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¿Debe renunciar Europa a la inteligencia artificial?

    DEL 1 AL al 3 de octubre tuvo lugar el “II Foro La Toja”. Como en la primera edición, los temas y los intervinientes fueron de enorme interés. Una de las mesas redondas trató sobre la digitalización antes y después de la pandemia. Se dijeron muchas cosas importantes, pero hoy quiero centrarme en una que me pareció equivocada. No pasaría de anécdota si no hubiese sido afirmada con trombón y seguida del silencio del resto de intervinientes. Entre ellos, Carlos Moedas, quien fue hasta hace poco comisario europeo de investigación, ciencia e innovación –un excepcional comisario, por cierto–, y hoy es administrador ejecutivo de la Fundación Calouste Gulbenkian.

    Estoy seguro de que no necesariamente el que calla otorga, y que aquí el silencio no fue asentimiento, pero me sorprendió que no se hiciese ningún comentario al respecto de lo que ahora contaré, quizás porque este tipo de eventos son de guante blanco y a lo polémico se le pone sordina e incluso las simples discrepancias se guardan para luego, y si acaso.

    Voy allá. Uno de los participantes en la mesa, CEO de Alto Analytics, dijo que Europa debería olvidarse de la IA y tratar de engancharse a la siguiente ola y liderarla. Esa ola, según dijo, es la de la computación cuántica. Su manifestación se fundamentó en el hecho de que Europa va claramente por detrás de EE.UU. y China en el campo de la Inteligencia Artificial, en particular en el ámbito empresarial. No puedo estar más en desacuerdo. ¿Acaso renunció EE. UU. a ir al espacio después de que Rusia pusiese el Sputnik 1 en órbita? En absoluto. En lugar de eso, decidió ir a la Luna.

    Es cierto que no tenemos ni una sola de las diez principales empresas tecnológicas globales, que además son las que lideran la investigación, comercialización y consumo de productos y servicios basados en la IA. Es cierto que no tememos nada siquiera parecido a Google, Amazon, Tencent o Alibaba, pero sería un imperdonable error que Europa, con medio millar de millones de habitantes, renunciase a su apuesta por la IA. Con el mismo razonamiento no se habría creado la Agencia Espacial Europea o Airbus. Peor todavía, no contaríamos con satélites propios, con el sistema europeo Galileo –para la radionavegación y posicionamiento por satélite–, y ni siquiera tendríamos compañías aéreas ni invertiríamos en investigación y en la formación de profesionales en esos sectores.

    Sin tener ningún gigante tecnológico, Europa ha pasado de un 2% de empresas emergentes centradas en IA en 2013 a más de un 8% (una de cada 12) en 2019 –son datos aportados por la firma de capital riesgo MMC Venture–. Esto supone unas 1.600 startups directamente relacionadas con la IA en nuestro continente, de las que 166 son españolas, ocupando nuestro país el cuarto puesto, después de Reino Unido (con 479), Francia (217) y Alemania (196). Eso sí, en España las empresas crecen menos y peor, al tener un ecosistema menos maduro para la consolidación y el escalado empresarial. Es un tema que ya tratamos en 2018 Sara Fernández, profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Santiago de Compostela, y yo mismo, junto con otros autores, pero de eso hablaré otro día.

    La Inteligencia Artificial no es una ola pasajera sino que es y será un continuo de olas cuya energía es imprescindible aprovechar. No en vano hay quien la ha definido como la electricidad del siglo XXI. Pero, sobre todo, debemos tener en cuenta que lo que se está dilucidando no es si Europa puede llegar a tener una empresa como Microsoft, Apple o Facebook, sino si vamos a permitir incluso que nuestras empresas, las que ya tenemos, dejen de ser competitivas.

    18 oct 2020 / 00:00
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