Vivir solo en Santiago: «Tiene sus desventajas, pero para mí es un privilegio»
Uno de cada tres hogares en las ciudades gallegas son unipersonales

Escaparate de una inmobiliaria en Santiago / Antonio Hernández / Antonio Hernández Rios

Sea de una forma deseada o no, los datos vienen a confirmar una percepción bastante extendida entre la población: la sociedad es progresivamente cada vez más solitaria. Así lo refleja el estudio de Indicadores Urbanos publicado esta misma semana por el Instituto Nacional de Estadística (INE) que revela cómo en las ciudades gallegas en uno de cada tres hogares reside únicamente una persona.
A excepción de Vigo y Pontevedra, todas las urbes gallegas cuentan con una proporción de hogares unipersonales superior al 33%. En Ferrol, el 37,5% de las viviendas están ocupadas por una sola persona; en Ourense, el 34,2%; en Lugo, el 33,5%; en Santiago, el 33,4%; y en A Coruña, el 33%. En el otro extremo se sitúan Pontevedra (31,4%) y Vigo (28,9%), aunque incluso en estas ciudades la cifra sigue siendo notablemente alta.
Detrás de estos porcentajes hay múltiples realidades: jóvenes profesionales que prefieren no compartir piso, mayores que viven solos tras enviudar, o personas separadas que se ven obligadas a cambiar su estilo de vida.
En Santiago, Carlos, técnico de sonido de 36 años, es un número más dentro de esta estadística. Vive solo en un apartamento de 25 metros cuadrados en el centro de la ciudad. «Tengo una edad en la que no me apetece compartir», explica, mientras reconoce que la subida del precio de los alquileres hace que cada vez sea más difícil poder afrontarlo económicamente. Su propósito es claro: mantener su independencia. Sin embargo, esta libertad tiene, a su vez, un coste elevado: «Vivir solo castiga económicamente, de la misma manera que ir a un hotel y tener una habitación individual es muchísimo más caro que una doble. Esto no deja de ser un reflejo de la sociedad en la que estamos en este momento».
El técnico intenta no destinar más de un tercio de su salario al alquiler, aunque admite que no siempre es fácil mantener ese equilibrio, ya que «hay que sumar los gastos de luz, agua, gas, comida...» y él los tiene que asumir en su totalidad. Con todo, no se plantea cambiar su modo de vida: «Llevo tantos años viviendo solo que no me he parado a pensar si me impide irme de vacaciones o hacer otras cosas. Al final, para mí el hecho de no tener que compartir con gente que no conozco ya es una ventaja».
Sin embargo, vivir solo no es siempre una opción voluntaria. En Galicia, el envejecimiento de la población juega un papel determinante. Así las cosas, cabe recordar que más del 25% de los gallegos supera los 65 años, y muchos residen solos. En Ferrol, por ejemplo, que registra el porcentaje más elevado de hogares unipersonales, esta cifra está directamente relacionado con su estructura demográfica.
Vivir solos, pero no necesariamente en soledad
Pero también existe un cambio cultural en curso. Las nuevas generaciones retrasan la edad de matrimonio, tienen menos hijos y valoran más la autonomía personal. Vivir solo ya no se percibe únicamente como una señal de soledad o aislamiento, sino también como una expresión de libertad individual. Aunque esta pueda tener un precio muy elevado sobre todo en contextos urbanos donde los alquileres se han incrementado mucho más rápido que los salarios.
«Es el peaje que hay que pagar por la independencia», resume Carlos. Sin embargo, el técnico prefiere ajustarse en otras cosas antes que volver a compartir piso: «Por mi trabajo y su inestabilidad, me resulta más cómodo vivir solo, aunque sea en menos espacio».
Su testimonio refleja una realidad extendida: la de una generación formada —desde el punto de vista educativo— que llega a la ciudad para desarrollar su carrera laboral y busca preservar su independencia, pero se enfrenta a un mercado inmobiliario poco adaptado en el que los pisos pequeños son escasos, los precios elevados y la oferta de alquileres asequibles muy reducida.
Se trata de una tendencia que, todo apunta, a que continuará progresivamente yendo a más. Sin ir más lejos, hace diez años, en las ciudades gallegas el porcentaje de hogares unipersonales rondaba el 25%.
«Tiene sus desventajas, es obvio, pero vivir solo para mí es un privilegio», resume el técnico de sonido, mirando alrededor en su pequeño apartamento: «A veces cuesta, pero no me imagino otra manera de vivir».
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