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China es nuestra vecina

A lo largo de la historia cada pueblo se ha creído superior a los demás y por esa razón nacieron toda clase de estereotipos más o menos despectivos, que casi siempre tenían como fin justificar el dominio de los débiles por parte de los fuertes. Uno de estos estereotipos fue el que se aplicó a los países y pueblos conocidos como orientales, ya fuesen los musulmanes en general, los turcos otomanos o los chinos y los hindúes. De estos estereotipos nacieron dos lemas, o etiquetas, el despotismo oriental en los siglos XVIII y XIX, y el orientalismo en la actualidad.

El cliché del despotismo oriental proviene del mundo antiguo, y nació en los siglos VI y V a.C., cuando tuvo lugar el enfrentamiento entre los griegos y el Imperio persa. Los griegos pensaban que solo ellos eran humanos en el pleno sentido del término, y que la única lengua perfecta era el conjunto de dialectos que hablaban. Quienes no hablaban griego eran considerados como bárbaros. Esa palabra quiere decir algo así como “los que dicen bla-bla” o los que hablan como los animales. El libro del Génesis cuenta que la división de lenguas fue un castigo que Dios impuso a la humanidad por su osadía de construir la Torre de Babel y querer alcanzar el cielo. Y esto tiene bastante sentido, pues la imposibilidad de comprender las lenguas de los demás ha sido uno de los factores que más han contribuido al nacimiento del odio entre pueblos y culturas.

Cuando se decía, no en Galicia, claro, “háblame en cristiano”, se quería decir que había que hablar en español, que era algo así como la lengua natural, a cuyo prestigio solo podía hacerle sombra el latín, por ser la lengua de la Iglesia. Fue muy curioso ver cómo se planteó el problema de la jerarquía y la división de las lenguas en la Europa medieval. En la Biblia, cuando Dios crea a Adán y Eva, les habla en el Paraíso, pero ¿en qué lengua lo hace? Si la Biblia la escribieron los judíos debería hablarles en hebreo, lógicamente, y del hebreo tendrían que haber surgido las demás lenguas de la humanidad, después del episodio de la Torre de Babel. Muchos gramáticos así lo aceptaron, intentando demostrar cómo las palabras del latín provienen del hebreo, pero la mayor parte de la gente tendía a pensar que lo que debió haber hablado Dios en el Paraíso era latín. Debía de ser así porque la lengua de los judíos, que eran una minoría aislada que vivía en sus aljamas o guetos, no podía ser la del Dios cristiano. Y es que además esa lengua era muy parecida al árabe del Corán, el libro sagrado de los enemigos externos de la cristiandad, que iban a la par que los judíos en su capacidad de ser despreciados.

Cuando nacieron los grandes reinos europeos de la Edad Moderna los monarcas encargaron a historiadores y eruditos que fijasen las gramáticas de sus lenguas de uso oficial, aunque la lengua de la cultura seguía siendo el latín. Así lo hizo en Francia Francisco I, en Castilla Isabel la Católica, en Inglaterra Enrique VIII, y en el Imperio Romano Germánico Lutero, creando el alemán literario al traducir la Biblia.

La superioridad de las lenguas siempre fue solidaria de la de las mentes. Los bárbaros tiene el alma bárbara. Por eso no saben pensar científicamente, y no dominan sus pasiones. Se dejan dominar por la lujuria y la gula, y por eso son débiles y cobardes. Los bárbaros son malos guerreros y no aprecian la libertad, que junto con la virtud y la razón serían el patrimonio de Grecia, Roma y luego el Occidente cristiano. Por el contrario, los egipcios, los persas, los musulmanes, los chinos y los hindúes vivirían bajo déspotas, que moraban en lujosísimos palacios rodeados por sus harenes, presas de sus vicios y arbitrarios en el ejercicio del gobierno y la administración de la justicia.

En Oriente no existiría, se decía, la idea del valor inalienable y sagrado de los derechos del hombre y la vida humana, que nacería del cristianismo, la única religión en la que Dios se hizo hombre y murió por redimir a la humanidad. No hay duda de que esto es cierto y de que los derechos humanos son una creación occidental, pero debemos ser muy precavidos ante los estereotipos históricos.

Turquía acaba de convertir en mezquita la iglesia de Santa Sofía, que dejó de ser un templo cristiano en el siglo XV y es patrimonio de la humanidad. Podríamos decir que esto es integrismo islámico, pero en contra del argumento también podríamos decir que la mezquita de Córdoba fue reconvertida en Catedral y que quien hizo mayor daño a Santa Sofía fueron los cruzados en el asalto a Constantinopla del año 1204.

