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Un millar de gallegos se registran como donantes de médula ósea en el último año: «Un trasplante te puede salvar la vida, a mí me pasó»

Más de 500.000 personas están actualmente inscritas en Redmo, el listado de donantes a nivel estatal

Durante su tratamiento, Sandra y su hermana, uno de sus grandes apoyos, se veían a través de un cristal

Durante su tratamiento, Sandra y su hermana, uno de sus grandes apoyos, se veían a través de un cristal / Cedida

Belén Teiga

Belén Teiga

Santiago

Los tratamientos para la leucemia y otras enfermedades de la sangre viven los positivos efectos de los avances tecnológicos, si bien la buena voluntad de otros es, en muchas ocasiones, indispensable. Y es que, cada año, decenas de pacientes en Galicia necesitan un trasplante de médula ósea.

En España más de medio millón de personas están inscritas en el Registro de Donantes de Médula Ósea, conocido como Redmo, que congrega a las personas interesadas que cumplen con todos los requisitos necesarios. El pasado año se sumaron en torno a 30.010 nuevos donantes, con una edad media de 28 años. De ellos, 1.258 eran gallegos, una cifra superior a la del año anterior, cuando por primera vez se superó el millar.

Dos sanitarias observan, con diversos artilugios, una prueba hecha en hematología

Dos sanitarias observan, con diversos artilugios, una prueba hecha en hematología / E. P.

En los ocho primeros meses de 2025 —último dato con el que se cuenta— son 16.051 más los inscritos. La mayoría, alrededor de dos tercios, son mujeres.

Para poder formar parte de Redmo, es preciso tener entre 18 y 40 años —después de esta edad se puede donar, pero no inscribirse—, un buen estado de salud general, pesar un mínimo de 50 kilos y no haber tenido cirugías en los últimos 6 meses. Además, se debe autorizar la extracción de una muestra de sangre para pruebas de compatibilidad, en caso de que la donación acabe siendo efectiva.

Al término del pasado año, Redmo tramitó 426 donaciones efectivas en toda España, lo que supuso ocho puntos porcentuales más que en los doce meses anteriores.

Sandra Carrera: «Un trasplante te puede salvar la vida, a mí me pasó»

Poco después de cumplir la mayoría de edad, Sandra Carrera empezó a encontrarse muy cansada. «Me pasaba el día estudiando para volver a hacer selectividad e intentar entrar en Psicología, que era mi sueño, entonces achacaba a eso el cansancio, hasta que un día mi madre me dijo que fuese a la farmacia a mirarme la tensión», relata. «De camino tuve que ir sentándome en todos los bancos que había porque me temblaban las piernas», recuerda.

«Mi madre me dijo, entonces, que teníamos que ir a urgencias. Al llegar, vieron que tenía anemia, me empezaron a transfundir sangre y directamente me pasaron a la planta de hematología sin decirme nada. Más tarde, ya me hablaron de que tenía unas células cancerígenas, pero sin pronunciar aún la palabra leucemia», detalla la joven. Ahí empezó un largo proceso de tratamiento, ingresada en una habitación durante meses, con quimioterapia, radioterapia y otra medicación: «Cuando estás en esa situación casi no puedes ni estar fuera de la habitación porque las defensas están muy muy bajas».

Carrera cuenta que la persona que permanecía con ella en la habitación, casi siempre su madre, tenía que hacerse una prueba «similar a la que hora existe con la covid» si quería salir del cuarto. Las horas en el hospital se hacían largas y Sandra y su madre decidieron inventar sus propias rutinas. Mientras una trabajaba, la otra leía y hacía deporte, «algo muy importante porque hay muchos cambios físicos». La joven consiguió, además, dar pasos adelante en su sueño y matricularse en dos asignaturas de Psicología. Además, pasaba mucho tiempo escribiendo a modo de desahogo: «Me ayudó mucho».

«Me ayudó tener una red de personas que, más o menos, están pasando por algo parecido a lo tuyo»

Sandra Carrera

— Trasplantada de médula ósea

Entonces, llegó el momento de prepararse para el trasplante, un proceso que define como «duro». «Al principio buscan donantes en tu familia, pero en mi caso no eran compatibles. Tardaron bastante en conseguir a alguien y, al final, fue un donante de Alemania, explica. Tras el trasplante, detalla, tuvo «bastantes» efectos secundarios, entre ellos la enfermedad injerto contra huésped (EICH), es decir, las nuevas células trasplantadas tomaron su cuerpo como extraño y la atacaron.

«Es importante que la gente joven done, que se les informe porque realmente el trasplante te puede salvar la vida. A mí en su momento me la salvó», afirma la joven, que también forma parte de la Asociación gallega de personas trasplantadas de médula ósea y enfermedades oncohematológicas (Asotrame). «Me ayudó tener una red de personas que, más o menos, están pasando por algo parecido a lo tuyo. Después, también fue positivo ir como voluntaria al hospital a hablar con personas que estaban ingresadas».

Con todo, cuatro años después del trasplante, Carrera tuvo una recaída en la leucemia. «En mi caso ya no se contempla porque ya existía una terapia nueva, la CAR-T. Ahora estoy yendo cada dos semanas porque estoy inmunodeprimida, pero puedo hacer una vida completamente normal», señala la joven.

Iván Rodríguez: «No tengo detrás una historia, lo veo como una forma de ayudar»

No tenía familiares ni ningún amigo cercano que hubiera necesitado un trasplante de médula ósea, pero, tras una charla en la facultad donde estudiaba, hace ya unos 15 años, Iván Rodríguez tomó conciencia y decidió dar el paso de hacerse donante. «No tengo detrás una historia impresionante, simplemente lo veo como una forma más de poder ayudar», relata el joven, que también forma parte de Asotrame, asociación a través de la que, ahora, conciencia a los más pequeños acerca de esta vía que puede salvar vidas.

«Soy donante de todo lo que puedo, incluso de órganos. Ya advertí que, si me pasa algo, quiero que mis órganos sirvan para otras personas», asevera, a la vez que explica que empezó a donar sangre en cuanto cumplió la mayoría de edad. Para él, una de las de las grandes barreras en la donación de médula ósea es la falta de información que hay entre la ciudadanía y la falta de conciencia social: «Cuesta mucho empezar a hacer este tipo de gestos y, en realidad, no cuesta nada hacerlo».

Iván Rodríguez se hizo donante de médula tras una charla en la facultad donde estudiaba

Iván Rodríguez se hizo donante de médula tras una charla en la facultad donde estudiaba / Cedida

Rodríguez hace hincapié en que entrar en el Registro de Donantes de Médula Ósea, siempre que se cumplan los requisitos necesarios, «es muy sencillo» y, frente a los bulos, recuerda que, en el caso de que se acabe donando, el proceso «no es doloroso». La sensibilización, apunta, es uno de los temas pendientes en España, donde apenas un 1% de la población es donante de médula ósea, frente al 12% de Alemania, uno de los grandes referentes en estos procesos.

Por ello, con Asotrame acude como voluntario a los centros educativos para explicar cómo es el proceso de donación. «Igual ninguno se hace donante, pero, por lo menos, conseguimos que conozcan cómo se lleva esto a cabo desde pequeños. Me gusta ir a explicarlo como persona que lo hice, transmitir que donar no es nada del otro mundo»,

«Yo tengo un trabajo normal, una vida normal. Cuando me llamaron hice la donación y a los tres días ya había vuelto a mi rutina. Hay que pensar en eso, tú a los tres días vas a estar haciendo tu vida normal, pero puedes estar cambiando la vida de otra gente», concluye.

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