Entrevista | Gerardo Echeita Profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid
«Urge transformar el sistema para que todo el alumnado se sienta valorado y cuidado»
¿Es posible la inclusión real en las escuelas? ¿Qué hace falta para tener aulas y patios de recreo en los que nadie sea menospreciado? Son preguntas a las que intenta responder el congreso que la Federación Down Galicia celebra hasta hoy en Santiago

Gerardo Echeita, profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid, en Santiago, antes de participar en el Congreso que Down Galicia celebra en el Palacio de Congresos / Antonio Hernández / Antonio Hernández Rios

Lleva décadas investigando y defendiendo la educación inclusiva. ¿Está España avanzando en este ámbito o estamos estancados?
Yo diría que estamos claramente estancados y, en cierta medida, uno podría decir que cuando no se progresa se retrocede.
En los últimos años la palabra inclusión ha estado muy presente en las leyes educativas, ¿por qué no se ha traducido eso en aulas más inclusivas?
Hay centros y docentes que trabajan extraordinariamente bien y están haciendo un trabajo estupendo que cabría valorar como muy inclusivo, pero no está generalizado. No se ha entendido esta ambición de un sistema educativo más inclusivo como una necesidad de transformar profundamente el sistema para que todo el alumnado sin distinciones pueda estar en los centros, aprender, participar, sentirse parte de una comunidad educativa y progresar tanto como cada cual pueda con las ayudas que precise. Se han puesto en marcha actuaciones más encapsuladas, pensando en cómo atender al alumnado con alguna discapacidad o trastornos del desarrollo, pero no volcadas en la transformación del sistema.
La clave no es, por tanto, que el alumno asista al centro, sino que sea uno más...
Por supuesto. No se trata de que los alumnos estén en los centros y darnos por satisfechos con algo que se haga. El objetivo es que se sientan parte, independientemente de sus condiciones, sus características y de todo el apoyo que puedan necesitar. Que estén bien y se sientan reconocidos, respetados, cuidados y con amistades, como tenemos todos. Esa es la gran prueba de fuego del sistema.
De ahí esa diferencia que hace entre integrar e incluir...
Cuando a mediados de los años 80 comenzó a incorporarse al sistema educativo a niños que habitualmente estaban en otros centros me consta que hubo muchas y buenas experiencias de lo que hoy llamaríamos inclusión, pero mayoritariamente había una percepción de que bastaba con que estuvieran allí, se relacionasen un poquito o se les viera, por decirlo de manera un poco simplificada. Al poco tiempo se puso de manifiesto que eso no era lo que querían ni a lo que aspiraban las propias familias, ni los chavales. Aspiraban a que fueran alumnos y alumnas con los mismos derechos y la misma dignidad que cualquiera. Ni usted ni yo nos damos por satisfechos simplemente con que nuestros hijos vayan a la escuela y no les peguen o los agredan. Por eso cada vez se fue hablando más de incluir y de la necesidad de tener una educación que cuide el bienestar de todo el alumnado.

Gerardo Echeita, antes de la inauguración del Congreso que organiza la Federación Down Galicia y en el que participan unas 400 personas / Antonio Hernández / Antonio Hernández Rios
¿Las redes sociales favorecen o complican la inclusión de los jóvenes?
Ese es un tema muy controvertido. Podrían ayudar a establecer relaciones en lugares donde las distancias son grandes o los desplazamientos complicados. Pero también suponen un riesgo enorme en relación a todo lo que tiene que ver con situaciones de maltrato y de bullying. Creo que muchos estudiantes están viviendo situaciones de bienestar emocional muy complicadas por el mal uso que, con frecuencia, se hace de las redes sociales.
«La inclusión no rebaja el nivel, sino que beneficia a todos en lo académico y lo ético»
¿Están preparados los docentes para trabajar con aulas diversas?
Yo diría que no están suficientemente preparados. Esa gran reforma del profesorado, para ayudarlo a construir las competencias que le permitan trabajar en una escuela llamémosla inclusiva, tanto en primaria como en secundaria, no se ha producido. Ha habido avances, pero en el propio informe Talis, de la OCDE, se refleja que los docentes tienen la percepción de que no están bien preparados al respecto. Sin duda, este es el principal y más complicado de los desafíos que enfrentan los docentes. Y eso no se cubre solo con la formación inicial que reciben.
La impresión es que, a veces, la inclusión depende de la buena voluntad de un docente, más que ser una estrategia de todo el sistema...
Uno se quita el sombrero delante de muchísimas profesoras y profesores en todos los niveles educativos que están haciendo una labor encomiable, pero es una actuación que muchas veces queda encapsulada en su propia aula. También hay centros que trabajan por la equidad, pero creo que son los menos en el conjunto del sistema. Y hay centros en los que las administraciones ponen más recursos y donde acaba por
producirse un efecto perverso porque atraen a más estudiantes, mientras otros centros de la zona se desentienden de su responsabilidad con la equidad y la inclusión.
¿Puede existir una escuela inclusiva en una sociedad que no lo es?
Afortunadamente la respuesta a esa pregunta es sí. Bienvenidos sean los espacios donde los chavales puedan tener, en su caso, una percepción y una vivencia social distinta de la que sus padres o ellos mismos viven cuando están fuera de esa escuela. Pero es cierto que no habrá un avance significativo en la escuela si la sociedad en sí misma no reflexiona sobre qué tipo de sociedad quiere ser.
¿Qué les diría a quienes argumentan que la inclusión rebaja el nivel o perjudica al resto del alumnado?
Esa es una actitud discriminatoria, que da a entender que hay padres que creen que sus hijos tienen más derechos que otros. Tenemos evidencias que nos muestran que la inclusión beneficia a todos en lo académico, en lo social, en lo moral, en lo ético... En la escuela se aprenden muchas más cosas que matemáticas y lengua. No estaría mal recordar lo que les ha pasado a las mujeres hasta hace muy poco, a las niñas que no iban a la escuela porque se creía que su lugar era la casa. Seguro que muchas personas decían: «Es que las niñas van a molestar a los niños». Y, de hecho, es lo que siguen diciendo los centros que, a veces hasta con financiación pública, permiten la diferenciación de género.
En el caso del alumnado con síndrome de Down, ¿cuáles son los retos más urgentes para garantizar una inclusión real y no simbólica?
Los mismos que en los demás casos. Lo que estamos viendo es que con una adecuada atención temprana, estimulación, educación, acompañamiento y asesoramiento pueden tener desarrollos que hace 20 años parecían inconcebibles. Pero seguimos teniendo una escuela que piensa que hay niños normales y niños diversos.
Se hace necesario un cambio de chip a nivel social...
Sí, y no tenemos unas autoridades educativas que estén ayudando a generar ese debate para construir una visión distinta de la diversidad desde la premisa de que todos tenemos igual dignidad y derechos.
- Una bodega gallega se cuela entre las 100 mejores del mundo para visitar
- El peaje Santiago-Vigo pasará de 12,5 euros desde enero y hasta a A Coruña costará 8,8
- El Bono Activa Comercio de la Xunta vuelve esta semana
- Agotado el Bono Activa Comercio tras solo dos días en funcionamiento
- Galicia veda la pesca del salmón para la próxima temporada en todos sus ríos
- Entra en vigor el encierro de aves de corral en 40 concellos por la gripe aviar
- Mil docentes de colegios e institutos dejan las aulas gallegas este año
- Tras los pasos de Ribadavia: este pueblo gallego compite por las luces navideñas de Ferrero Rocher