Los cruzados no solo quisieron conquistar Jerusalén sino también llevar a cabo una expansión militar y comercial por el oriente mediterráneo, enfrentándose al Imperio bizantino, igualmente cristiano. En la predicación de la cruzada se dijo que los bizantinos eran como los judíos y los musulmanes, e incluso peores. Sabemos que los cruzados, como todos los soldados de la Edad Media, robaban y saqueaban, y raptaban y violaban a las mujeres, siendo acompañados por sus ‘soldaderas’ o prostitutas. En esta ocasión, como en las anteriores, hicieron matanzas de comunidades de judíos, pero tras la conquista de Constantinopla se ensañaron con las iglesias de la ciudad, saquearon los tesoros de Santa Sofía, robaron joyas y reliquias y todas los objetos de culto. Entraron en la iglesia con caballos y mulos para cargar el botín, y para humillar más a los bizantinos hicieron que una prostituta se sentase en el solio del gran patriarca y desde allí lanzase todo tipo de obscenidades. Los monjes bizantinos pensaron que había llegado el Anticristo. Y es que también había y hay salvajismo en Occidente.

La historia de la China es muy curiosa, por su capacidad de organización política, económica y tecnológica. Solemos olvidar que los chinos inventaron el papel, la pólvora y la brújula, además de la pasta, difundieron por todo el mundo la seda y consiguieron crear un sistema imperial que duró 3.000 años, al igual que el Imperio egipcio.

El imperio chino se componía de unas inmensas masas campesinas, censadas y controladas por el poder central y sus letrados, que vivían en sus aldeas y mantenían a las ciudades y a la administración militar y civil. En la historia de la China no existía la política. El orden fue siempre el mismo, que podía debilitarse y fragmentarse, para luego recuperarse. Y aunque llegasen invasores extranjeros, como los mongoles, eran absorbidos por el sistema imperial, que perduró con el maoísmo, metamorfoseándose en el Partido Comunista.

En China prácticamente no existía la propiedad privada, y fue la inexistencia del mercado y el poder omnímodo del Estado lo que bloqueó su desarrollo tecnológico hasta hace muy poco. Los actuales historiadores chinos dividen su historia en dos períodos: el Imperio y la Modernización, que incluye el período comunista. La China tiene un régimen de partido único, en el que por cierto nunca se ve a las mujeres desempeñar cargos importantes. Posee un megaejército bien armado y que hace imposible pensar en invadir el país, dejando como única opción militar contra ella una demencial guerra nuclear. Su capacidad de organización y producción industrial es inmensa.

Este año su PIB ha pasado a ser el mayor del mundo, y sus bancos están en posesión de la mayor parte de la deuda pública norteamericana. En China están instaladas Airbus, Microsoft, Hewlett Packard, Zara y muchísimas grandes empresas que, si no tienen allí sus fábricas, reciben de China la mayor parte de sus componentes esenciales. El comercio mundial depende de China y si China estornuda el mundo puede caer. A día de hoy es el único país que ha controlado el covid-19 y puede ser que su vacuna sea igual de eficaz o mejor que las occidentales. Y es que los chinos ya no son esos que venden baratijas en su bazares, sino mucho más que eso.

China es una gran potencia capitalista con una forma de Gobierno comunista y autoritaria. Allí ya no es el estado el único poseedor de los medios de producción. Lo es en parte, pero son partes del estado y sus oligarquías quienes comparte esa propiedad con él. Nuestra civilización se basa en la ciencia y la técnica, la economía de mercado y los sistemas políticos parlamentarios. En los dos primeros puntos China nos ha superado. ¿Podemos seguirnos creyendo superiores a los orientales? Nuestro único patrimonio es la libertad política, pero esa libertad se está muriendo, debido al control casi monopolístico de los medios de comunicación, al incremento del poder administrativo y económico de los estados y a la falta de ideas y contenidos de los debates políticos, que ya son más imposturas democráticas que política real. Por eso nuestra vecina acabará por superarnos. Se dice que lo que no son cuentas son cuentos, y es verdad, pero es que ahora las que son chinas son las cuentas, no los cuentos. Esperemos no tener que quedarnos solo con ellos.

27 sep 2020 / 00:10
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