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ALBERTO TAJES REY / Director general / Grupo Correo Gallego

Una de refranes, barcos y periódicos

Apreciado lector,

Confieso que escribir este artículo me costó. Uno tiene en su cabeza ingente cantidad de información, experiencias y recuerdos. Refrescarlo todo para resumir en pocas líneas, no se antoja sencillo.

Sin embargo, es una oportunidad única para que los que estamos al otro lado –en la gestión, no en la redacción– podamos ofrecer a nuestros fieles lectores, sentimientos adaptados al papel.

Siendo sincero, en ocasiones fantaseo –como si de una película de la afamada saga Star Wars se tratara– con escribir un libro “en un futuro muy lejano...” sobre mi visión personal de lo que significa trabajar en un periódico. Contaría lo necesarios que son los medios de comunicación sólidos y libres para apoyar democracias igual de sólidas y libres. Sostendría lo difícil que es gestionarlos, lo poco que la sociedad y las instituciones hacen –en general y salvando excepciones– por apuntalar cabeceras históricas. Finalizaría mi reflexión analizando las sensaciones de haber transitado en una era de imparable revolución digital como la actual. Y el irremediable impacto que todo ello tiene en el mundo de la comunicación.

Podría pasarme horas escribiendo sobre teorías y certezas, pero tendrá que esperar a que esa fantasía de escribir un libro se haga realidad. Quizás en los lejanos años 50... 2050, ¡sí! Qué lejos se ven ahora, ¿verdad? Un par de pestañeos y se verá que no está tan allá. ¡El tiempo vuela!

Mirando hacia atrás y recordando el día que aterricé en esta empresa, pienso lo mismo...

¡Parece que fue ayer! Por eso me fascinan y divierten tanto los dichos y refranes populares. Nuestros antepasados describían con mucho acierto, realidades, vivencias o anécdotas que con el paso del tiempo, resultan igual o más relevantes que nunca. Gracias a estos consejos, somos capaces de tomar mejores decisiones en el presente.

Volviendo al libro del que hablaba antes... ¿Por qué entonces esperar tanto para escribirlo?

SUPONGO QUE UNO DE LOS MOTIVOS es que la complejidad y las variables de trabajar en un periódico resultan difícilmente sintetizables. El carrusel de emociones y los vaivenes a los que uno se enfrenta, son de compleja definición. Acudo de nuevo a los refranes... Un homólogo me decía: “No hay dinero que pague tanto sufrimiento”. No le faltaba razón. Trabajo en una empresa “construida con palabras” (cita de Darío Villanueva, expresidente de la RAE); también estaba en lo cierto. Y es que cada persona es un libro en sí misma. El libro de una vida es el viejo sueño que a todos nos gustaría escribir.

El mío aspira a tratar los grandes proyectos que una organización, tantas veces pionera como esta, logró, pese a las muchas dificultades surgidas por el camino. Si queremos salir airosos de todas ellas debemos seguir el espíritu japonés que defiende “la serena confianza en el destino y la tranquila sumisión a lo inevitable”.

Sabe el lector que esta vida no es color de rosa. Pero, siendo honestos, tampoco es siempre negritud. La escala de “pantones” incluye tonalidades más amenas y dulces –como el verde esperanza– que acercan a la luz, la alegría, la felicidad. En todo caso, aquí, en EL CORREO, también se disfruta. ¡Y mucho! Parafraseando al gurú occidental del Minfundless –Jon Kabat-Zinn– “Todo empieza cuando uno logra mantenerse en el presente, librándose de prejuicios y disfrutando del aquí y ahora”.

Nos honra esta profesión con méritos que quedarán en la memoria de muchos –o al menos unos cuantos– y logros que perdurarán por los siglos de los siglos. Esa es la grandeza del periodismo. Esa es la grandeza de un oficio hermoso que me toca defender a capa y espada.

CONTINUANDO EL HILO QUE MOTIVA ESTE ESCRITO –mis inicios y trayectoria en EL CORREO– la mia fue una elección hecha con el corazón, por un sentimiento de pertenencia a esta familia.

Es bien cierto que disfrutaba mucho en mi anterior empleo, trabajando para un Joint venture entre dos grandes multinacionales –estadounidense y gallega– que me permitía viajar de forma asidua a ferias y reuniones comerciales con grandes empresas, introduciendo un portfolio de productos novedosos en Europa y Oriente Medio. La verdad es que sólo tengo palabras de gratitud para mis antiguos jefes y compañeros. Desde aquí les agradezco su confianza plena y la oportunidad que me han brindado al haber formado parte de un proyecto tan enriquecedor y motivante.

CUANDO PUSE RUMBO HACIA ESTA EMPRESA, el cambio que iba a dar era de 180 grados. No obstante, llegué con muchas ganas de hacer cosas e intentar mejorar lo ya establecido. Pero es aquí cuando uno se encuentra con prioridades que le ponen en su sitio, y marcan irremediablemente el camino y el devenir de los acontecimientos. Muchas ideas y proyectos se ven aplazados debido a la situación actual del sector. Sé que no soy el primero ni el último al que le tocó o tocará remar a contracorriente nada más empezar la travesía. Pero también así –en entornos tormentosos y movedizos– uno celebra mucho más los logros que consigue. Cada pequeña batalla ganada nos da alas para seguir mirando al futuro con motivación, optimismo y esperanza.

A pesar de las dificultades, han sido cuatro años de aprendizaje constante. De crecer como trabajador y también como persona. De identificar fácilmente lo que uno quiere y lo que no en su trabajo –y en su vida– y de disfrutar, en fin, de una profesión única y diferente a cualquier otra.

Por eso tengo que dar en primer lugar gracias a la plantilla de este diario, con una resiliencia y un aguante estoico. Al fin, sin ellos, hoy no estaríamos celebrando esta mágica cifra de 50.000 ejemplares. Un logro alcanzado a caballo de tres siglos que no muchos diarios del mundo pueden contar. También quiero agradecer al director sus consejos y reflexiones. Sólo posibles gracias a la experiencia que proporcionan treinta y cuatro años en el cargo.

Termino este artículo deseando que sirvan estas humildes pero sinceras palabras para agradecer a todos permitirnos llegar hasta aquí. Clientes, instituciones, proveedores y por supuesto a esta inigualable plantilla de trabajadores. Los que están y los que fielmente estuvieron hasta el fin de sus carreras en este barco. El barco de una familia que sigue su singladura alzando y soplando velas, 142 años, nueve meses y veinte días después.

16 jun 2020 / 01:28
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