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MARÍA ALMODÓVAR PICÓN / Periodista / Tendencias

Varias historias de amor en una sola

Era apenas una ‘niña’ de veinte años, y bastante tímida, que iba del brazo de mi madre cuando el subdirector Xavier Cea me abrió las puertas de una empresa en la que nunca –y cuando digo ‘nunca’ es nunca– creí que me ganaría la vida. Yo era una estudiante de Derecho y Filología Hispánica que por aquel entonces solo tenía que preocuparme de cumplir con mis obligaciones académicas y salir con mis amigas a bailar, de compras, de terraceo.... Mi vida era muy sencilla, aunque como toda joven trataba (inconscientemente) de complicármela... ¿y quién no con veinte años? Ya lo dijo George Bernard Shaw: “La juventud es una enfermedad que se cura con los años”.

Decía en la primera línea que era (y sigo siendo) tímida, y es verdad, pero en mi interior siempre ha aflorado un alma rebelde y justiciera, defensora de pleitos pobres muchas veces, pero ante todo, noble y leal. Puedo ser suave como una pluma, frágil como una flor que se deshace en el tiempo o dura como el diamante. La gota de agua perfora la roca no por su fuerza, sino por su constancia. Y yo, sinceramente, me veo como esa gota de agua después de diecisiete años de mi llegada a esta Casa, donde he crecido, donde he madurado y donde he evolucionado como mujer y como compañera de trabajo, pero sin perder ni un ápice de mi autenticidad: hacer frente a la injusticia, la mentira y la mediocridad.

Empecé como correctora de textos, un oficio apasionante, valioso, pero muy poco gratificante, que requiere profesionalidad y formación continua. De la mano del triste y prematuramente desaparecido Andrés Tarrío –al que recuerdo muchísimas veces– aprendí la frase “El cementerio está lleno de valientes”, que me decía cada vez que una impetuosa Mariquiña trataba de hacer las cosas mejor. La idea del ‘se hace así porque siempre se hizo así’ no iba ni va conmigo.

¿Y cómo me hice intrusa en el mundo del periodismo? Pues... ganando (aunque todo indicaba que perdía) otra de las muchas batallas que libré. Tuve la suerte de aterrizar casi sin paracaídas en la sección de Tendencias de Ángel Orgaz, un redactor jefe con la experiencia y las tablas suficientes para hacerse cargo del marrón que le caía conmigo y que afrontó el reto con mucha mano izquierda, siempre motivándome y aconsejándome bien.

Recuerdo mi primera entrevista y lo nerviosa que estaba. Se la hice al médico y empresario Ghaleb Jaber Ibrahim, un maestro de la palabra al que aprecio tanto como lo hacía mi abuela, a la que dediqué el primer artículo que publiqué en las páginas de Opinión de EL CORREO GALLEGO. Beli siempre me había animado a escribir mis pensamientos, confiaba en la existencia de un potencial que yo no encontraba en ninguna parte. Ha sido y será mi mejor crítica, la que nunca permitió que me diera por vencida cuando lo tenía todo en contra. Si hubiese tirado la toalla, probablemente no hubiese tenido la inesperada oportunidad de que el director me presentase un 27 de febrero de 2017 al que hoy es mi prometido y –si el coronavirus no lo impide– muy pronto será mi marido, Fernando, un hombre bueno, valiente, generoso e inteligente, que me hace reír y sonreír cada día.

Desde los ojos de una experiencia laboral que no llega a las dos décadas, todo este peregrinaje, absolutamente todo, y a pesar de todo –valga la redundancia– ha valido la pena. Adoro el periodismo, y no me imagino mi vida sin él por todo lo que me aporta. Soy afortunada por sentirme una pieza del puzle del Grupo Correo Gallego, no sin sudor y lágrimas.

A quienes las causaron les doy las gracias, por dejarme ir más allá de mis límites. Después de todo, no han logrado despojarme del valor para luchar y me hacen mejor persona, como lo es quien depositó toda su confianza en mí contra viento y marea y en su día me animó a presentarme al proceso de selección de una incipiente Correo TV, donde he tenido la oportunidad de aprender de profesionales de la comunicación como Luis Pérez, Álvaro Veiga e Ignacio Balboa.

En la vida nadie te regala nada, has de esforzarte, ser perseverante y poner pasión en lo que hagas, pero también necesitas un ángel de la guarda. Solo así, más tarde o más temprano, tendrás más posibilidades de alcanzar tu objetivo: credibilidad y respeto, elementos que están en el ADN de este gran periódico y que le permitirán, si Dios quiere, llegar a 50.000 números más.

16 jun 2020 / 00:47
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