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TARLOGIC. La firma de ciberseguridad de los hermanos Tarascó nació en octubre de 2011 en Teo. Su apuesta por el talento y solvencia técnica, acreditada en esta década, han sido los pilares para un vertiginoso crecimiento de la compañía TEXTO José Calviño

De hackers a proteger al Ibex

El paisano entró ufano y pidió un ordenador para descargar unas fotos. Estaba convencido de que aquel local sin cartel en la puerta y con un futbolín en la entrada era un cibercafé. Corría 2011 y en aquella España en crisis aún estaban de moda unos locales que languidecerían con el tiempo. La cara de los trabajadores era un poema, entre divertidos y asombrados. Pero en la oficina lo atendieron. ¡Todos creían que se trataba del abuelo de alguno de ellos!

Por aquel entonces pocos en Teo, a tiro de piedra de Compostela, conocían a qué se dedicaban aquellos chicos a los que les gustaba tanto jugar al futbolín y trastear con ordenadores. Casi nadie había oído hablar de Tarlogic Security. Hoy, 10 años después, la empresa es una de las grandes realidades del mundo de la ciberseguridad en Europa. Una compañía distinta, disruptiva, que viaja a velocidad de crucero con sus señas de identidad irrenunciables.

Un ADN que se sintetiza en la apuesta por la especialización y las personas. Retrocedemos una década atrás para analizar este viaje de la mano de cinco de sus protagonistas: los hermanos Andrés y Miguel Tarascó, los creadores del proyecto; Koldo Muñoz, director de operaciones de la empresa, Manuel Santamaría, responsable de sistemas de información o CIO; y Óscar Mallo, cybersecurity advisor de Tarlogic.

Pero para comprender el germen de la empresa toca remontarse a los años 90 del siglo pasado. Por aquel entonces, dos hermanos de Vedra hacían de las suyas con un vetusto ordenador PC 486 y un viejo módem que tiempo después daría paso a una línea de RDSI. “Teníamos 14 o 15 años cuando empezamos en el mundo del hacking –recuerda Miguel Tarascó–. Andrés, que es el mayor, y yo jugábamos por turnos para colarnos en otros ordenadores. Yo hasta repetí un curso porque estaba todo el día delante del ordenador”.

Ambos se fueron años después a la universidad a estudiar Ingeniería Informática y continuaron forjándose una reputación como hackers.

Óscar Mallo recuerda que “cuando llegué a Tarlogic en el 2011 estaba en la uni. Allí teníamos un grupo al que le molaba mucho el hacking y conocíamos muy bien a Andrés y Miguel porque tenían un bagaje muy importante en este mundillo. Cuando surgió la oportunidad de trabajar con ellos fue un puntazo, claro”.

En realidad, cuando Óscar entró en la firma, Andrés Tarascó, el CEO, iba a fichar a uno de aquellos jóvenes universitarios inquietos y curiosos. Pero le gustó lo que vio. Y se llevó a dos. Corrían tiempos emocionantes. Y extenuantes. Tarlogic había venido al mundo meses antes de las primeras contrataciones en poco menos que un cubículo. Un pequeño cuarto de apenas cuatro metros cuadrados que hacía las veces de almacén de un local anexo.

A pesar de esos modestos inicios, la empresa no paraba de crecer. Y a los pocos meses alquilaron el local vecino. Más grande, algo más cómodo. Fue entonces cuando un futbolín aterrizó en la empresa.

El detonante de una anécdota que forma parte del imaginario colectivo de todos los que integran la familia Tarlogic. “La gente –evoca Manuel Santamaría- nos veía jugando al futbolín muchas veces y fumando en la puerta de la oficina y cuando nos cambiamos tiempo después de ese local, el rumor en el pueblo era que habíamos cerrado. ¡Se pensaban que estábamos todo el día fumando y echando unas partidas!”.

En aquellos primeros años, Tarlogic Security era uno de los secretos mejor guardados de Teo. Una intriga que daba mucho juego a los devotos de la rumorología. “En el local de al lado –detalla el actual CIO de la empresa- había un peluquero al que llamaban muchos vecinos para preguntarle a qué carallo nos dedicábamos”. La respuesta, para todo el mundo, era la misma: consultoría en seguridad informática.

