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De Angrois a la portada del New York Times: “Nunca podré olvidar aquel infierno”

“Nunca podré olvidar lo que vi en aquel infierno”. “Las fotos del accidente las vi solo dos veces, las guardo pero no volví a verlas”. “Siempre digo que llegue quince minutos antes. Si lo hubiera hecho quince minutos después no haría esas fotos”. Antonio Hernández, redactor gráfico de EL CORREO resume en estos tres titulares lo vivido tras el accidente de Angrois.

Él y Xoán Soler, fotógrafo de La Voz de Galicia, fueron de los primeros en llegar a Angrois. “Si llegamos 15 minutos después ya no podríamos haber accedido al lugar. Cuando llegamos solo estaban los vecinos de Angrois y empezaban a llegar los primeros policías. Aún no llegaran las ambulancias y pudimos hacer las fotos”, recuerda en vísperas de iniciarse el juicio.

Hay que arrancarle las palabras, los recuerdos, ya que no le gusta recordar lo ocurrido. “Cada vez que veo información sobre el Alvia procuro pasar las páginas”, dice pero acepta repasar lo vivido. “Cuando fue el accidente estábamos en Pontepedriña por que había una reyerta entre familias gitanas en la que se habían producido disparos. Me llamaron desde la redacción de que se había producido un descarrilamiento y teníamos que ir a los Fuegos. Me dijeron que la cosa era grave y nos fuimos para allí”, recuerda antes de añadir que “lo que vimos al llegar era terrible. Entramos por un espacio que habían hecho los vecinos para acceder y auxiliar a las víctimas y lo primero que recuerdo ver fue a la gente de Angrois intentando abrir las ventanas de los vagones golpeando con un pico”.

El instinto profesional le llevó “a tirar mil y pico fotos en apenas diez minutos. No había ni que encuadrar ni que enfocar ya que las imágenes estaban delante de nuestras cámaras. Empecé a disparar hasta que tuve que ayudar a sacar a una niña de un vagón. A partir de ese momento ayudaba y hacía fotos. ¿Qué cómo eran las imágenes? Terribles, personas mutiladas, muertas, gente ensangrentada”, afirmó.

“Recuerdo que me llamaron de redacción para decirme que había dos o tres muertos y yo les dije que eran decenas. Ya habían llegado los sanitarios y no hacían más que separar cuerpos y taparlos son sábanas o mantas. Aquello era terrible, un infierno”.

Recuerda Antonio que EL CORREO decidió no publicar las fotos más duras. “Yo las vi aquella noche cuando las seleccionaba, las volví a ver al día siguiente en otra selección que hicimos y ya no las volví a ver más. ¿Qué fue de ellas? Las conservo, las tengo guardadas, pero no volví a verlas más. En 40 años de profesión nunca vi ni podía imaginarme algo igual”, añadió.

“El tiempo que estuve allí, hasta que se estableció el perímetro de seguridad y ya nos echaron, fue terrible. Estuve muchos días sin dormir y sin ganas de comer. Las imágenes de lo vivido se repetían en mi cabeza continuamente”, dice Antonio antes de defender su profesionalidad: “Se nos acusó de amarillismo pero nosotros hicimos nuestro trabajo. Las imágenes mostraban la realidad, era lo que estaba pasando y fuimos muy cuidadosos a la hora de seleccionar lo que se publicó”.

Nueve años después aquellas imágenes, aquellas sombras, todavía le persiguen pero no se arrepiente de nada: hizo su trabajo y ayudó a muchos supervivientes.

04 oct 2022 / 01:00
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