarme en la organización y colaborar activamente en todo el proyecto inversor que se había asumido. Y aquí sigo, después de casi cuarenta años, trabajando codo con codo.

Fueron años muy duros. No sé si llegamos a lo que decía Winston Churchill de “sangre, sudor y lágrimas”, pero poco nos faltó. No obstante, siempre contamos con una virtud: una ilusión a prueba de bombas que permitió, a pesar de los sinsabores, frustraciones y desengaños que encontramos a lo largo de todos esos años, que al final lográsemos cumplir objetivos. Las secciones de Redacción, Comercial, Producción, Distribución y Administración se batieron como ‘jabatos’ para conseguir quitarnos de encima el sambenito de ‘hoja parroquial’ con el que, muchas veces, se referían a nosotros de manera despectiva. No menciono los nombres de quienes sacrificaron familia y ocio porque la lista sería interminable y no dispongo de espacio suficiente para ello. Y al final, lo logramos. Fue un mes de diciembre de 2004 cuando pudimos decirnos a nosotros mismos: lo hemos conseguido, hemos finiquitado todas nuestras deudas bancarias, ¡estamos limpios!.

Las alegrías, por desgracia, no duran eternamente. Llegó la debacle de Lehman Brothers y sumió a toda la economía en una grave crisis, que afectó de manera especial a los medios de comunicación y muy directamente a nuestra organización, que se hallaba en esos momentos inmersa en plena reconversión industrial. Hemos sufrido como nunca y ha habido que hacer enormes sacrificios. Muchos nos han dado por ‘muertos’ a lo largo de estos diez años de travesía del desierto, pero seguimos luchando, día a día, por mantener esta organización viva y vibrante.

El camino va llegando a su fin. El tiempo transcurre inexorablemente y, tarde o temprano, habrá que pasar página. Pero, mientras tanto, seguiremos en la brecha por mantener esa dinámica que siempre ha distinguido a nuestra empresa y unas virtudes que jamás nos quitarán: ilusión y espíritu de lucha.

16 jun 2020 / 01:28
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