Un lugar común. Un ejercicio de síntesis muy alejado de lo que realmente se estaba cocinando en aquella pequeña oficina. La ilusión, la motivación y las ganas podían con todo. Incluso con el cansancio. Con ritmos de trabajo frenéticos: “Recuerdo que por la mañana trabajaba en la uni, por la tarde ayudaba a Andrés y por la noche me quedaba hasta las cinco de la madrugada para hacer el proyecto de final de carrera”, desgrana Miguel Tarascó.

Tarlogic ya no tenía marcha atrás. “Queríamos dedicarnos a lo que más nos gustaba y hacerlo además en una empresa que fuese en la que querríamos trabajar”, continúa.

Desde la génesis, la estrategia estuvo siempre clara. Cristalina. Solvencia técnica, investigación, innovación, desafíos... Tarlogic asumía proyectos diferentes que otras empresas no querían o no eran capaces de afrontar. “Estábamos muy motivados y teníamos pasión –trae a la memoria Óscar-. Teníamos ganas de tocar y romper cosas. La profesión en aquellos años ni siquiera estaba reglada y nos comíamos los libros y cacharreábamos para aprender. Y además teníamos de mano a gente como Miguel y Andrés que eran profesionales top en este mundillo”.

Esa forma de trabajar, esa curiosidad y pasión conectada al conocimiento, encajaba como anillo al dedo con un mercado necesitado de unos servicios de ciberseguridad distintos. Innovadores. En cierto modo disruptivos.

Y la empresa explotó. La calidad técnica de los trabajos que ejecutaba la compañía era un elemento diferencial. El boca a boca no paraba de llevarle clientes a Tarlogic. Las cifras daban cuenta del fenómeno: 2 empleados, luego 4, 10, 20, 40, 80... Actualmente, la compañía lanza cada semana nuevas ofertas de trabajo altamente cualificado y ronda los 100 empleados.

Hubo una tercera mudanza. Y una cuarta. Y la apertura de la sede de Madrid. El futuro está llamando a la puerta incorporando hubs en otras localizaciones nacionales e internacionales. Curiosamente, un crecimiento que hasta no hace mucho tiempo se hizo a espaldas de un equipo comercial. Eran los propios técnicos, los ingenieros, quienes vendían el producto. ¿Casualidad? En absoluto, la calidad de las soluciones y proyectos que se llevaban a cabo entre Teo y Madrid ejercía como impagable embajador.

Tarlogic seguía siendo esa empresa un tanto exótica y diferente. “Yo cuando llegué a la empresa llevaba rastas. E iba a visitar a algún banco que era cliente de traje pero con rastas, dos pendientes de aro, la riñonera... Claro, flipaban un poco”, recuerda entre sonrisas Óscar Mallo.

Puede que los clientes se sorprendieran, pero no dejaban de llamar. La eficacia de los trabajos realizados por la firma gallega era su mejor carta de presentación. Y, de alguna forma, otro elemento que los diferenciaba de la competencia.

A Manuel Santamaría le parece de hecho que es esta cualidad la que probablemente mejor explique la vertiginosa evolución de la firma en estos 10 años de vida. “En Tarlogic nunca hemos hecho el pasapalabra. Siempre hemos querido tener un enfoque técnico, pero como hombres de acción. No como teóricos. Le demostramos a las empresas que el problema existe y que por tanto tienen que afrontarlo”, insiste.

La fórmula para alcanzar ese estatus, esa solvencia, estaba clara: la captación de talento y el cuidado de las personas. Nadie mejor que Andrés Tarascó para explicarlo: “Desde el principio quisimos montar una empresa distinta, que apostase por las personas y la especialización. Que fuese una alternativa a la gente que se tenía que ir de España porque no había buenas ofertas de trabajo”.

Andrés tiene un reconocimiento para quienes los han acompañado en este viaje desde el principio y quienes aterrizaron después. Pero también para todos aquellos quienes en algún momento estuvieron en el barco. “La verdad es que estoy muy agradecido de todo lo que nos ha aportado la gente que ha pasado por Tarlogic en estos años”.

