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Cortafuegos anti covid en las más de 230 industrias cárnicas gallegas

Dan trabajo a 3.500 personas y venden al año 1.300 millones // El único brote, en Vimianzo, está bajo control

Todas las alarmas saltaban a finales de junio cuando en el oeste de Alemania un brote de coronavirus en la empresa cárnica Tönnies llevaba a más de un millar de sus trabajadores contagiarse. Aquí en Galicia, en el reciente brote de Vimianzo, los siete positivos en covid-19 están relacionados con la firma Productos Cárnicas Domínguez. Todos se encontraban aislados y en seguimiento domiciliario, y la empresa comunicó que ha realizado test PCR a todos sus trabajadores de la planta, que antes de volver a arrancar ha sido desinfectada a conciencia.

Esta actividad está compuesto en la comunidad gallega por 231 empresas cuya facturación anual asciende a 1.300 millones de euros y que debe velar por la seguridad, higiene y salud laboral, ahora también frente a la pandemia, de casi 3.500 empleados.

Ante la complicada situación epidemiológica en España, la patronal autonómica, que preside Emilio Pedro González Iglesias, elaboró un Protocolo de contención frente al coronavirus que adaptó las recomendaciones del Ministerio de Sanidad y la Xunta en los lugares de trabajo.

Este blindaje anti-covid actúa en dos ámbitos: en la prevención y protección de la salud de los trabajadores, y en acciones que garanticen que la industria siga en activo.

Entre las primeras hubo acciones informativas a todos los trabajadores de la situación de la enfermedad y de las medidas preventivas para evitar la propagación del virus. Entre estas se puso a disposición de todas las plantillas jabón y productos desinfectantes en baños y aseos, propiciando mayores frecuencias para la limpieza de manos. También se aumentaron las veces en que se higienizaban las zonas comunes en las plantas, principalmente vestuarios y baños, fijando cortafuegos entre personas de distintas áreas, y con el empleo de las mascarillas en todo momento.

A niveles administrativos se priorizó el teletrabajo, y se potenció la comunicación interna mediante medios telemáticos. El objetivo era evitar el contacto entre trabajadores en la medida de lo posible.

Se apostó por el acceso a la industria en vehículos independientes, evitando los compartidos, con control de temperatura corporal a la entrada de cada industria. Las personas con más de 36,5 º C o que presentasen síntomas –tos, dificultad respiratoria, cansancio...– se puso a disposición el teléfono de atención de la Xunta (900 400 116).

Se instó a evitar reuniones de más de 20 personas, “salvo que sea totalmente imprescindible”, y extremando las precauciones: evitar saludos con contacto físico, respetar la distancia de seguridad.

Se evitaron viajes programados y desplazamientos a otra localidad diferente a la del centro de trabajo y residencia, supendiendo o aplazando cursos de formación presencial a trabajadores.

Fábricas y mataderos en marcha. Para evitar que parase esta actividad esencial y mitigar los efectos de que algún trabajador fuera positivo en covid se confió en los citados cortafuegos para que “en el peor de los casos no se afecte a la totalidad de los trabajadores”.

Si se produjese un cierre de municipio o área se habilitarían corredores controlados para entrar y salir de las industrias, con el apoyo de las autoridades para facilitar los desplazamientos seguros.

Según Asogacarne, todas las medidas, consensuadas con administraciones y responsables de seguridad laboral, son susceptibles de ser mejoradas en función de la evolución de la pandemia.

Un duro impacto por el cierre del canal de restauración y hostelería
Apuntan al sufrimiento en mayor medida de las que se especializan en la venta de vacuno

El cierre del canal Horeca –hostelería, restaurantes y catering– afectó sobre todo “a la comercialización de la carne de vacuno y, principalmente al vacuno mayor, muy ligado a la restauración, que vieron descender las ventas de forma muy considerable, especialmente en los meses de abril y mayo”.

Así lo certifican desde Asogacarne, que indica que a consecuencia de esta bajada importante en el consumo de determinados cortes de carne de bovino –solomillo, lomo, falda...– “no tuvieron la salida habitual de precio y volumen, y las empresas especializadas en este segmento prácticamente paralizaron su actividad”, argumentan.

Esta patronal resalta que “prueba de esta situación fue la apertura en mayo del almacenamiento de carne de vacuno por parte de la Comisión Europea, medida de crisis por falta de salida del producto al mercado que origina una depreciación de su valor”.

Alegan que “de todos modos, en el sector de carne de vacuno la situación sigue siendo mala, pues al ser un producto de mayor valor frente a otras carnes, el consumidor tiene reticencias a gastar y se inclina por las de precio menor”. Además, dicen, “gran número de los servicios de hostelería y restauración siguen aún cerrados”.

Apuntan que siempre se alude al sector productivo, el ganadero, cuando se habla del impacto de la crisis, pero “en esta pandemia las industrias cárnicas, en especial las de vacuno, son las que han sufrido un impacto mayor, por la crisis de mercado y los mayores costes de producción, originados por las medidas de seguridad implementadas y los costes laborales”.

411.281

toneladas de carne que salen cada año de las explotaciones gallegas, el 52 % de aves (213.985 t.), un 23,2 % de vacuno (95.436 t.), el 21,7 % porcino (89.449 t.), menos del 3 % conejos y tan solo un 0,1 % ovino y caprino.

10 ago 2020 / 00:29
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