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Un mar de ida y vuelta a Galicia: «El gallego nunca se me olvidó»

Dos centenares de gallegos retornados se concentraron ayer en el casco histórico de Santiago para despedir su breve estancia en la comunidad

Su regreso a casa fue posible gracias a un proyecto de la Estratexia Retorna, impulsada por la Consellería de Emprego, Comercio e Emigración

Iria D. Pombo

«Volvimos ahora, por si acaso es mi última vez», relata emocionado Manuel —nombre ficticio—, uno de los emigrantes gallegos que hace 74 años abandonó el muelle del puerto de Vigo para «buscar una vida mejor». Originario de A Angueira de Suso (Padrón), su padre, que había abandonado Galicia anteriormente, lo reclamó en 1951 para marcharse a Uruguay. Su historia, al fin y al cabo, es la de miles de gallegos que a lo largo de casi un siglo tuvieron que dejar Galicia.

La compostelana Praza da Quintana se abarrotó ayer de centenares de retornados que viajaron a la tierra que los vio nacer y partir. Sentados a la sombra del banco que ladea la plaza, «a los cuentos», compartían recuerdos, suyos o de sus antepasados. Alguna que otra lágrima, también. Para muchos, era la primera vez que volvían a Galicia desde su partida siendo solo unos niños.

«Después de 75 años es la primera vez que vuelvo»

«Estar hoy aquí se lo debo a mi señora, que fue quien me insistió», bromeaba Alonso Rodríguez, un ourensano del 46 que abandonó su aldea, «que ni del nombre me acuerdo», para trasladarse a Buenos Aires con tan solo «4 años y 7 meses». Su mujer, Alicia Zaragoza, aunque es argentina, entendió como nadie la importancia de este viaje: «Rogá para que no te mueras sin volver», le decía.

Deleitados por la «belleza de este país», y sorprendidos por una larga cola de peregrinos para acceder a la catedral de Santiago, Alonso relataba su periplo para llegar a Argentina. «En 1951 mi viejo me llamó para ir, que se había ido dos años antes reclamado, a su vez, por su hermana», explica. «Recuerdo que aquel día lloré, quizá en gallego, como recuerdo no volver a ver tanto verde como hasta hace unos días».

«No podemos estar más agradecidos» también era otra de las frases que más se repetía. «Somos jubilados, la plata de Argentina no nos alcanzaría para este viaje, por eso estamos tan agradecidos», confesaba Alonso. Y es que pudieron realizar este viaje a través del programa Reencontros con Galicia, organizado por la Xunta. En él participan alrededor de 200 gallegos emigrados mayores de 65 años. Probablemente, algunos coincidieron en el mismo barco siendo solo unos niños. «Con este encuentro que nos hacen, que nos invitáis a ver este país nuestro, no tengo palabras», expresaba emocionado Manuel, que emprendió el viaje a Galicia con su hija, nacida en su exilio americano.

Sin embargo, no fue la primera visita que hizo. «Estuve en Galicia en el 2003, poco después de operarme del corazón, de resucitar», indica. «Fui a Vigo para ver el puerto desde el que embarqué de niño, y también visité la casa donde nací, que estaba tal cual como la tenían mis abuelos, con las puertas que ellos hicieron, y eso no se paga con nada», sollozaba este padronés de Uruguay.

«El gallego nunca se me olvidó»

A escasos metros estaba sentada Concepción Miranda, nacida en Cesures en 1939 pero criada en Brión. «Teníamos mucha miseria, mi padre no tenía trabajo, mi madre estaba enferma, mi abuela pedía limosna por sus nietas y yo era la hermana mayor, así que sentía que tenía que hacer algo para salir de aquella miseria». Y lo hizo: emigró.

Tras poner rumbo a Cuba con 19 años, se puso a trabajar «de todo: de limpiadora, de panadera, de cualquier cosa» y pudo volver de visita con 20 años. Concepción lleva en el país del Caribe 67 años, y aunque se excusa en la edad para no cruzar de nuevo el océano, no podía ocultar la emoción de volver a Galicia. «Tengo la oportunidad de regresar a mi tierra, de la que nunca me olvidé, pero Cuba también me dio la carta de la libertad», relata. Y es que una vez allí pudo estudiar, primero «un grado de nivelación», después Diseño Mecánico y un posgrado en lenguas extranjeras. Luego, trabajó «como maestra de Preuniversitario, gracias a la educación pública y gratuita que había».

Con los ojos empapándose y mostrando su pulsera con la bandera de Galicia, afirma: «El gallego nunca se me olvidó». Como ella, Paco Mosquera, que desbordaba alegría en un gallego argentinizado. «Nací en A Coruña y a los 6 años, en 1951, embarqué desde el puerto de Vigo rumbo a Buenos Aires», explica. Allí se dedicó a la industria de la automoción, donde prosperó, aunque puntualiza: «Nunca me hice argentino, siempre fui gallego».

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