La sintonía con su hermano Miguel en este punto es absoluta. La Tarlogic de hoy es el fruto de una tarea coral y de una idea que siempre ha sido mucho más que eso. Algo así como una genuina hoja de ruta: “Las personas debían estar por delante. Desde el principio nos planteamos intentar tener una empresa con unas condiciones en las que nos gustase trabajar”.

El tiempo les ha dado la razón. Tarlogic Security se ha significado en el mercado a lo largo de estos 10 años por cuidar de su plantilla: beneficios sociales, días adicionales de vacaciones, salarios por encima de la media...

El plan piloto para establecer una jornada de 4 días y la reciente implantación del teletrabajo de forma permanente para toda la plantilla son las últimas señales de una forma de concebir el modelo de empresa que va mucho más allá de los estándares tradicionales.

Ambiciosos objetivos
En dos años, duplicar la empresa y ganar peso inmternacional; en cinco, superar 300 empleados

Pero aunque la historia de Tarlogic Security está trufada de éxitos y reconocimientos –como la aparición durante 3 años consecutivos en el índice de empresas con mayor ritmo de crecimiento de Europa que elabora el Financial Times–, no todo ha sido un camino de rosas. Cada etapa, cada momento de estos 10 años de vida de la empresa, ha puesto sobre la mesa ambiciosos desafíos.

Lo explica en detalle el CEO de la compañía, Andrés Tarascó: “En el origen hubo mucha ilusión, pero también mucho cansancio. Jornadas infinitas de lunes a domingo para buscar fórmulas alternativas con las que dar resultados con los pocos medios que teníamos al principio”, detalla.

Fueron también tiempos de aprendizaje. Sobre todo en las áreas de gestión empresarial en las que carecían de tanta experiencia. “Una empresa es una montaña emocional. La parte de gestión de las personas al principio era compleja porque en aquellos años no era fácil atraer talento a una empresa que casi nadie conocía”.

Con el paso de los años, el imparable crecimiento que experimentaba Tarlogic lo enfrentó a nuevos retos. A ese momento de cierto vértigo en el que coinciden tantos y tantos emprendedores. “Ese vértigo ha ido apareciendo poco a poco. Quizás hace 5 años llegamos a ese punto en el que veo que tenemos que rodearnos de socios que nos ayuden a organizar y estructurar la empresa para que el crecimiento sea sostenible, y que el ADN perdure en el tiempo”.

Es cuando llega por ejemplo Koldo Muñoz, el COO de Tarlogic, quien día a día ayuda a mantener esta forma de entender el talento y la innovación. Koldo explica que “hay formas de gestionar la relación entre la empresa y el mercado protegiendo el capital humano. Desde un inicio me atrajo la perseverancia, y por qué no, la valentía de los hermanos Tarascó en trazar líneas que a todas luces parecían ir contra natura. Las dificultades son enormes, pero la dedicación y la pasión de todo el equipo de Tarlogic hace que esto sea una realidad por muchos años”.

Sobre lo que nunca tuvieron dudas los hermanos Tarascó es sobre el perfil de empresa que querían impulsar. “Nosotros somos técnicos –porfía Miguel–, siempre hemos querido ser reconocidos por la solvencia y la eficiencia. Jamás vender humo”.

Un extremo en el que coincide su hermano Andrés: “Desde nuestros comienzos hemos abordado trabajos que en otro tipo de empresas no tenían cabida por ser trabajos diseñados a medida y porque requieren de una gran cantidad de materia gris”.

Una hoja de ruta inamovible. Una suerte de faro que ha de guiar el futuro. Y que desde hace 10 años ha permitido no solo crear negocio, también captar talento. “Al profesional de la ciberseguridad le estimulan y atraen estos proyectos que desarrollamos”, explica Miguel.

Hay en ese futuro una vocación por continuar el trabajo bien hecho. A su manera. Con la cultura Tarlogic: “A pesar de haber tenido ofertas siempre ha sido importante tener el control de todo y crear la empresa que queremos”. Sin prisa pero sin pausa.

¿El objetivo? “A dos años vista sé que vamos a duplicar tamaño y tener presencia internacional. En 5 años quizá podamos llegar a ser un actor de referencia en el mundo de la ciberseguridad en todo el mundo. Es ambicioso pero creo que contaremos con un equipo de entre 300-350 personas”, proyecta el CEO de la compañía.

10 oct 2021 / 01:00
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